sábado, agosto 30

Roma


Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey



Discutir apasionadamente es una costumbre muy arraigada en mi familia. Los temas son variados. Se discute de política, de historia, de lo que sea, siempre y cuando no se trate de un asunto personal. Esto ayuda a que, después de los acaloramientos, y aún cuando generalmente se forman bandos, nadie termine enojado.

Invariablemente hay un tema en cuestión. Este mes el tema es histórico. Surgió cuando uno de mis hijos nos invitó a dejar de dormir y de alimentarnos, para ver la serie televisiva "Roma".

"Roma" es una coproducción de la norteamericana HBO, la británica BBC y la italiana RAI. Un proyecto monumental que se filmó en los alrededores de la actual ciudad italiana y en los antiguos estudios de Cinecittˆ, en una superficie de más de 20 mil metros cuadrados.

Si agregamos que fue rodada en formato de 35mm, se entenderá que haya alcanzado un costo de 100 millones de dólares tan sólo en los 12 capítulos de la primera temporada, en la que se narra el periodo de transición que va de la República al Imperio.

La trama arranca con las intrigas que crecen dentro del Senado, temeroso del poder que César ha obtenido gracias a su triunfo en Las Galias, a la riqueza derivada de esta conquista y a la lealtad de sus legiones. La situación desequilibra a la República y pone en una encrucijada a Pompeyo Magno, consejero y viejo amigo de César.

El resultado es impresionante. Vemos en pantalla a Julio César y Marco Antonio, Pompeyo, Octavio y Bruto transformados en seres de carne y hueso. También nos enteramos de cómo la pasaba la gente común por medio de las historias de dos legionarios, Lucio Voreno y Tito Pullo, mencionados por Julio César en sus "Comentarios de la Guerra de las Galias" y ficcionados por los guionistas para aportar historias individuales de personajes comunes y corrientes.

Es a través de Voreno y Pullo que recorremos las calles de Roma y atestiguamos la vida intensa y cosmopolita de una ciudad ruidosa y ajetreada de más de un millón de habitantes. Vemos los grafittis en las paredes, los charcos en las calles de piedra, el lujo en las casas de los Patricios, la pobreza de los tenderos y los artesanos.

La producción de los tres primeros episodios comenzó en el 2004. Pero el equipo había empezado a trabajar desde el 2000. La idea era mostrar, además de eventos históricos, la vida cotidiana de la Roma del 52 a.C. a 400 años de haberse fundado la República.

Para lograr la reconstrucción de esta atmósfera había que invertir recursos y talento. Los encargados del vestuario, escenografía y utilería, por poner un ejemplo, eran descendientes directos de quienes habían trabajado en ese mismo estudio en producciones como "Cleopatra" o "Ben-Hur".

El esfuerzo por lograr la verosimilitud histórica, tomando en cuenta que hay pocas fuentes documentales sobre el entorno del ciudadano común, llevó al equipo a extraer información de las ruinas de Pompeya y Herculaneum, acudir a referencias históricas y literarias y a inscripciones en tumbas.

El acto de dominar al prójimo, uno de los más altos valores romanos, sinónimo de virilidad, prevalece en cada personaje, mientras las mujeres aparecen como posesión de alguien (esposo, padre), apenas por encima de los esclavos. También las vemos como sacerdotisas, prostitutas honorables o de baja ralea, o nobles intrigantes.

En este punto empezó la discusión. Mi hijo opinaba que Roma era una sociedad sumamente compleja, y aplicar argumentaciones contemporáneas sobre asuntos de género reduce su comprensión. Además, decía, las mujeres luchaban por el poder, desde sus trincheras y con sus propias armas.

El poder ejercido desde la oscuridad. Un campo de acción que llevó a la mujer occidental a desarrollar sutiles estrategias de dominación que incluyen el chantaje y la manipulación, tal como sucede con las nobles, madres y esposas de los héroes, en la serie.

Al final, y más allá del asunto de género (o quizá más acá), ambos coincidimos en que la cultura romana sigue influyendo en nuestra manera de actuar, de pensar, de hacer política. Roma sigue viva en nuestras instituciones, en nuestra legislación, al interior de nuestras familias.

Una mañana escuché en el radio una cápsula curiosa. Se comentó que el Papa Benedicto I murió de un susto, al enterarse de que los lombardos tenían cercada a Roma. El mundo, tal como lo conocía, había llegado a su fin.

Y sin embargo, todo indica que ese mundo sobrevivió y continúa reproduciéndose en nosotros. Una infraestructura poderosa que se refunda constantemente. Una herencia que se resiste a la deconstrucción. Para bien y para mal. Hasta ahora.

sábado, agosto 23

¿Andabas huyendo, Elena?

A 10 años de su muerte, cumplidos ayer, se recuerda a la poblana Elena Garro, escritora genial y desesperada heroína de su tragedia. Su posición política, su autoexilio, los enfrentamientos con su ex marido, Octavio Paz, y sus contradictorias declaraciones, dieron lugar a que su vida se volviera una especie de intenso thriller.

Publicado en la sección Arte, periódico El Norte, de Monterrey

I. Una heroína fascinante

Apasionada, enfurecida, intensa, genial, la obra de Elena Garro, considerada por muchos la más grande escritora mexicana después de Sor Juana, fue apareciendo en nuestra escena literaria en medio del escándalo.

Los problemas personales y políticos que enfrentó Garro a lo largo de su vida no sólo marcaron su obra, sino que dieron lugar a una constante polémica.

