sábado, abril 30

De esferas y desafuero

Liter Espacio / La misteriosa e increíble aparición del tercero
Por Dulce María González
El Norte

Observo desde mi butaca cómo va cayendo el telón. Ha finalizado una batalla más entre los negros y los blancos. ¡Ah, este tablero del mundo! Dicen que López Obrador es la tercera opción en el escenario político mexicano. Yo digo que es la pugna de siempre, aunque con variantes nuevas y complejas. Hay algo diferente en el panorama: una presencia de alcances inéditos.
Fue una contienda emocionante. Luke Skywalker contra Darth Vader. Nuestros héroes iniciaron la lucha con declaraciones subidas de tono en los medios. Luego tomaron las armas, la filosa "legalidad" y la implacable "justicia", y se batieron en duelo. Los espectadores echando porras desde un lado y desde el otro. Interesante.
Hasta que los seguidores de uno de los bandos se pusieron a hacer tal alboroto en las gradas, que el bando contrario se dio por vencido y de esta manera finalizó esta contienda específica. Suele suceder lo mismo en el futbol, en ocasiones la porra es decisiva. El asunto es que el estadio está en calma, hay un vencedor y un vencido, y todo el mundo hace preparativos para la siguiente batalla.
Aquí sigo, entre millones de butacas de un estadio vacío. Estoy en compañía de un libro, para variar, de Sloterijk. Es la teoría de las esferas, su obra magna, lo más hermoso e inteligente que haya leído y por eso me quedé aquí, para avanzar en medio de este silencio cargado de voces, esta energía.
Lo primero que hace Peter Sloterijk en "Esferas I" (Siruela, 2003) es situarse. Habla de lo desprotegidos que nos quedamos los humanos cuando Copérnico nos hizo ver que el mundo no tiene cáscara. Nada de envolturas ni de cielos protectores.
"Desde que los tiempos se hicieron nuevos de verdad", dice, "ser-en-el-mundo significa tener que aferrarse a la corteza terrestre y rogar a la fuerza de gravedad que no te abandone".
El proceso de globalización se puede entender entonces como el intento utópico del primer mundo de construir un cielo falso, un "invernadero" capaz de protegernos de los "horrores de un espacio sin límites".
Pero para que la construcción se lleve a cabo, enormes cantidades de gente deben ser evacuadas de sus viejos "cobijos de ilusión regional", y de esa manera quedan expuestas a las "heladas de la libertad". ¿Cómo se atreve?, me digo, y echo un vistazo al estadio donde me encuentro: una construcción mexicana; este tipo de atmósfera, de medio, de cáscara.
Sloterdijk está en Alemania y hace bien en pensar desde su sitio, reconsidero, un poco para justificarlo: es mi autor favorito. Pero yo estoy acá, leyendo; acabo de presenciar una contienda salvaje y, por lo mismo, no puedo dejar de ver lo siguiente: Para que Ellos puedan elaborar su sueño de protección cascaril, es necesario que exista este soporte que somos: la miseria de los países globalizados.
En este lado, las cosas son más complejas, o, para decirlo con la palabra de moda, "diferentes". Porque para sobrevivir tenemos que tomar decisiones en relación a ese sueño del Otro, el sueño de Ellos. Es por eso que, entre Nosotros, está el bando de quienes les creen a Ellos y están dispuestos a contribuir con su construcción utópica; muchos en este bando (que son muy idealistas y muy cristianos y por eso se sacrifican) están dispuestos a entregarlo todo, otros tienen miedo y otros más andan sacando ventaja.
En el otro bando tenemos a los que se resisten y quieren meter freno al sueño de los Otros, porque a veces sucede que la gente tiene sueños propios, y extrañamente los prefieren y quieren llevarlos a cabo. En este segundo bando también hay aprovechados, decirlo es una obviedad.
Por supuesto que estamos hablando de las porras. A los políticos ni quién los entienda, ellos tienen sus motivos, casi siempre personales. Pero su espectáculo nos sirve para pensar, para situarnos y darnos cuenta que estamos en este estadio mexicano. El espectáculo de nuestros protagonistas nos ayuda a entender nuestro medio y nuestra cáscara, y a veces nos provoca preguntarnos por nuestros propios sueños. En estos casos la gente se pone muy romántica, o se enoja o se deprime, o se lanza al ruedo.
En ocasiones (seguimos con la teoría de las esferas y con nuestros sucesos políticos del último mes), sucede el milagro de la creación de una nueva esfera y con esto llegamos a lo que comentaba al inicio. Es algo muy simple en realidad; sin embargo, se antoja milagroso: los espectadores de alguno de los bandos se dan cuenta de que existen, que son un grupo de gente aglutinada en torno a un deseo que en un primer momento parece ser de índole puramente política.
Pero después caen en la cuenta de que, sin proponérselo, han creado un cielo, una protección, una cáscara de sentido que los une y les da forma. Aparece entonces ese otro deseo de estar juntos.
"A cada forma social pertenece una casa del mundo propia", dice Sloterijk, "una campana de sentido a cuyo sonido los seres humanos, antes que nada, se reúnen, entienden, defienden, acrecientan, limitan".
De manera que, si algo nos queda claro después de este partido de fut entre nuestros líderes, es que, en efecto, existe una tercera entidad, una verdadera "diferencia", puesto que ésta se encuentra fuera del campo, siempre bipolar, de la batalla. Y es la presencia de esta tercera esfera quien ha decidido el marcador. Al menos así se vieron las cosas durante el partido.

