sábado, junio 23

El talentoso Herralde


Jorge Herralde, director y fundador de la Editorial Anagrama, estuvo en la Ciudad esta semana para firmar un convenio con la UANL, por medio del cual dará inicio una serie de presentaciones, talleres y conferencias a cargo de autores de la talla de Vila Matas, Pombo, Tabucchi, Pitol, Piglia, Bellatin y un largo etcétera incluido en su catálogo.

Además, se creó en conjunto la Cátedra Anagrama, dedicada exclusivamente a la literatura."¿Y tus autores?, ¿se difundirán en España?", pregunté a José Garza, nuestro editor del momento, quién, a través de la Dirección de Publicaciones de la UANL, promovió el convenio con Anagrama, además de que ha venido realizando una labor muy destacada que incluye la creación de colecciones editoriales impecables y el rescate de nuestra herencia literaria.

"Es el segundo paso", respondió Garza. Sin menospreciar la presencia de grandes figuras en nuestra ciudad, me parece que esto no es precisamente un rancho, y que nuestros autores se enriquecerían si el proyecto se encaminara poco a poco hacia el intercambio.

Si hay algo que distingue a Anagrama es el haber sostenido durante años la calidad de sus publicaciones. Además, antes de publicar en esa firma, muchos de sus autores eran desconocidos, marginales o de inclinaciones políticas contrarias a la dictadura de Franco.

Que un libro de Anagrama ofrezca una garantía de calidad o la posibilidad de descubrir a un gran escritor cuyo trabajo desconocíamos, es el enorme logro de Herralde.

Pero lo que me parece más interesante de todo esto es la manera en que dio inicio el proyecto. Herralde creó el espacio editorial independiente que su ciudad requería y ha trabajado en él sin hacer la más mínima concesión a la mediocridad, a los intereses creados, a los compromisos políticos o de cualquier índole.

A Herralde no le tiembla la voz al afirmar en su más reciente libro que publica a sus amigos, que incluso los anima a participar en alguno de sus concursos cuando ve que no hay textos de altura (y, por supuesto, les da el premio), prácticas que en nuestro entorno parecieran inadmisibles, pero a él le aseguran la calidad que persigue.

Anagrama nació en una ciudad pequeña que entonces albergaba a un grupo de pintores intentando realizar su obra en condiciones adversas, a autores de "vocación invencible" sin espacios para su obra, a cineastas que empezaban a filmar sus proyectos con recursos mínimos.

Sin los elementos de represión y de censura de la Barcelona de finales de los 60, en nuestra ciudad se empieza a configurar una atmósfera de trabajo arduo muy parecida a la que dio origen a la editorial de Herralde. Me pregunto, entonces, dónde está la semilla de nuestra propia Anagrama.

A estas alturas, a nuestra ciudad le urge una editorial de verdad. Es fundamental, por ejemplo, que las iniciativas y logros de José Garza a través de la Universidad, o los de Leticia Herrera en Conarte, se consoliden y busquen la manera de sobrevivir a futuros cambios de administración.

Es importante también, y de manera especial, que las actuales iniciativas independientes se sostengan y empiecen a dar resultados.

Hablo de proyectos editoriales como Posdata Ediciones, que recién presentó su primer volumen ("Bóreas y el Sol", de Francisco J. Serrano), o Ediciones Intempestivas, que este año editó su primer cuaderno. Se trata de textos muy buenos y de ediciones limpias y cuidadas, aun cuando en el volumen de Ediciones Intempestivas se descuida el diseño y en ninguno de los dos casos se tramitó el ISBN, indispensable en cualquier edición seria.

Está también la labor realizada por la gente de Harakiri Plaquettes quienes, antes de pensar en trámites formales, tendrían que atender a la calidad de sus textos y la limpieza de sus ediciones, y el grupo en torno a Homo Scriptum, que acaba de publicar un libro de Alejandra Botto. A este último, por desgracia, se le distingue por su falta de constancia, entre otros aspectos desafortunados.

