sábado, noviembre 27

Escritores regios


Últimamente he estado en el correo electrónico como quien pasa las horas filosofando en el café. Vivir entre los libros y el diálogo internético me está convirtiendo en ermitaña, pensé, y decidí tomar aire fresco: me desprendí del teclado y salí rumbo a la Galería Regia. Era miércoles y esa noche se presentaba Cuaderno de la nieve (Mantis Editores-Conarte, 2004), nuevo poemario de Guillermo Meléndez.

En la mesa de presentación, Xavier Araiza y Eduardo Zambrano hablaban de la poesía de Meléndez. Se mencionó a Sartre, a Merleau-Ponty, a Pessoa. En el poemario las referencias son interminables: Blake, Dante, Eliseo Diego, Pizarnik, Nietzsche, Safo, Miguel Hernández, Cavafis... La poesía de Guillermo Meléndez no es nada fácil; y sin embargo, con toda su ironía y sus intertextualidades, resulta muy disfrutable.

Recordé las palabras de un amigo escritor una ocasión en que conversábamos precisamente de Meléndez, del prestigio que éste se ha ganado a fuerza de trabajo, de persistencia, de haber apostado a la poesía un poco en silencio, sin pretensiones, asumiendo su oficio desde un anonimato que parecía tenerlo sin cuidado y que desapareció con los años, cuando se convirtió en un -poeta de la ciudad, alguien que, como dijo Araiza durante su presentación, habla de las calles de Monterrey, de los bares, de los rincones que de pronto descubre ante los ojos de quienes habitamos esta ciudad sin asomarnos, casi sin verla.

Alguien había dicho hace poco que el poeta de la ciudad tiene en este momento 15 años, ya que hasta ahora no ha habido nadie capaz de sintetizarla. Descalificó a nuestros poetas uno por uno, asegurando de unos cuantos que sus textos resultan -decentes, pero no poseen grandeza.

A los regios nos resulta difícil aceptar la importancia de quienes se dedican a expresar la otra parte que somos: nuestras fantasías y deseos, nuestros sueños y desencantos. Si un gran poeta es aquel capaz de establecer con el lector una comunicación íntima, alguien que hace sentir al otro que el poema es suyo, que dice sus cosas, entonces no me explico el motivo por el cual, para nosotros, los buenos escritores no se relacionan con nuestras experiencias de lectura, sino con las opiniones del Centro. Sólo por esta vía se reconoce el trabajo de un escritor regiomontano.

Cuando pienso en la relación que existe entre nuestra ciudad y la poesía de Guillermo Meléndez me viene a la mente Álvaro Mutis, los lazos profundos entre sus textos y la Ciudad de México.

Pero comparar a Mutis con uno de los nuestros es arriesgarse a hacer el ridículo si Krauze no lo ha legitimado con anterioridad.

Para los regiomontanos, el problema de nuestros poetas es que son de aquí; en consecuencia, no se puede esperar gran cosa de ellos. He aquí un buen ejemplo de baja autoestima, una típica actitud regia.


II. Los fabulosos veinte

Sucede que, no conforme, el jueves regresé a la misma galería; esta vez para escuchar la lectura de Óscar David López, poeta de 22 años. La presentadora era Gabriela Torres, narradora de la misma edad, y actual becaria del Centro de Escritores.

La seriedad se les nota a los muchachos desde el principio, pensé, el afán de profesionalismo que los distingue entre sus compañeros.

No podía evitar una sonrisa de orgullo al escuchar a la Gaby leer, con su voz fuerte y su apostura envidiable, las múltiples referencias a poetas y narradores, grupos de rock, juegos de Nintendo, programas de televisión y toda una serie de elementos con los cuales dibujó un mapa generacional como introducción a la poesía de Óscar.

¿Qué dicen ellos en su momento de arranque, cuando apenas se dirigen hacia sus propias definiciones? Óscar David inició su lectura con tres epígrafes: uno de Gerardo Denis, el siguiente de Laura León, y el último de José José. Enseguida leyó una serie de poemas de calidad desigual, pero todos ellos frescos, rebosantes de energía, de ganas de decir sus cosas. Hubo dos o tres verdaderamente hermosos.