viernes, abril 29

Construir telarañas o convertirse en escritor superestrella


Cuando leí por primera vez el poema “Tabaquería”, de Fernando Pessoa, tenía poco más de 30 años y ya no sentía que la vida estuviera adelante, sino en derredor. Era una joven no muy joven que se dedicaba a escribir de manera neurótica y que buscaba reconocimiento, eso era yo entonces hasta donde recuerdo.


El poema de Pessoa fue una bomba, una implosión, un entallamiento que me dejó vacía de lo que entonces llamaba “metas”, “futuro” (una exigencia salvaje consistente en que los Otros se refieran a una como una escritora que promete), “proyecto de vida” (a esa edad la vida es todavía algo que, imaginamos, se puede programar) y toda una serie de términos muy de los noventa.


También creía en el Canon Literario como quien cree en Dios, y me dedicaba a trabajar para un futuro que no sabía muy bien qué forma tenía, pero sonaba positivo en términos mundanos, que entonces no sabía eran tales, ya que el reconocimiento me parecía trascendente y no lo relacionaba con las expectativas externas, rígidas, dogmáticas, del mundo literario.
Ahí estaba yo, ante el poema de Pessoa, cayendo hacia la desolación.


Sin embargo, un par de semanas más adelante, y a fuerza de leer el poema como si deseara arrancarle los ojos o algo así, decidí aferrarme al último de sus versos.


“Tabaquería” aborda el momento en que Pessoa, el autor, está escribiendo el poema mismo. De vez en cuando se asoma a la ventana que está frente a su mesa de trabajo. El texto que escribe Pessoa habla de los genios. Se lamenta de que muchos de ellos no sean conocidos, de la posibilidad de que nadie leerá sus textos ni sabrá que existieron. Una proyección obvia si recordamos que el mismo Pessoa, aunque medianamente conocido, seguido por algunos como poeta de culto, nunca publicó un libro y dejó su obra dispersa en un sinnúmero de diarios y revistas.


En “Tabaquería”, Fernando Pessoa parece formular para sí mismo las siguientes preguntas: ¿qué es la trascendencia?, ¿por qué me estoy gastando la vida en esto?, ¿qué sentido tiene escribir?, ¿cuál es la relación entre literatura y vida?, ¿para que vivimos?, etcétera.


En aquella lectura de hace años me impactó el momento cuando, a través de su ventana, ve a una adolescente entrar a la tabaquería que está justo en la acera de enfrente. Ella compra un chocolate y sale de nuevo a la acera, donde empieza a comérselo. El poeta observa el placer de la muchacha y comprende que ella está viva, que está gozando su chocolate. También entiende que él, el poeta que la observa al tiempo que escribe, es solamente testigo de ese instante de vida en plenitud.


El caso es que ella vive, mientras él escribe. Y de pronto le cae el veinte de que morirá, que desaparecerá su mundo, que la trascendencia es un imposible, dado que incluso la lengua en la que escribe se desvanecerá algún día que no será más un día, puesto que no habrá alguien que lo nombre. Y hasta el sol se apagará.


Sin embargo, justo cuando está en el punto más profundo de la desesperanza, el más insalvable, sale el dueño de la tabaquería y lo saluda con una sonrisa. El sol vuelve a aparecer: quien escribe está aún vivo.


Aquella tarde entendí que la vida está para vivirla. Vivir la vida a través de la escritura es una posibilidad. También es posible vivirla a través del trabajo, de los hijos, etcétera. Negar la vida en favor de las exigencias del mundo, por el contrario, pareciera ser un desperdicio. Sobre todo si tomamos en cuenta que las exigencias del mundo casi nunca coinciden con nuestros deseos. Pues a trabajarnos el mundo, entonces. A veces es necesario crear imaginativas maneras de supervivencia con el fin de frenar esa exigencia de la entrega absoluta. Eso sucede en todos los ámbitos.


Por otro lado, en estos tiempos el asunto se complica, puesto que quien exige nuestra inmolación no es el mundo, sino el mercado; entonces las cosas se ponen aún más claras, o más terribles, según las aspiraciones de cada uno.


He ahí las implicaciones vitales del reconocimiento, la inutilidad de tantos sacrificios por parte de quienes se someten, aquellos que intentan acceder a un Canon Literario que, autoritario y jerárquico, poco a poco va tomando forma de una tienda de abarrotes. He ahí, también, la fortuna, incomprensible para muchos, de quienes deciden vivir en la escritura, a través de ella y no para ella y sus representantes comerciales.


