jueves, agosto 30

Gelatina que se mira en el complicado espejo que asegura no serlo tanto

Sigo pensando en la gelatina de naranja. Cuando era niña, me pedían que fuera gelatina de fresa. El proyecto familiar era así: "En esta casa todas las gelatinas son de fresa". Para desgracia de los gelatineros y dicha de las propias gelatinas, que deseaban para ellas el sabor que les diera la gana, el producto de esa fábrica resultó tuti-fruti. Qué sano y qué sabroso.

***

La mayoría de mis amigos ya cambiaron de pareja. Motivo: supongo que la edad y el aburrimiento. Una linda gelatinita, fresca y nueva, es más divertida. Además, funciona como espejo. Al verse en ellas, supongo, mis amigos imaginan que recuperan algo. Los espejos de verdad no hacen tantas concesiones. Por lo regular, nos muestran lo que no deseamos ver. Yo ya me aburrí de lo contrario: las gelatinas nuevas y frescas son demandantes y distraen horrores. Además, mis espejos suelen ser complicados y quién puede saber lo que muestran. Good morning, J. B. Walton.

lunes, agosto 27

Gelatinidad del sujeto autobigráfico

Al recuperar unas entadas antiguas que había borrado quién-sabe-por-qué, encontré una frase de Eliot: "Hoy me siento una singularidad perfecta".

Hay un momento así en la última novela de Murakami. Kafka Tamura está en el gimnasio y de pronto hace click: el alma se le acomoda al cuerpo, la imagen de él mismo se enfoca en su interior. Foto.

Ah, la nostalgia de los encuadres.

Se trata aquí de poner ese líquido viscoso y caliente en un molde y meterlo al refrigerador. Y al otro día despertar con la agradable sensación de que el alma es una gelatina de naranja y se acomoda deliciosamente al cuerpo. Aunque tiemble.

También la lluvia limpia y acomoda y aclara.
Y esta noche llueve.

La nostalgia a la izquierda.
A la derecha las gotas de lluvia a través de la ventana.
Say cheese.

sábado, agosto 18

La verdadera Second Life


LITERESPACIO
Dulce María González
18 Ago. 07
EL NORTE

"La humanidad, o más bien su fracción tecnológica y económicamente privilegiada, ha alcanzado un grado superior de desarrollo y alienación que le permite consumir el espectáculo de su propia destrucción como objeto de goce estético. Ningún grito de desesperación es capaz de despertarle de sus delirios de poder y consumo: como un sonámbulo al borde del abismo."

Con este epígrafe inicia "Las Estrategias del Espectáculo", último libro del pensador español Eduardo Subirats, editado por la Dirección de Publicaciones de la UANL y presentado el pasado jueves en el Centro Cultural Universitario.

Si en algo coinciden los pensadores de nuestro tiempo es en la idea de que la modernidad nos ha conducido a la destrucción. La exposición de los antecedentes, los motivos, las dinámicas económicas, políticas y sociales que nos han llevado al callejón sin salida en que nos encontramos varían de un autor a otro, pero el asunto central es el mismo.

Las ventajas que ofrece Subirats son la cercanía y la claridad. Su conocimiento de la cultura y de la situación económica, política y social de América Latina y, específicamente, de México, aunado a la claridad con que expone sus reflexiones, son efectivas a la hora de situarnos en el contexto global y desde ahí observar la consabida debacle.

En lo personal, la conferencia de Subirats del jueves significó la continuación de una reunión familiar en la que uno de mis hermanos expuso nuevamente (lo hace en cada reunión) el problema del petróleo, del maíz transgénico estadounidense, del poder de las grandes corporaciones, del alivio que significa para los poderosos que desaparezca un tercio de la población mundial a causa del hambre y las enfermedades.

Un par de semanas antes me había regalado un libro del economista argentino Walter Graciano, titulado "Hitler Ganó la Guerra" (Ed. Sudamerican 2004), en donde se exponen estos temas desde la perspectiva de la economía mundial y el proceso de globalización.

La postura de Graciano es de denuncia. Sin embargo, aun cuando sus tesis están sustentadas en una investigación muy seria y apoyadas en datos duros, la manera en que expone las estrategias de poder y dominio de los poderosos, mencionándolos por sus nombres y apellidos, sólo consigue angustiarnos y, muy bien informados, sentarnos a esperar lo peor.

La diferencia entre la postura crítica de este economista y la de algunos de los pensadores que he leído, Subirats entre ellos, es que el primero nos lleva a considerar que la destrucción del hábitat humano y del humano mismo es responsabilidad de unas cuantas mentes diabólicas hambrientas de poder, mientras que pensadores como Subirats ponen el acento en nuestra participación, activa o pasiva, en tal destrucción.