Evoqué a los Óscar y Gaby preparatorianos, cuando Óscar no se había enfermado, ni soñaba que vendrían estos dos últimos años de hospitales; cuando Gaby era una niña tímida que apenas hablaba; cuando aún no imaginaban que alguna vez iniciarían el proyecto Harakiri, que actualmente reúne a muchos de los escritores jóvenes de nuestra ciudad.

"La generación actual de talleristas hace demasiadas concesiones con estos jóvenes", suelen decir algunos escritores que conozco, "los están chiflando". Sin embargo, apenas empezó a leer Óscar recordé el apoyo de nuestros maestros y coordinadores. ¿Qué sería de nosotros si no nos hubieran mostrado una confianza de ese tamaño?

Me vinieron a la mente los dos Jorges: Xorge Manuel González y Jorge Cantú de la Garza. Recordé también algunas opiniones de sus compañeros, idénticas a las de mis conocidos. En el caso de nuestra generación, el apoyo de éstos y de tantos otros escritores significó, más que condescendencia destructiva, un empuje fuerte, una seguridad, una manera de ayudarnos a pisar tierra firme.

Al salir esa noche de la galería caí en la cuenta de que había presenciado una especie de reseña. No era solamente la gente de las mesas en ambos eventos, o el público que en las dos ocasiones llenó la sala; era el fenómeno literario regiomontano manifestado a través de diferentes generaciones. Un proceso vivo, dinámico.

Publicada en la sección Arte del periódico El Norte. Monterrey, Mx 

miércoles, noviembre 24

Erwin Wurm: con ojos de extraterrestre

 
¿Cómo entender la propuesta de Wurm una vez que hemos recorrido una exposición que incluye fotografía, video, instalación, y aún así seguimos viendo esculturas?

El espectador es parte importante en la exposición de Wurm; no sólo porque el artista lo invita a interactuar con su obra, sino porque de pronto lo convierte en la obra misma.

Durante el recorrido de ayer, uno de mis alumnos colocó un ramo de flores entre sus piernas de acuerdo a las instrucciones dibujadas en la tarima de una especie de set fotográfico, Marijose tomó unas botellas de plástico y las colocó entre sus brazos como se indica. Otro muchacho de mi grupo tomó fotos con su celular: la obra estaba al fin terminada. Unos segundos después ya no existía.

El cuerpo humano de Marijose, o el del alumno, eran las esculturas más importantes en la instalación; dos cuerpos vivos cargados de acción y de tiempo que sin embargo permanecían estáticos en su intento de sostener los objetos como lo pide el artista: una interesante contradicción.

En cuanto a las fotografías de camas colocadas una sobre la otra, o de objetos situados de manera arbitraria en el espacio (dos sillas tiradas en el piso con la indicación de hincarse en sus respaldos), me recuerdan algunos intentos de principios del siglo XX, sobre todo en teatro, consistentes en despojar al objeto de su utilidad con el fin de hacer surgir su realidad irreductible, su esencia.

Para las personas capaces de sacudirse prejuicios e ideas preconcebidas (aquellos que caminan por la exposición como si fueran niños con ganas de hacer un descubrimiento), la actual exposición en la Cineteca de Nuevo León (Centro de las Artes) ofrece la posibilidad de recorrer estos objetos creados por la cultura como si no los conociéramos, como si de pronto nos hubiéramos convertido en extraterrestres que visitan un nuevo planeta y se divierten al observar tantas creaciones extrañas y objetos sin sentido

martes, noviembre 16

O tal vez la escritura es del otro


Quizá sucede que mientras duermo en la escritura, Lector escribe. Dicho en otras palabras: otro escribe mientras pretendo hacerlo en sueños. Otro señala acaso el camino. Y sin embargo, escribo.

¿Y para quién, o para qué, Lector mío? ¿Quién escribe en realidad?, ¿yo?, ¿tú que me provocas hacerlo?

Todo esto me recuerda los juegos de Jacques Derrida en “La tarjeta postal”: Es Sócrates quien escribe, Platón está detrás de él, mostrando el camino o dando una orden.

Platón siempre estuvo detrás, eso se sabía, pero no se pensaba que de esa manera. De acuerdo a Derrida, Platón hace escribir a Sócrates (¿qué no era al revés?), lo hace escribir lo que él quiere, y luego finge que todo lo ha recibido del otro. "Es el secreto de la reproducción”, dice Derrida.