Y es en este punto cuando entendemos la importancia contemporánea de los blogs. Porque las páginas personales nos ofrecen la oportunidad de vivir la experiencia de la escritura en la horizontalidad; alejados, además, de los juegos y rejuegos del capital, muy lejos del mercado.


Las bitácoras virtuales constituyen un espacio en donde la escritura es un diálogo entre iguales (disfrutadotes de la belleza escrita, de la vida escrita) y posibilitan que vivamos un proceso en el cual vamos desaprendiendo el viejo sentido, vertical y jerárquico, de lo literario, al confrontarlo con nuestra propia experiencia de escritura. He ahí entonces que empezamos a vivir tal experiencia como lo que en realidad es: una red de intercambios postales, una serie de cartas a los amigos en el tiempo y la distancia, una horizontalidad en la que contribuimos con el fin de crear la verdadera obra: una enorme telaraña, entramado de belleza que entre todos vamos tejiendo: un ente construido de palabras y a partir del diálogo.



Fernando Pessoa
Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie
sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada
por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente
evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y
los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y
cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la
carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de
la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a
la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y
opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real
por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real
por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no
fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla.
¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede
haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas
convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más
convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos
soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol
verdadero ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo, aunque
tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más
humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant
ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al
pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o
que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos
de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las
chocolatinas, mira que todas las religiones no
enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad
con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel
de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que
nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un
desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir
de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que
estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar,
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me
invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no
ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni
amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin
hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al
que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El dominó que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo
desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me
había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy
sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de
enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la
puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo
mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
en determinado momento morirá también la muestra, y
los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo
la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo
esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así
como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y
viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el
sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a
comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido,
humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo
lo contrario.
enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los
pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia
de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el
cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(el propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y
me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós,
Esteves!, y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario
de la tabaquería se ha sonreído.

domingo, abril 24

Por cierto...

Este mes, el día 7 para ser exacta, este blog cumplió un año.
¿Y a qué hora tanto?

Motivos para asesinar al descendiente noctámbulo

a) Pache compró un six de tecate y desde temprano lo metió al refri.

-- ¿Puedo tomar una de tus cervezas? --le pregunto por simple cortesía.
-- Mi hermano también me pidió una --responde-- y se la vendí. A ti te la regalo porque me diste la vida y ahora sí estamos a mano.

b) Marijose y Andrés ven la televisión, Pache trabaja en su computadora. Les pido a todos que pongan atención porque tengo un aviso importante.

-- Mañana no voy a estar en todo el día –les digo--, así que les voy a decir lo que compré para que no se mueran de hambre.

Andrés y Marijose bajan el volumen de la tele, Pache cierra su laptop y me enfrenta con severidad:

-- Tener un hijo como yo es un privilegio –dice--, pero también una responsabilidad, ¿sí sabes cómo?

Y así.

sábado, abril 23

Últimas noticias del paraíso

Ah, mi querida Clara Sánchez, aun recuerdo cómo disfruté esa novela tan llena de asfalto, videoclubs, centros comerciales, gente viviendo como si nada. En cambio aquí me tienes con las últimas mías. Medio sufridoras y personalísimas:

Después de una visita a la librería Gandhi (aventura que, temeraria de mí, pagué con la tarjeta de crédito quedando metafórica y literalmente en la calle) caí en la cama debido a una infección intestinal que no deseo ni por asomo atribuir a mi querido perrolobo; pero ni modo, ni hablar, así es la realidad aunque intentemos taparla. Los besos directos al hocico tienen su precio y jamás se disfrutan con impunidad. (Ah, esos malditos placeres de la carne). Y al día siguiente párate de la cama para llevar a los alumnos a la exposición de Benjamín Domínguez en la Pinacoteca del Centro de las Artes.

Ahí te va Dulce-medio-desmayada arrastrándose entre los ángeles, los ropajes maravillosos, los rostros de otras épocas y los otros de los alumnos: sus gestos de sorpresa o aburrimiento a escoger. Personajes del barroco con cámaras fotográficas en las manos y la pobre víctima-medio-desmayada susurrando no, a mí no, fotos en este momento no y entonces correr al baño, sudar frío y de regreso los óleos, los ángeles, los ropajes maravillosos, etcétera. Cristina González, amena y erudita, explicaba la serie del matrimonio en el segundo piso (variaciones sobre variaciones) y fue entonces cuando ¿Ya viste la museografía?, pregunté a un alumno, y enseguida: Qué maravilla el laberinto, los cuadros flotando en la oscuridad. A mí no me gusta el arte, respondió el susodicho. Pues clávate en la arquitectura del museo, sugirió la maestra-guiñapo-diarréico, es bellísima. No me impresionó la del Louvre, dijo, imagínese. En ese momento fingí que la Virgen me hablaba y, abandonándolo con su cara de moco, dejé que se pudriera solito.

Debo confesar que anoche mejoraron las condiciones climáticas (aunque en la ciudad se puso a llover sobre mojado: sudábamos y sudábamos y de pronto el aguacero). Coral, Cuitláhuac, Javier, Ricardo y Félix me convencieron de tomar una copa de vino y la pasé delicioso. Hoy no sé, ando con el estómago en caos, y así.