En este sentido, el primero de los tres ensayos contenidos en "Las Estrategias del Espectáculo" es muy ilustrador. Subirats, que desde sus inicios ha estudiado los fenómenos de "espectáculo" y "simulacro" presentes en nuestra concepción de la realidad (en nuestra fantasía de la realidad, diría Zizek), parte de un texto de Hoffmann, "El Arenero", para explicar la manera en que los medios (quienes los manejan, por supuesto) han contribuido a crear la realidad espectacular que percibimos.

El hecho de que los muertos por hambre o guerra de los que tenemos noticia a diario signifiquen para nosotros solamente números, la percepción de la guerra en Iraq, por ejemplo, como un espectáculo de entretenimiento en la pantalla y demás situaciones mencionadas por Subirats y muchos otros pensadores, para el español tienen relación con los proyectos estéticos de principios del Siglo 20, que pretendían crear una segunda naturaleza, otra realidad desligada de la historia y la tradición, un mundo estético con sus propias leyes.

De acuerdo con Subirats, la política echó mano de este proyecto tan adecuado y terminó estetizándose. Al grado de que lo que sucede en el mundo es percibido como ficción. Al ver las imágenes de los noticieros, dice Zizek, una y otra vez, vaciadas de contenido gracias a la repetición, a uno le entran ganas de ir a hacer palomitas.

En este sentido, el famoso y multicitado fenómeno de la "Second Life" significa solamente una manifestación lúdica de la realidad que habitamos. La verdadera "Second Life" está en el mundo que nos muestra la pantalla de la televisión, ante el cual nuestra conciencia, vacía y autómata, construida por los mismos medios, nos coloca en el lugar del espectador pasivo que, horrorizado de pronto, culpa a otros del derrumbe de un mundo que se le presenta como la pesadilla a la que acaba de despertar.

sábado, agosto 4

Desaparecer en los libros

LITERESPACIO / Desaparecer en los libros
Dulce María González
4 Ago. 07
El Norte

Cuando alguien pide mi opinión acerca de la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda, suelo responder que desde mi punto de vista es una buena poeta. Sin embargo, generalmente tengo problemas a la hora de describir su trabajo.

Cualquiera puede lanzar palabras al aire. Decir que el trabajo de tal o cual escritor es interesante, conmovedor, o que no sirve para nada; que sus imágenes son hermosas, acertadas, falsas, pretenciosas o cualquier otro lugar común de esos que abundan en las conversaciones de café.

Pero cuando intentamos decir algo honesto, fincado en la experiencia personal con el material y, al mismo tiempo, en la reflexión distanciada del manejo de los recursos poéticos, las cosas cambian.

El proceso de lectura es un asunto complejo. Cuando se trata de un poeta de verdad, capaz de tocar las fibras íntimas de lo humano, el lector se apropia de sus palabras y el poeta mismo desaparece. Lo que leemos es nuestro y de nadie más. Nos pertenece por entero.

La experiencia poética es inmediata, intensa, fugaz, y deja una huella en nosotros. Es un instante pleno. Algo que no se piensa ni se analiza, simplemente se vive. Sólo en un segundo momento somos capaces de tomar distancia y reflexionar, por ejemplo, en cómo fue posible que el poeta provocara en nosotros tal cosa, a partir de cuáles recursos.

En el caso de la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda, en relación con mi experiencia de lectura, sucedieron en las últimas semanas fenómenos singulares.

Cuando me invitó a presentar su trabajo en el ciclo "Versos Veraniegos", organizado por Conarte, Ofelia me proporcionó algunos de sus libros.

Por mi parte, rescaté el texto que había escrito años atrás para la presentación de "De Todos los Santos: Herejes" (1995), las notas que hice para realizar la contraportada de "Cuartos Privados" (1997) y un artículo publicado en este espacio acerca de "La Inmóvil Percepción de la Memoria" (2000).

Sucedió que a partir de la lectura de los libros fui recordando, junto con la poesía de Ofelia que me resultaba muy cercana, detalles importantes de mis lecturas anteriores y de mi propia vida. Estaba recuperando a la que, años atrás, se había apropiado de esos poemas.

Enseguida me puse a leer lo que yo misma había escrito sobre los libros y me pareció que mis comentarios anteriores eran inexactos y torpes. Hasta que advertí que era imposible encontrar lo mismo de antes, que ahora veían otras cosas aunque los poemas no hubieran cambiado.

Lo anterior me da pie a hacer el primer comentario personal sobre el trabajo de Ofelia: sus poemas son capaces de permanecer, no sé si en el tiempo a secas (eso lo dirán los lectores del futuro), pero indudablemente en el tiempo de vida de una de sus lectoras.