Yo digo (con humildad, claro) que es también el secreto del rizoma, de la escritura en (la) red: de muchas maneras una re-producción.


POSIBLE COMENTARIO DEL LECTOR:
“Apenas se estaba poniendo buena y sana cuando cayó de nuevo en su desorden de siempre, la monserga del palabrerío que me pone enfrente”. Eso dirás ahora.

Otra probable opinión tuya: “Ella siempre en los extremos: si es invierno, que sea en Copenhague”.

O quizá te preguntas simplemente adónde diablos se ha ido la Mujer Loba, si acaso está de vacaciones.


¿NO SERÉ YO MISMA QUIEN ESCRIBE MIENTRAS DUERMO?

 
 

lunes, noviembre 15

Ser otro


Leyendo “La Reina de las Nieves”, de Carmen Martin Gaite (Anagrama,1994), encuentro un sorprendente fragmento (muy edípico, por cierto) que me recuerda el extraño pasadizo de la película “Being John Malkovich” (1999), de Spike Jonze: aquel túnel que alguien descubre detrás de los archiveros de una oficina, y a través del cual se accede al interior del cuerpo del actor. El fragmento de Martin Gaite alude, además, a un sueño que se pregunta por los sueños del otro, una delicia:

“Me quedé dormido y me transformé en mi madre. Es un sueño que, camuflado bajo argumentos diferentes, tengo desde niño, desde que probé por primera vez el ardiente deseo de meterme en su cuerpo y en sus sentidos, de saber si me quería o no, de entender lo que piensa una mujer cuando se arregla ante al espejo, cuando está acostada pero no duerme, cuando se impacienta al verte entrar porque estaba esperando a alguien que no eras tú, cuando te mira y es evidente que no te está viendo; quería encontrar el lugar de su cuerpo donde se acusaba la temperatura de sus desasosiegos, necesitaba saber con quién soñaba o con qué.”

Nota en el estribo: Si pudiéramos entrar en otro, ¿quién de los dos seríamos? Y si tomamos en cuenta que, como dice Cummings, somos tantos: ¿quiénes de todos esos tantos continuarían dándonos identidad?

domingo, noviembre 14

Tal como sucedió con las torres gemelas


A ver, vamos a ver:

Mi amigo epistolar opina que a nuestra edad el amor se vuelve un contrincante y que la causa de eso es la memoria. Argumenta que "uno es nuevo siempre que se enamora" (en este sentido, la historia es siempre inédita) y que "ejercer la conquista" es lo mejor que puede ocurrir a alguien (la conquista es aquí una condición deseada).

Yo le había enviado el artículo de abajo, y el poema de Anne Carson que publicó Cristina Rivera en su blog:

And what do they want?
So too a friendship
begins before the first meeting

an empire
before the first conquest.


Y aquí estoy, pensando en imperios, pensando si no me equivoco al decir que pensar es la mejor manera de atender al cuestionamiento. “Razonar en vez de disfrutar”, dirá mi amigo en un tono que me hace ver que he pasado por alto un detallito que es una "condición de posibilidad".

De aquí en adelante, todo adquiere la forma de una nueva pregunta.

De acuerdo a Zizek, el error de Marx fue pensar que era posible una productividad frenética, “ilimitada en su expansión”, haciendo a un lado la causa que le da su impulso: la plusvalía. No hay productividad sin plusvalía, dice Zizek, porque la plusvalía es la “condición de posibilidad” del capitalismo.

Zizek compara este idealismo erróneo de Marx con la melancolía, donde está presente el objeto de deseo, pero falta cierta característica que lo hace deseable. El amor sin conquista, o el imperio antes de la conquista a que se refiere Anne Carson, puede, desde esta perspectiva, ofrecer una opción en la diferencia, pero ésta no dejaría de ser melancólica.

Si vamos más allá, y nos mantenemos en la línea de Zizek, entonces resulta que no hay imperio sin conquista. Por otro lado, mi amigo sugiere la posibilidad de que la deconstrucción que lleva a la resignificación del amor se relaciona, más que con la eliminación de la construcción histórica, con la puesta en olvido de las experiencias previas en la historia personal...

sábado, noviembre 13

Dar oportunidad al amor

Para mis amigas del taller de lectura

I La mujer y el lenguaje


¿Cómo hacer para que el amor no se convierta en un campo de batalla?, ¿de qué manera alejarnos de los juegos de poder, de las dinámicas de conquista con sus vencedores y vencidos?, ¿cómo desandar la construcción cultural, evitar repetir la "historia de amor" que condiciona nuestra manera de relacionarnos?