Trompetillas de la Mujer Loba.
Publicidad.
Fin del noticiero.

Variaciones


"En mi obra mezclo elementos barrocos con situaciones que pueden hallarse en la actualidad, a manera de contraposición del desierto y su minimalismo, y en un intento por llenar una página en blanco y crear altares. Por ello, en mis cuadros incluyo ángeles, tatúo a los personajes barrocos, los monto en bicicletas, los sitúo en circunstancias aterradoras o los rodeo de belleza.

"Desde que conocí el cuadro de El matrimonio Arnolfini le vi una gran viabilidad de movimiento, así como diferentes posibilidades de situaciones entre el hombre y la mujer. Sobretodo, la proliferación de símbolos fue lo que me atrajo. He estado muy ligado a los pintores flamencos. Descubrí en ellos una mina de oro, un mundo onírico lleno de simbolismos, lo que ha ayudado a consolidar mi obra, al imaginar su pensamiento a través de los siglos."

Benjamín Domínguez

martes, abril 19

El diálogo se escribe con zeta

Abro las persianas del depa y dejo entrar al cielo nubladón: venga, paséle. Enciendo la computadora, pongo mi disco de viejas canciones italianas: Millennium Italia. Enseguida preparar un café, sentarse a trabajar. Estoy aquí, plena en la escritura de mis pequeños comentarios. También estoy, no lo niego, metida a calzador en los pendientes del día, lo mundano. Tres posts en el blog, un par de memos, Vasco Rossi en las bocinas canta: liberi, liberi. Con impunidad.

Enciendo mi Marlboro Light de la mañana.

Superando los obstáculos: ahora es la voz de Tiromancino y yo okey, me digo, superándolos. Estoy llena de palabras. Palabras como polvo flotando, como hojas de papel, como la canción mexicana que mezcla ambas imágenes: un entramado de aire sosteniendo la mañana.

Es tan frágil el momento, la evocación del diálogo en la fragilidad del instante. Y el alma ahí, contenida, bebiendo apenas, comiéndose una palabra con catsup. Sabe rica y ella, incrédula, sonríe. Se dice: regreso, regresé.

Y así.

Las chicas de letras contra Zizek (no es película de El Santo)

Les dejo un relato excelente, y muy crítico, de Elsa Kalish. Se in-titula “Las chicas de letras se masturban así IV" y su lectura fue recomendada por Cosmodelia en Rizomas.

Pobre Zizek… ¡Si supiera lo que andan fantaseando las argentinas chicas de letras!

Llegó poema para La Mujer Loba

A arañazo limpio intentó impedir La Noctámbula que publicara yo este poema que envió para ella el querido Quién Sabe Quién, alias "El Anónimo". Muchos tenquius al tal personaje. Va:

Como buzón de casa abandonada
de alcohólicos y anónimos prohibidos
donde en silencio dos desconocidos
se arroban con café de madrugada

Sin código que viole tu morada
Sin nada que confunda a los sentidos
Sin hallarnos ni darnos por perdidos
Sin palpar, sin que medie la mirada

Te escribo con la voz casi encogida
por pena de abordarte sin mesura
jugando a que me escondo en una arroba.

Perdón por verte así, desprotegida,
ajena a tu vestido o tu armadura,
desnuda a mis palabras, Mujer Loba.

Firmadora

Últimamente me ha dado por dejar firmas aquí y allá, en tantos blogs que disfruto leer. Pensé: abriré mi libro de visitas por si a alguien se le ocurre firmar este cuaderno medio arrugadito.

sábado, abril 16

Columna

Liter Espacio / Una diferencia que no podemos perder
Por Dulce María González
El Norte