Autores de "vocación invencible", como describe Herralde a los escritores que lo llevaron a consolidar su proyecto, los hay en Monterrey. Eso me consta, puesto que he trabajado con algunos de ellos en textos realmente buenos que difícilmente logran publicarse en espacios adecuados.

En lo personal, espero que las futuras visitas de la gente de Herralde se traduzcan en un estímulo real para la lectura y, sobre todo, en reflexión e intercambio con nuestros autores. Pero lo que más desearía es que estos nuevos proyectos inciten al surgimiento de las iniciativas editoriales que nos urgen.

Va desde aquí un reconocimiento a José Garza por su trabajo y felicitaciones a la Universidad por la nueva cátedra literaria.
Publicado en la columna Literespacio de la sección Vida del periódico "El Norte". Monterrey, México.

sábado, junio 16

Listo

Terminé de leer una novela profunda, emocionante, a un lado de la estufa. Eso sólo nos pasa a las mujeres. Ah, el mar, el mar.

El desayuno me supo a vacío: aunque ya no me desvelaré tanto, voy a extrañar a los personajes.

Hay también un sentimiento de paz. Las novelas de la Murdoch son así: golpes al centro del espíritu.

Me dispongo a regresar al mundo.

viernes, junio 15

Ya llegué

Aquí estoy de nuevo. Todavía me falta actualizar la lista de blogs, entre otras cosas. Terminaré de reconstruir en cuanto pueda. Hay cajas y desorden por todos lados. Aunque ya trasladé todas las entradas, falta trabajo.

Como si te sobrara el tiempo (lo dijo la otra, no hacerle caso).

Ajum, mi vieja casa.

jueves, junio 14

Todos me abandonan

Pues nada, que José Luis Molina se nos fue a sembrar frijol (o a oreñar vacas, no estoy segura) a un pueblito del Estado de México donde, según se ve en el google maps, no hay nada. Pues que le aproveche. Por su parte, Óscar corrió tras un nuevo amor al De Efe y amenaza con que el romance va para largo. Resultado: mientras nuestro par se divierte en lejanos páramos, aquí trabajamos como negros en la publicación. Así es la injusticia.

La que escribe se va, pero sólo a su cama.
Ciao, ce vediamo,

martes, junio 12

Martes

Una experiencia singular esta de encontrarte con gente de la infancia. Hoy me entrevisté con Eduardo, hermano de Tere, gran amiga de la secundaria a quien acabo de recuperar. El motivo era conversar sobre su tesis de maestría. Mientras hablábamos, no podía evitar el intento de hacer coincidir la imagen de aquel muchacho de cabello largo, inteligente, reflexivo, silencioso y de actitud contracultura, con el señor que tenía enfrente.

Me dijo que, cuando se recibió, le regalé un "anillito". Por más que intento no logro recordarlo. Más allá del momento, perdido en la memoria, intento verme a los 15 o 16 años, entregando un regalo a un chico mayor, cuya actitud me inspira curiosidad y respeto (eso sí lo recuerdo, cómo lo veía). ¿Quién es esa niña?, me pregunto, y se me dificulta aceptar que esa de la anécdota soy yo. Sé que yo soy muchos yos, muchas dulces que difícilmente pueden verse en la unicidad de lo que soy, que no existe. Pero esa de la secundaria es la que menos se me parece.

De acuerdo a Zizek, la verdad está justo en el hiato (en la grieta) en el que algo o alguien (yo en este caso) muestra la imposibilidad del acceso: dejarse conocer (una a una misma, por ejemplo) como algo total, cierto. O sea: la verdadera yo no es la niña del anillito, ni la que platicaba con Eduardo hoy a mediodía, ni la que escribe en este momento, sino que está justo en el paso de una a la otra, justo en lo que hace imposible verlas como una sola.