En "El Albergue de las Mujeres Tristes" (Alfaguara 1997), Marcela Serrano despliega un racimo de historias desdichadas. Un albergue paradisiaco, a la orilla del mar, es el pretexto para unir a este puñado de mujeres en busca de la tranquilidad, a través de cuyas anécdotas la autora expone su idea de que el amor, tal como lo conocemos, ya no nos hace felices.


Llama la atención la recurrencia del tema en la narrativa escrita por mujeres. Hay una conciencia de que los viejos códigos de entendimiento han caído en desuso, y que la época actual es de transición y desajustes. Si al principio se trataba de liberarse del yugo patriarcal, ahora, cuando apenas hemos dado el primer paso, no tenemos idea de cómo relacionarnos con el otro cuando lo vemos de frente.

Todo indica que para construir algo nuevo es necesario deconstruir lo envejecido. Es por eso que constantemente, y aunque resulte chocante, me da por citar "Lo Anterior" (Tusquets, 2004), de Cristina Rivera Garza, un texto donde la autora se aboca a la empresa de escribir lo que aún no es una "historia de amor", en un intento de desandar el camino, de llegar al punto cero de la construcción. Quitar los ladrillos del gran edificio del amor es aquí un asunto de lenguaje que conduce a una serie de negaciones: no escribir una historia en absoluto, romper con la lógica narrativa, etcétera.



El resultado es una historia en pedazos, una no-historia. Quizá por eso al final de la lectura nos topamos con el Génesis. Pero en este nuevo inicio es la mujer quien se apodera del lenguaje y nombra. Su gesto es "un movimiento de pura compasión. La trayectoria de un inicio. Un intento de conversación".

¿Por qué la compasión?, me pregunté la primera vez que leí el libro, y recordé que en esta no-historia, la protagonista había rescatado a un hombre que moría de sed en el desierto, hermosa metáfora para esa parte que difícilmente vemos las mujeres: la problemática del otro, del hombre, para quien las cosas tampoco resultan sencillas actualmente.


Apropiarse del lenguaje, sin que ello implique arrebatárselo al hombre, significa entrar al mundo de lo simbólico. Dicho en otras palabras: para que la mujer participe en la construcción del mundo es necesario que nombre, que diga lo suyo, que establezca una comunicación real con el otro. Entonces cruzar los dedos y pensar que sí, que es posible otra manera de amarnos.



II Autoras regias


Durante la presentación de la antología "Versos Veraniegos" (Conarte, 2004), publicación que reúne el trabajo de las poetas regiomontanas que participaron en el ciclo de lecturas con el mismo nombre, Miguel Covarrubias dijo algo que en un primer momento me pareció desagradable, aunque más adelante tuve que concederle la razón: el libro es valioso porque aporta un documento que nos habla de la poesía regia escrita por mujeres y, también, porque señala sus preocupaciones y perspectivas.

De acuerdo con el maestro Covarrubias, la mayoría de las poetas regias incluidas en el libro escribe textos que abordan el mundo emocional, el imaginario, y que poco o nada atienden a cuestiones de carácter intelectual.

No es mi intención hacer aquí una crítica de la temática de nuestras poetas, pero sí considero importante destacar una reflexión que a todas luces nos sitúa, a quienes escribimos en esta ciudad, en la evidente repetición de la "historia de amor" de la que hablaba.

¿Desde dónde partir hacia la reflexión, ahora sí crítica, de nuestras perspectivas y nuestro lugar en el mundo?, ¿de qué manera apropiarnos del lenguaje?, ¿cómo construir ese diálogo entre iguales? O, visto desde el lado opuesto y como me preguntó uno de mis hijos anoche: "¿de qué manera se acerca uno a una chava intelectual, directa, sin misterios?".

Me viene a la mente la novela de Coral Aguirre, y con ello incurro en otra reiteración chocante. El caso es que en "Larga Distancia" (Conarte, 2004) hay una historia lineal, sí, pero se trata de un texto que habla, precisamente, del fracaso de la "historia de amor". Las mujeres de esta novela son mujeres sin misterio, dado que todo queda al desnudo al final, todo abierto. Y lo que se muestra con esta apertura radical es el vacío, la nada que queda después de romper con todas las reglas y códigos vigentes.