El asunto aquí es comentar lo que está sucediendo con las humanidades. Un problema que no es sólo nuestro, ya que la marginación en las universidades de las carreras humanísticas (filosofía, sociología, literatura, arte, historia) es un fenómeno global relacionado con las presiones que los grandes organismos financieros ejercen actualmente hacia las instituciones educativas.
El problema no es tan simple como pareciera, porque al lado de esta perspectiva que lo ve todo desde la oferta y la demanda, a la par de estas exigencias externas, cuyo cumplimiento se monitorea por medio de las famosas "acreditaciones", se habla de "formación integral" y se instalan programas en este sentido, lo cual da lugar a serias contradicciones.
En nuestra Universidad se implementó, desde hace ya cerca de cinco años, un paquete de materias humanísticas para todas las facultades llamado "Estudios Generales". El proyecto, del cual formo parte como profesora de la materia de Apreciación de las Artes en la Facultad de Medicina, ofrece al alumno herramientas de reflexión de lo humano y lo social, de análisis de la realidad, de manejo del lenguaje, etcétera, que lo sitúan en el mundo y lo enriquecen como sujeto.
Sin embargo, y en contradicción con este proyecto innovador, la Facultad de Filosofía y Letras (el espacio donde se forma a los humanistas, que a su vez abordarán la formación humanística en las otras áreas; el lugar donde se produce y se conserva este tipo de conocimiento que, por su naturaleza, trasciende el espíritu pragmático de nuestra época) se ha propuesto modificar sus programas de estudios con el fin, según se declaró en la prensa, de elaborar una oferta atractiva (atraer más alumnos a sus carreras) y estar más acordes con el mercado laboral contemporáneo.
Se me ocurre que un filósofo pueda reflexionar acerca de lo humano en relación a las exigencias del mercado, que haga de ello su materia de investigación, pero, la verdad, se me dificulta verlo integrado a ese medio en calidad de "empleado". ¿Haciendo qué cosa?, me pregunto.
¿Qué no son las mismas universidades las encargadas de abrir espacios de investigación para la filosofía, la sociología, etcétera?, ¿por qué nuestra universidad pública no asume en forma cabal su obligación de proveer al egresado de humanidades de un espacio de ejercicio de su profesión y, en cambio, intenta adecuar estas carreras a la bolsa de trabajo?
Me pregunto, también, desde cuándo los filósofos, literatos o historiadores llegan a las universidades del mundo convertidos en muchedumbre. ¿Qué no se trataba, desde el principio, de una minoría encargada de preservar y enriquecer el Conocimiento Humano en mayúsculas?
Conocí en un avión a un ejecutivo italiano especialista en finanzas, se llama Marco Basso y se dirigía a Sao Paulo a supervisar una planta de alcohol que, según aseguró, es un combustible excelente para los automóviles, porque produce muy poca contaminación.
Por algún motivo la conversación se desvió hacia la literatura y fue entonces cuando me contó que había estudiado la preparatoria (que allá es de cinco años) de humanidades. "No te imaginas", me dijo, "lo que eso significa para mí".
Se puso a explicarme la importancia de saber "de dónde vienen las cosas", mencionó el origen de ciertas palabras que le encantan, lo que le ha ayudado conocer a profundidad la historia del mundo, lo que le dejaron ciertas reflexiones que hizo a su paso por la filosofía y la ética, y la enorme experiencia que significó haber traducido del griego un texto completo en uno de sus exámenes finales. "Me sorprendió que, después de leer con atención, cuando empecé a traducir, ya tenía un concepto muy complejo en mi cabeza y podía manejarlo con facilidad".
La formación de Marco se antoja una excepción, al menos para una mexicana del extremo occidente, sobre todo porque se trata de un hombre de negocios.
Pero lo que más me sorprendió fue cuando me contó, entusiasmado, que una amiga suya estudió una carrera de humanidades y que en su generación se graduaron solamente dos alumnos."
¿Por qué los demás, los que pagamos impuestos, tendríamos que sostener una carrera así en una universidad pública?", y enseguida se respondió a sí mismo: "Porque estos dos humanistas son imprescindibles para nuestra sociedad, son ellos los que nos piensan y nos dicen cómo vamos, ya que nosotros no tenemos tiempo para eso".
En la introducción al libro "Scenari del XXI Secolo" (Utet, 2005), el pensador Gianni Vattimo asegura que quien se dedica a la cultura, aquél que produce o busca producir "obra", constituye la más radical "diferencia" en un mundo que tiende a la homogenización mercantil.
Se trata, dice Vattimo, de una minoría que no se puede perder, pues a través de ella escuchamos lo que viene de muy lejos en el tiempo, y por medio de ella nos esforzamos en traducir aquello del presente que aparece como intraducible.
La opinión de Vattimo nos recuerda que las actividades artísticas y las disciplinas humanísticas son, en sí mismas, las únicas capaces de erosionar, desde las universidades públicas y los espacios alternos, el enorme poder mercantil que sojuzga al mundo y que da lugar a minoritarias sociedades de bienestar apoyadas en la miseria de la mayoría.
Las actividades y disciplinas humanísticas ofrecen una opción de "diferencia" ante un mundo dominado por la tecnología y el mercado, un resguardo de la memoria, y la posibilidad de imaginar el surgimiento de ese humano nuevo del que hablan los nietzscheanos de ahora: un ser más consciente, más íntegro, más libre.

martes, abril 12

Saluti dal Messico

Llegó correo de la clase de español de Gemona del Friuli.
Va un saludo afectuoso a Marco Bellina, Silvana Michelutti, Annamaria Pascottini, Ileana di Giusto, Giovanni Bianchi, Angela Zanutto, Valentina Bianchi, Stefania Traunero, Nives Forgiarini, Nadia Di Doi, a los que en este momento se me escapan y, por supuesto, a mi querida Marta Amador.
Muchas gracias por la calidez con que me recibieron en su espacio.
Un beso nocturnillo para todos ustedes.

La Wannabe se niega a ser virtuosa

--¡Fraude! ¡Fraude! ¡Pirateo perverso!

Eso grita la Mujer Loba de madrugada. A todo pulmón. Ha descubierto impostoras en el ciberespacio.

--Tócame los pelos --dice--, mete la mano en mi hocico: yo soy de verdad, soy la one and only.