La poesía de Ofelia no puede ser calificada como hermosa. Su trabajo nunca ha sido condescendiente. Lo que sí puedo afirmar es que los poemas poseen una buena dosis de precisión y crudeza al abordar situaciones de vida que también resultan muy claras.

Por otro lado, si hay un elemento que pudiéramos llamar "hermoso" en sus textos, éste no se relaciona con los temas, sino con el manejo del lenguaje.

La honestidad al abordar las emociones humanas se une a la estética de las palabras justas, del ritmo preciso y la claridad, como sucede en el poema "La Balada del Despechado", incluido en "De las Tantas Voces" (2006):

"Que se la lleven donde no pueda olerla, / donde no pueda ver cómo sigue tan sin culpa. // Que la dibujen / que me la entreguen en un papel / y yo pueda cortarla, / prenderle fuego, / apaciguar estas voces que me dicen: // Ve. / Háblale. / Páratele enfrente, / a ver si tienes ganas de ella, de su voz. // Por piedad, por lástima o sólo porque sí / que alguien venga y me salve, / que me cure."

O en este otro fragmento del poema titulado "Intermedio", incluido en el mismo libro:

"...que te siguen mis ojos por veredas y acequias / que ando yo en asuntos / de poblar contigo / una casa / y luego / breves territorios / donde vengan de Dios / tantos hijos / como flores de delirio..."

En una entrevista publicada en "La Rocka", Ofelia asegura que no concibe la imagen como entidad. Le interesan, en cambio, "la música, la respiración, los escenarios" que la llevan a recrear esas "historias de vida" que ella transforma en poemas.

Alejada de las convenciones poéticas y al mismo tiempo atenta a la tradición, la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda se singulariza por su voz tan personal y la inteligencia con la que se (nos) observa.

Después, en el libro, en nuestra lectura, se da el lujo de desaparecer para dejarnos solos ante sus palabras que, extrañamente, generosamente, dejan de pertenecerle.

Otra Orilla en Los Tubos


Otra Orilla, otra más
Por Paloma Caballero / AGOSTO 04, 2007
Los tubos (www.lostubos.com)


Será monotemática y se llamará Otra Orilla, fue el acuerdo al que hace cerca de un año llegaron José Luís Molina y un grupo de artistas. El colectivo, que propone unir las artes plásticas con la literatura, presentó su sexta edición: guerra.

El evento que se realizó el pasado miércoles, en el Centro Cultural Universitario del Colegio Civil fue presidido por Gabriela Cantú Westendarp y contó con la presencia de los escritores Víctor Barrera, Ofelia Pérez Sepúlveda y Mario Méndez como invitados especiales.

Falseando un periódico e impreso en una sola cara para tener una función de cartel, el resultado final del trabajo es una sorpresa, incluso para sus creadores, debido a su carácter artesanal que convierte los accidentes en parte de su estilo visual.

Otra Orilla es conformada por Óscar David López, Ytak Solavad, Fernando Mol, Dulce María González, Nancy Jeannette Garza, Gabriela Cantú Westendarp, Salvador Díaz, Rocío Cerón, Josué Barrera y José Luís Molina.

Un proyecto que involucra diseño, pintura y escritura, parece ponerse de pie frente a las tendencias actuales, prestándose sin reproche a las contingencias de su fabricación, provoca inevitablemente una confrontación y cuestionamiento con el medio que lo rodea.

Los 500 aromáticos ejemplares se repartirán en centros culturales, librerías y universidades de manera gratuita. La frase “Esta mano que presenta la palabra, sumergida en la aventura del cambio, del arte, muestra una realidad, inunda las paredes de las calles” es una constante en estas publicaciones, que desde el comienzo han sido realizadas en serigrafía.

Pérez Sepúlveda consideró Otra Orilla como una publicación con tintes familiares, extranjeros y artesanales; y refirió que “el reto en este caso no es valorar la belleza de los textos, ni las cualidades literarias de la publicación, el reto es confrontar cómo los signos son convocados, destruidos y vueltos a crear”.

“Le apostamos a dar todo lo que podemos dar y hacer una propuesta nuestra, original no se porque todo viene de algo, heredamos siempre, en la creación siempre se está heredando algo, pero bueno queremos estar ahí”, comentó Cantú.

Por su parte González, integrante del colectivo señala “que se entienda que es una propuesta más dentro de la diversidad, no la más arriesgada, no la mejor, no la más rara, una propuesta más, otra, en la orilla, entre la literatura y las artes plásticas”.

AQUÍ la nota

viernes, agosto 3