 
Si todo está destruido, si la hermana se acostó con el cuñado, y todas las mujeres de la novela se traicionan, y todo se viene abajo, entonces tenemos ante nosotros una historia en pedazos, una posibilidad de empezar de cero.

Alejandra, la jovencita que escapa de la casa de esas mujeres derrotadas, será acaso quien nombre el mundo. Coral Aguirre no quita un ladrillo después del otro, como hace Cristina Rivera, ella le pone una bomba a la construcción y deja que suceda la fuga, que al menos una de las mujeres escape hacia la diferencia, hacia la posible construcción de una historia inédita.

Y, sin embargo, a pesar de tanto planteamiento teórico, después de tanto hablar sobre el asunto, me pregunto si de verdad será posible hacerlo: volver a nombrar el mundo, aprender de nuevo a querernos.


Publicado en la sección Arte del periódico El Norte. Monterrey, Mx 

martes, noviembre 9

El Latinoamericano de Cuento para nuestro amigo Luipego


Llega carta del narrador Luis Felipe Gómez anunciando su premio:

"Mi mami decía que las alegrías son para compartirse. Así que por eso escribo, para compartirles que estoy harto contentote porque me acaban de decir que me saqué el Premio Latinoamericano de Cuento "Edmundo Valadés". La premiación será en Puebla el día 18 de noviembre y habrá una linda borrachera pa quien guste compartirla. Pa los regios y regios adoptados, voy a ir a MTY este miércoles y me gustaría verlos. Un abrazo, Luis Felipe"

lunes, noviembre 8

Esta esquina es también un centro

Mientras más los leo, más me gustan los tijuaneros. Tienen una frescura medio acidita en la lengua, una manera sabrosa cuando dicen lo suyo allende la última estación: la esquinita de la banqueta donde se acaba el mundo de a de veras y empieza el cartoon cinematográfico.

Lejos del odioso centro del centro tan pagado de sí mismo, tan esclerótico, tan narciso, la frontera aporta otra manera de centrarse, otra lengua viva en su versión remix. Hay un afán casi frenético de reflexión desde el ángulo de lo heterogéneo, de lo ambiguo (de lo no todo, dirán los hijos de papá Lacan, yo incluida): es la mirada del asombro desde la que inevitablemente una se refresca e identifica.

Desde
Lefty, filósofo bilingüe y ubicuo, poeta in english; hasta Julio Lejano , viendo el mundo con sus binoculares sueco-tijuaneros y pensando siempre en las singularidades de la lengua mixta. Pasando por la brujis feminista y suicida, con todos sus rituales brujeriles, y la aljibera semióloga, siempre hablando de símbolos y de íconos. Y tantas otras (y otros) metidas en el trabajo de escribir como si fuera a acabarse el mundo.

Quiera el Universo que los blogueros made in mexico sigan echándole ganas a esto de hacer de nuestra patria un bonche, un encore, un todavía falta decir algo.

Y que viva el México desparramado. Allá, o acá, o al filito de la nada

domingo, noviembre 7

La escritura en juego: carta a la mirada que es el corazón de la nuez



Lo importante en todo caso es la presencia: tenernos presentes de alguna extraña manera. Necesito tanto tus ojos, tu lectura de pronto, de vez en cuando, confirmando que sí, ahí estás, ahí está el orden, la solidez del mundo. Y entonces perder el miedo.

Ya está: mi Lector es la solidez del mundo.

Lector: fantasma-cofre donde me acomodo en sueños, donde coloco mis pedacitos de vida sin que Lector se de casi cuenta. Para que no se vayan volando, para que el desorden no se los coma con sus enormes dientes. Pongo esos trozos de vida en Lector trabajando. Y se crea el orden sin que Lector se de casi cuenta, como si Lector fuera una caja de cristal con un corazón adentro.

Invento una historia. Hay unas alas enormes en el encuentro y hay magia, neurosis, sustancia humana concentrada. Imagino que la vida se resume en una noche y entonces llevo a Lector al acotamiento. Le digo: mira bien lo que está pasando, porque sin tus ojos se desvanece la historia: me desvanezco.