Intento tranquilizarla: estoy a punto de pincharme un dedo para que lo chupe cual bebé.

--¿Será que no tienen imaginación propia estas impostoras? --dice en un alarido y enseguida, con furia telenovelera, mostrándome los colmillos--: te lo advertí, te lo dije mil veces, en vano te rogué que me registraras.

Se limpia los mocos y enseguida se tira al suelo de manera teatral, golpea con los puños, emberrinchada.

--Ya cálmate --le digo, un poco cansada del desmadre que está haciendo, temerosa de que se quejen los vecinos o llegue la policía--, tienes que ser más cristiana, más humilde. Debes comprender que actualmente hay escasez de ideas, de personajes, ¿qué no te enseñaron a compartir tus juguetes cuando niña?, ¿no te das cuenta que se acaba de morir el Papa y ahí viene el Anticristo?

Solloza, tiembla… se va quedando dormida…

Shhhhhhhhh

viernes, abril 8

Descubriendo el hilo negro

Acabo de darme cuenta: siempre estamos viajando. También este tipo de geografía, digamos, volátil tiene sus parajes ocultos, sus restaurantes de traileros, sus carreteras.

Déjame saco la cámara (esto último lo dijo la Mujer Loba).

Me empieza a cansar su sarcasmo (esto lo digo yo).

Regreso a casa (inicia el recorrido)

Si el mundo fuera correcto, dice Martim en su viejo blog (de rostro recién cirugeado), la granada vendría en formato comestible. Lo pienso, lo repienso: claro, digo, pero no sería tan interesante comerla. ¡Ah, que Martim! A su vez, Erika nos sorprende con un tratado sobre las tripas que en un principio me despertó el apetito y más adelante me lo arruinó (justo cuando alguien enrolló los intestinos de un santo a un mástil o algo así). Los textos de Erika son muy disfrutables, además está su afán de echar cloro al blog y esas cosas que tiene, como el mentado mayordomo, Roderico. Por su parte, Driana nos pone a escuchar música rica, justo la que esperábamos.

Y es entonces, en este recorrido histérico de quien desea recuperar todas las lecturas al mismo tiempo, cuando llego a un blog que me detiene y me provoca olvidar todas y cada una de mis sagradas obligaciones. Hasta donde voy, ya que me falta un mundo por leer: no es fácil ponerse al corriente después de casi un mes de ausencia. El caso es que arribo a la página del Perro cansado, que de cansado no tiene un pelo, ni canino ni humano, y la prueba está en esa serie de textos escritos durante las últimas semanas.

Los comentarios sobre la novela de Jelinek se enlazan y complementan de manera natural al análisis de esa otra pareja en el film “Ojos bien cerrados” de Kubrick. Tenemos, por poner otro ejemplo, esa crónica de una tarde de cine, en la que se incluye la crítica social de los adolescentes contemporáneos (qué bien le va a ir al capitalismo si las hordas de gente suave siguen como van, dice nuestro Perro) y todo el recorrido al centro comercial como marco a la reseña de una película que de pronto, yo misma, tengo urgencia de ver.

La literatura, el cine, la música. Textos capaces de despertar el deseo, la reflexión. Entre ladrido y ladrido este perro parece disfrutar de lleno lo que la vida nos pone enfrente si sabemos elegir: el resto, lo que queda, las películas que no harán historia pero una no se puede perder, la música que se esconde al fondo de los anaqueles...

Parada en la gasolinera para ir al baño. Continuará...

miércoles, abril 6

En Treviso


Lo primero fue caminar hacia el centro en compañía de Ingo y Beatrix, tomar un proseco en el bar más hermoso del mundo, bajo los arcos de una explanada típica, hablando de todo y de nada. Lo importante era estar ahí, hablando de lo que fuera pero juntos, en un presente que se antojaba imposible. Once años sin ver a Beatrix eran ya demasiado.

Cuando llegamos a la casa de Carmelo y Brigitte no imaginaba que la atmósfera sería tan acogedora. Carmelo puso música de Chabela Vargas y empezó a hablar de México, las pirámides, las casas y jardines, la cultura. Los enormes óleos de Carmelo y Brigitte cubren las paredes de la casa. Todo ahí habla de ellos, de su pasión por la pintura, de una vida vivida a plenitud, de un trabajo de años.

Nada en esa casa está en un lugar, digamos, lógico. Muebles antiguos en la cocina, libros por todos lados, una hilera de ceniceros pequeños sobre una cómoda, como si se tratara de una instalación. Hablamos mucho en la cocina, preparando la comida, comiendo trocitos de pan con bacalà y bebiendo.

Después, en el comedor, la mesa era una obra de arte. Huevos duros pintados por Brigitte, la maravilla de quebrar aquella belleza y comer su interior. Papas con rosmerino, espárragos recién cocidos. Música mexicana y todos hablando de nada, de todo, de la alegría de habernos juntado esa tarde. Alemán, inglés, italiano, español. La Torre de Babel en una pequeña casa de Treviso donde todos parecen tener un motivo de estar bien, una historia para contar, un trabajo que les llena el alma.