***

Aquí está una reseña del Encuentro "Voces de la frontera", escrita por Alejandro Rosales, poeta de Cd. Victoria, en el periódico Expreso.

lunes, junio 11

Ajum

Comer, dormir, regar las plantas.

Sumergirse en una mesa de trabajo donde cabe el mundo, el propio, la esfera de cristal.

Las diferentes realidades se confunden y fusionan ante una taza de café, con el aire acondicionado encendido mientras afuera hierven las calles.

Como cuando Nancy se pregunta: "¿Quién me lo comentó hace poco?" (entra en pausa para hacer memoria) "Ah, claro", dice al fin, "fue Sócrates". La voz de los libros se le confunde con la gente. Los vivos con los muertos. Todo eso junto en el café de los lunes.

¿El Devenir de lo Virutal y la repentina Actualización, señor Deleuze? Acaso.

Hoy mi perro está contento. Navegamos juntos en nuestro barco, entre los árboles del parque a través de la ventana. Nos mecemos sobre esas aguas, como de costumbre.

Qué cálido.

La que escribe ha entrado a casa (esta página) y dice lo siguiente: la que escribe está escribiendo (ahora mismo, se entiende). Y así.


domingo, junio 10

Estos días

1) Lluvia cerrada en la carretera a Reynosa. Luis Aguilar habla sobre Abigael Bohórquez y enseguida pone un cedé. La presencia del poeta sonorense, su voz como un canto en la carretera. Después del espacio poético, nos bajamos a comprar cochinadas. Cocas, rufles, cacahuates. Para esta nueva atmósfera, la música de Felipe: Mecano en el Ipod. Ah, qué vida.

2) La lectura en un hotel de Reynosa y enseguida a McAllen. Buscamos un bar abierto a las 2 de la mañana. Del otro lado no hay afters. Okey, entonces un café sin cafeína, plis. La aberración de tomar una sustancia sin sustancia. Beberse la ausencia a tales horas.

3) "En cuanto al número uno", dice Freddy. El temor y el cansancio. Esto tan raro de ser una misma y que no haya remedio.

4) Otra lectura por la mañana. Los escritores de Tamaulipas y los de Texas y los colados (Luis y yo).

5) Las cervezas del terror. Contar historias. También al escribirlas hay riesgos, lo que no hay es "testigos presenciales". Narrar es vulnerarse, aunque se digan mentiras. ¿Existirá la verdad?, ¿al menos alguna verdad? Quizá es justamente la mentira lo que la hace posible. De que aparece, aparece. Como un fantasma. De ahí el repentino quebrarse de los escritores. Crac. Hundida.

6) La colección de carteles y la silla y el teléfono. Esto que es una misma no está tan mal. A ratos no duele tanto y hasta se disfruta. Lo había olvidado.

7) Al llegar a Monterrey pregunto al chofer del autobús si me puede dejar en Colón y Féliz U. Gómez. "Sí puedo", responde, "pero no quisiera, es un lugar peligroso". "Vengo del peligro", le aseguro, al recordar las bodegas de McAllen.

8) Ah, mi casa.


sábado, junio 9

Leante, Murdoch y un poema de verano

I. Viejos amores


Sucede de pronto. Al estar inmersos en lo cotidiano aparece la sospecha de que el pasado oculta un secreto importantísimo. Entonces, a partir de una suspensión de lo que venía siendo la vida se emprende un viaje mítico. Es el deseo de verse en la mirada del viejo amor. Indagar quién se es al recuperar un trozo de lo que se ha sido.


"Mira si yo te Querré" (2007), de Luis Leante, Premio Alfaguara de Novela 2007, documenta este tipo de hazañas.


Tal como afirma el acta del jurado, Leante posee fuerza expresiva y la historia, situada en la lucha de independencia del Sahara, está, efectivamente, bien contada.