Imagino a Lector furioso, en el trabajo: los ojos ardiendo, el alma entera y el cuerpo deseando que llegue el fin de semana. Y yo en la pantalla de la computadora, diciendo eres mi caja de cristal, mi contenedor de palabras, mi corazón. Lector piensa: ¿qué tipo de presencia es ésta entre tanto problema de trabajo?

Para mí, eres tus ojos leyéndome, pienso-escribo para Lector.

Cuento con tus historias, dirá él, acaso.
Lector solidez del mundo, responderé a mi vez.

Mientras tanto, la vida se desentiende de ambos. Y sucede...

viernes, noviembre 5

Crítica tijuanera

Encuentro en el blog del sueco un comentario crítico-spanglish acerca de la última novela del Gabo (un buen libro-ejemplo de literatura macho-mercantil):

Y hablando de mis putas tristes…
Si las jainas se las saben librar pues que pex, otra vex a que el macho dicte or what?

Fuck Gabo y su capitilist vendimía …


POEMAS NAVEGABLES

Hoy en la madrugada, a mi regreso de la ciudad, leí el nuevo poema de mi amigo Eliot. Más tarde pude verlo de nuevo, disfrutándolo en esta ocasión con mis cinco sentidos y despierta.

Me pregunto por dónde entrarán las palabras cuando leemos medio dormidos o medio ebrios. En la madrugada, el amanecer del poema se me confundía con la noche (también del poema) y con mi noche personal (la hora en que leía). Hoy pude ver un amanecer definido, pude sentirlo (Eliot es bueno en aquello de provocarnos vivir sus atmósferas). También me di cuenta de que él mismo escribe un tiempo inventado (imaginario) y enseguida regresa a la noche en la que escribe.

Entender este tipo de órdenes es aprender a traspasar diferentes niveles de realidad en la escritura, navegar en ellos.

Con todo esto encuentro que me gusta la sobriedad, deslizarme entre los tiempos del texto, pero siempre a partir de una certeza que aporta un suelo para sostenerse en una misma y en la lectura: la conciencia clara y fresca: esa nave.

jueves, noviembre 4

A media agua


Mitad loba, mitad mujer, la wannabe noctámbula fue sorprendida por la alarma a las 6 y media horas esta mañana. Se miró la cara en el espejo y se preguntó: ¿qué hago? El café, esa poción alivianante, terminó el proceso de transformarla. Después de ponerse su traje de humana enteramente normal, salió a la calle.

martes, noviembre 2

Sesión de trabajo y fantasmas


La sesión del Centro de Escritores se llevó a cabo entre altares. Un extraño final para el día tormentoso, para los primeros vientos cortantes de la temporada y el frío que llegó recordándonos a los otros, los que alguna vez estuvieron acaso en estos mismos salones: trabajando en las oficinas o en espera del próximo ferrocarril

La Casa de la Cultura (antigua Estación del Golfo) era una mansión abandonada. La gente de la administración no fue a trabajar y al subir al tercer piso encontré que las salas estaban en penumbras. En el Cripil, la gente del taller de Pedro susurraba. Más tarde llegaron los de JJ Villarreal y se la pasaron igual: metidos en el salón de la mesa redonda, silenciosos.

Los del Centro nos acomodamos entre los altares con sus fotografías, sus platos de frutas, su papel picado y sus flores. Encendimos la luz y nos pusimos a tallerear fingiendo que era una noche cualquiera, haciendo como que estábamos solos.

lunes, noviembre 1

Lunes de todos los santos


Asegura la habitante de el aljibe que una mañana, mientras limpiaba la casa, se aspiró a sí misma. Con eso explica que últimamente ande encorvada y con dolores de espalda, ya que es difícil adaptar la posición del cuerpo a la bolsa de la aspiradora. Si no mal recuerdo, el lugar le provoca, también, estornudos.

Hoy desperté con ese texto en la mente, pensando si al comer un helado no me habré chupado a mí misma. El fenómeno aporta complejidad al famoso dicho: “se la chupó la bruja”: la frase adquiere concretud y se vuelve autoreflexiva (la bruja soy yo misma).

En mi caso, el suceso explicaría el motivo por el cual, a pesar de que engullo con gran placer todo lo que se me pone enfrente, no subo de peso y sigo siendo una tilica. También me hace comprender por qué los lunes amanezco, invariablemente, con el cerebro exprimido.