Algo pasó esa tarde, algo como un sol nuevo, una pasión conocida iluminada por el sol de siempre: la pintura, la literatura, la vida vivida y la que se avecina. Donde sea, como sea, a la hora que sea. Y que venga lo que sigue.

martes, abril 5

Il paese delle farfalle


a) Ocuparse
La primavera es bella en Bordano del Friuli, santuario de mariposas. El aire de las montañas, aún frío, contrasta con la brillantez del sol. La gente sale a las calles a comprar el pan o a visitar “negocios”. Los veo de lejos, metidos en sus ocupaciones mientras me ocupo observándolos.

Marijose pasa todo el día con los amigos. Van al lago en bicicleta o se juntan en el bar para jugar calcietto. Demasiada adultez para una mexicana de once años.

Fuera de que hay dos nuevos bebés en el pueblo (Federicco, de Elisa y Danielle, y Filippo, de Angela y Giuseppe), la novedad es que Sharon y Nicole no han ido a la escuela con el pretexto de que Marijose vino “especialmente a visitarlas”.

El pueblo te atrapa, la calidez de la gente te impide volverte en otra dirección. Y como prueba está el capuchino de la mañana, la conversación con Marta y Stefano: un instante para ocuparse de la vida más allá de la vida de preocupaciones a que la ciudad nos tiene habituados.

b) Despreocuparse
Apenas me tranquilizo, descubro que vengo arrastrando un cansancio viejo.
Días de levantarse tarde, de dormir la siesta. Ajum.

c) Ocuparse (de otra manera)
La Mujer Loba disfruta pasear por el pueblo. Bebe café en algún bar, imagina que se tira a leer bajo las montañas. Pero en Bordano este sueño es imposible: invariablemente se acerca alguno a la mesa. El tal "alguno" parla hasta que se le acaba la saliva, cuenta anécdotas, ofrece bebidas y he aquí que la Mujer Loba acude a esa otra transformación: la animala italianizada.

Entonces se deja ir, parla mucho ella misma, deja correr la tarde con el libro cerrado. También esto es dejarse habitar por la palabra.

d) Y de otra manera más
Si acaso es verdad eso que dice Sloterdijk, si al indagar nuestro interior descubrimos que, más allá de atribuciones, somos un vacío por ocupar, entonces el vacío que somos en las vacaciones se va llenando de palabras de manera, digamos, natural.

Marijose y yo nos fuimos a la cama temprano con la intención de leernos en voz alta: una página ella, otra yo. “¿En que idioma leemos?”, le pregunto, y responde con el italianismo acostumbrado: “mejor en español", dice, "el italiano me da fastidio”.
Empezamos la nueva novela de Tabucchi.

e) Pista de despegue
Marijose tuvo un sueño que no desea perder. En él iba y venía de Japón. Bastaba cerrar los ojos para viajar. “Tenemos una mente muy fuerte”, le dijo Pache en el sueño. Ahora vive la angustia de que el sueño desaparezca.

“Piensa mucho en lo que sucedió”, le digo, “para que se fije en la memoria”. Ella asiente con seriedad y enseguida deja que se le pierda la mirada. Entonces caigo en la cuenta: cree en mí, estamos viviendo esa época. Procuro que sea ésta una tierra clara, que le sirva de punto de partida, de plataforma de despegue.

f) Preparando el vuelo
“¿Qué estás leyendo?”, pregunta, temerosa de que haya avanzado sola en nuestra novela de Tabucchi. “Leo mi libro de filosofía”, respondo. “¿Filosofía?”, pregunta con cara de sorpresa, y enseguida: “me lo pasas cuando lo termines”. Y aunque sé que no se lo daré a leer (no entendería, se aburriría y empezaría, quizá, a sospechar), sé también que itentaré decir algo que comprenda: haré la reseña.

Pienso en lo inevitable: la partida.
Algún día leerá sus propias cosas.

g) Más italianismos
Señala un suéter que no le gusta. “No pienso metérmelo”, dice.

h) Folclorismo y realidad
Abro la puerta y me encuentro con un grupo de turistas. Están del otro lado de la calle y señalan la casa con la mano o toman fotografías. ¿Cuándo fue que vine a caer de este lado del folclorismo italiano?

Más tarde, acaso al ver una imagen de ese pueblito típico en las montañas, los turistas pensarán que la mujer que salía en ese momento era una friulana de provincia.

Así se ponen a veces las cosas con el mundo… con las interpretaciones de la realidad.

i) Il marocchino
Cada tarde llega al bar con su sonrisa grande. Y aunque tiene un carácter muy agradable, carece del atributo más importante: no tiene nombre. Todo el mundo se refiere a él como “el marroquino” y cuando le hablan directamente es igual: “comme vai, marocchino?”