Después de todo un periplo que incluye el matrimonio, el divorcio y la muerte de la hija, la doctora Montserrat Cambra deja Barcelona y se marcha al África en búsqueda de su primer amor.


Al terminar la lectura, en la que se entrelazan la historia de amor y la lucha independentista, queda la sensación de que faltó demasiado. Más allá de una técnica efectiva y de la acumulación de datos, da la impresión de que los personajes de Leante permanecen en la superficie.


La casualidad de haber leído "El Mar, el Mar" (1978), de Iris Murdoch, inmediatamente después, confirmó su mediocridad. Al lado del trabajo de Murdoch, la novela de Leante pareciera un simple apunte.


En lo que coinciden ambos textos es en la tesis de que quien busca, es raro que encuentre. Montserrat busca a su antiguo amor y no advierte que lo tiene enfrente. Por su parte, la trama de Murdoch aborda la otra posibilidad. Un famoso director teatral, que se ha pasado la vida buscando, decide retirarse a una pequeña aldea para escribir sus memorias.


Entonces la encuentra. Justo cuando no la buscaba reconoce a aquella joven en una aldeana avejentada que en nada se parece a su recuerdo. El hallazgo, espantoso en un primer momento, se transforma en encuentro consigo mismo y con su historia.


Las reflexiones de Murdoch en torno al cuerpo, al amor, al sentido de la existencia, parecieran empequeñecer en cada página los vanos intentos de Leante.


¿Qué sentido tienen la limpieza de la prosa o haber ganado un premio importante cuando el autor no es capaz de crear y sus textos carecen de sustancia?, ¿cuál era el objeto al sacar a Leante del anonimato? Los Alfaguara parecen alejarse cada vez más de la literatura. Así es el mercado.


Pienso en autores que, como Murdoch, no se conforman con contar una buena historia y penetran hasta el último resquicio de lo humano; también en quienes, desentendidos de la historia, juegan con las formas o con el lenguaje, o develan el mecanismo oculto de la narración. ¿Ganarían ellos un Premio Alfaguara? Lo dudo.


II. Nuevos poetas


Es jueves por la noche y en la Galería Regia está a punto de arrancar, por cuarto año consecutivo, el ciclo "Versos Veraniegos", organizado por la Dirección de Cultura de Monterrey y Conarte.


Después de las palabras de bienvenida de los organizadores, Nancy Garza lee un texto en el que realiza un recorrido de motivos, imágenes y preocupaciones presentes en lo escrito hasta ahora por Gabriela Cantú, quien es la poeta invitada esta noche.


Siempre es grato atestiguar los primeros pasos de una escritora, la manera como empieza a construir lo que serán su universo creativo y su obra.


Pero esta noche sucede algo más. Gabriela lee un poema de imágenes delicadas como si no estuviéramos presentes y estuviera ella sola, leyendo en su casa. El público guarda silencio y la atmósfera se llena de sus palabras. Cuando termina de leer, el hechizo se rompe. ¿Cómo fue que sucedió?, ¿en dónde estábamos?


Acostumbrada a eventos en los que el público habla en voz alta o se sale a mitad de lectura, el del jueves me recordó que la palabra posee una fuerza que en ocasiones, a pesar de la falta de respeto, con todo y la avalancha de libros mediocres y de premios inútiles, se impone.


Esto mismo sucede con el film "Iris" (Recuerdos Imborrables, 2001), donde Richard Eyre retrata a una Iris Murdoch bonachona, al tiempo que morbosea con el asunto del Alzheimer. Basta leer alguno de sus libros para entender que la Iris de la película no tiene nada qué ver con la escritora.


La palabra nos salva del intento de las grandes empresas fílmicas y editoriales de simplificarlo todo, nos ubica y nos restituye las verdaderas dimensiones de lo humano, se impone en un evento de poesía o en la soledad. Como la imagen del primer amor, integra lo aparentemente perdido.


Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, del periódico El Norte. Monterrey, México