Coloca la mercancía en una de las mesas (suéteres, zapatos, chamarras) y se sienta a ver la televisión. Sólo cuando ponen música se “arrabia”, pues no lo dejan escuchar el National Geographic. El "marroquino" es el parroquiano más culto del bar.

j) Domingo luminoso
Éramos cerca de diez personas sentadas en la terraza del bar, había un sol calientito y platicábamos de cosas sin importancia. Yo esperaba a Marta, la argentina, a quien había prestado el original de la novela para que la leyera durante la noche. De pronto llega y exclama de lejos: “Buona pasqua, Mercedes luminosa”.

sábado, abril 2

Comunidades de existencia

Liter Espacio / Agentes libres
Dulce María González
El Norte

En cuanto pisa esta tierra, y sin apenas enterarse, la pequeña Marijose empieza con italianismos: "me da fastidio", en lugar de "me cae mal"; "está arrabiado", en vez de "está enojado". La veo de lejos montada en su bicicleta, la chaqueta cerrada hasta el cuello, la bufanda del Udinese flotando en el aire como bandera. Se dirige al lago con su amiga Anahí. Y ríe, se sumerge en este otro espacio del que también se le antoja apropiarse.

Pienso: hay quienes nacen con esa capacidad de disfrutar sus fragmentos.

El individuo contemporáneo es así, móvil. "La movilización total", llama Ernst Junger al afán de llevar todas las reservas al frente de batalla. En la producción, en la forma de vida, en el trabajo y la cotidianidad se lleva a cabo la guerra, el empuje hacia adelante. Y lo constatamos, observamos la evidencia: la modernidad ha puesto fin a la inmovilidad de las sociedades tradicionales. Esto último lo dice Peter Sloterdijk y hoy tengo ganas de creérselo.

La niña es de aquí y de allá, está naturalmente integrada a su grupo de Monterrey y al de Bordano del Friuli. Me gusta su gusto de ver desde varios ángulos, ser ella misma en cualquier parte.

En la biblioteca del Castillo de Miramar, en Trieste, hay un óleo del Castillo de Chapultepec, en México; también muchas águilas devorando serpientes. En los tapices y las cortinas, labrada en la madera de paredes y pisos, el águila mexicana difícilmente se entiende en este contexto, digamos, romántico. Y sin embargo la vemos con otros ojos, con renovada emoción.

"¿Esa edad tenía cuando se fue a México?", pregunta Marijose al ver el retrato de Maximiliano en la Sala del Trono. "Aproximadamente", le respondo. "¡Era un muchacho!", exclama. "Exacto", le digo, "un joven entusiasta que no tenía idea de adónde iba ni mucho menos la que le esperaba". Que si deseaba apoyar a la Iglesia porque Juárez bla, bla,bla; que si le pidieron esa ridícula "ayuda" los conservadores de nuestra tierra. Lo cierto es que se marchó a un sitio que sólo existía en su imaginación. "¿Y nosotros?", pregunta Marijose, "¿nosotros sí sabemos qué onda?". "Al menos ya no vemos el mundo en blanco y negro", respondo, y en ese momento me viene a la mente la última novela de Tabucchi.

En "Tristano muere" (Anagrama 2004), el protagonista, un héroe nacional, partisano en la Segunda Guerra, se pregunta si ha hecho lo correcto. Después de luchar contra el fascismo tuvo que decidir entre dos únicas opciones: o el comunismo, o la democracia. Eligio la democracia, pero ahora sabe que en ningún lugar estaba la respuesta. En el mundo hay matices, dice Tristano, y quienes nos decidimos por la libertad sabemos que todo era inútil.

Se imagina que aborda a un hombre en la pantalla de la televisión, "una de esas criaturas que se han quedado en la piel y los huesos". "Habla", le urge Tristano, "tu eres un hombre libre. Por eso es que nos hemos batido desde siempre los que amamos la libertad, para que tu puedas expresar tu espíritu libre, habla, mi civilización te lo permite, olvida por un momento que estás desnutrido, que tienes esas estúpidas enfermedades...".

Vivimos en un mundo de tiranías, opina Peter Sloterdijk en su conversación con Carlos Oliveira, y al parecer tampoco esto tiene vuelta de hoja. Pero al menos se ha eliminado una de ellas, la histérica "situación de servidumbre que se apoyaba en una ilusión". Y aunque sigue existiendo un pensamiento de izquierda (el mismo Sloterdijk se sitúa bajo esta rúbrica), actualmente ya no nos creemos que el mundo avanza sincronizado y en una dirección, ahora es necesario pensarlo como un caos donde evoluciones locales y personales avanzan a sus propios ritmos.

En este sentido, también es necesario tomar en cuenta que las estructuras sociales tradicionales tienden a desaparecer, que el individuo es ahora no precisamente un "átomo" aislado en su egoísmo, como se pensaba del sujeto urbano hasta hace muy poco, sino un "agente libre" que se relaciona con otros a partir de elecciones personales y sentimientos de afinidad.

Y es esto, el diálogo, el amor, el trabajo, precisamente porque el mundo no parece ofrecer soluciones claras ni fáciles, es esto lo que nos alienta y nos ocupa en el preciso instante en que existimos. Me detengo a pensarlo y sí, en efecto, es ya bastante.