Su posición política, bastante confusa hasta hace apenas un par de años; su largo autoexilio en España y, posteriormente, en Francia; los constantes enfrentamientos con su ex marido, el poeta Octavio Paz; sus contradictorias declaraciones a la prensa; todo ello dio lugar a que su vida se convirtiera en una especie de thriller en el que no era posible dar pie con bola.

Con su regreso a México a principios de los 90, después de más de 20 años de autoexilio, Garro se convirtió en un personaje del que, para bien o para mal, todo mundo opinaba. Por un lado la atacaban, por el otro, la defendían con pasión. Públicamente mostraba las dos caras que fascinan a los especialistas y a los lectores comunes: locura y genialidad.

Haber vivido a la sombra de un poeta reconocido y poderoso como lo fue Paz; haber padecido pobreza, aislamiento y abandono, mientras el Nobel de Literatura mexicano brillaba y disfrutaba de la admiración del mundo entero; haber experimentado todo lo anterior desde la posición de víctima, impulsó a Elena a escribir asombrosos cuentos, novelas y obras de teatro, al tiempo que se transformaba en una desesperada heroína de tragedia.

II. El matrimonio asesino

Garro nació el 11 de diciembre de 1916 en Puebla. Pasó su infancia en la Ciudad de México y en Iguala, la mítica Ixtepec de su primera novela, "Los Recuerdos del Porvenir". En 1936 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue coreógrafa del Teatro Universitario y miembro del grupo Poesía en Voz Alta, que Paz coordinaba.

Lo conoció a los 16 años y en 1937 se casó con él. El matrimonio tormentoso con Paz, que la marcó para el resto de su vida, finalizó en 1959, pero ella aseguraba haber vivido con él durante 30 años.

"Me casé para poder tomar café", decía.

Según la versión de su biógrafa, compiladora y principal promotora, Patricia Rosas Lopátegui, autora de libros en torno a la vida y la obra de Garro y acusada por Helena Paz, hija de los escritores, de haber robado la mayor parte del archivo de su madre, "Octavio Paz y el gobierno federal opacaron la figura de Elena Garro".

Lopátegui insiste en que hubo un complot y asegura que Paz siempre intentó someter a Garro. Eso fue evidente desde el principio, dice, cuando el poeta le impidió continuar con sus estudios.

En concordancia con esta versión, Emmanuel Carballo opina que Paz "gobernó mal a su familia" y no supo apoyar el enorme talento de su esposa.

Emilio Carballido, José María Fernández Unsaín y René Avilés Fabila, quienes promovieron su retorno al País en 1993, eran contrarios al grupo de Paz, aunque no lo mencionaban abiertamente en sus declaraciones.

Del otro lado de la cancha, Elena Poniatowska asegura que Paz sí apoyaba el trabajo de Elena, mientras ella lo atormentaba constantemente y lo hacía padecer.

En el prólogo a "El Asesinato de Elena Garro", de Rosas Lopátegui, Poniatowska descalifica la tesis de la biógrafa y se muestra en desacuerdo con la interpretación que da a los documentos ahí publicados.

Por su parte, en un artículo publicado en 1996 a propósito de la aparición de "El Asesinato...", Christopher Domínguez asegura que las tesis de Lopátegui son desvaríos y comenta que Paz fue "la amenazante hipóstasis del mundo para Garro". Para apoyar su opinión, cita una de las últimas declaraciones de la autora: "Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él. (...) en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz".

Lo cierto es que, justificado o no, el sentimiento de rechazo y persecución provocó que Garro viviera atemorizada durante más de 20 años, en medio de una miseria económica cuyo ejemplo más patético es su estancia en un asilo para mendigos en Madrid, en 1978.


III. El rompecabezas político

Durante años se dijo que el motivo de que Garro hubiera huido del País en 1972 fue la "cacería de brujas" desatada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz a partir de la matanza de Tlaltelolco en 1968. Esta versión, apoyada por Rosas Lopátegui, daba a entender que Garro había simpatizado con el movimiento estudiantil.

Sin embargo, en los artículos de Garro anteriores y posteriores a la masacre podemos advertir que su denuncia es en contra de los intelectuales de "extrema izquierda", quienes, de acuerdo con su versión, después de azuzar a los jóvenes, los abandonaron a su suerte.

El 6 de octubre de 1968, Garro escribe en el periódico La Prensa que fueron "los catedráticos e intelectuales izquierdistas los que los embarcaron (a los estudiantes) en la peligrosa empresa y luego los traicionaron", más adelante les pide que "den la cara" y asegura que no se atreverán, puesto que "son unos cobardes".

Como era de esperarse, la comunidad intelectual no sólo la rechazó a partir de estas declaraciones, sino que la acusó de loca y pertenecer a la CIA, creando en torno a ella una atmósfera de hostilidad.

Por otro lado, Garro admiraba al priista Carlos Madrazo (padre de Roberto Madrazo) y apoyaba sus proyectos reformistas en sus artículos. Años atrás, cuando Madrazo era líder del partido oficial, la escritora había entrado en contacto con él a raíz de su activismo en el campo agrario.

Garro apostaba por Madrazo y esto era del conocimiento público. Hay quienes aseguran, también, que la autora anhelaba un puesto en un futuro Gabinete.

Como sabemos, el político competía en ese momento con Echeverría por la candidatura a la Presidencia y un año después murió de manera sospechosa en un accidente aéreo en El Fraile.

Si agregamos la renuncia de Paz a la Embajada de México en la India en protesta por los sucesos de Tlaltelolco, no es difícil comprender que Garro se sentía vulnerable por todos los flancos.

"Me tuve que ir después de lo del 68", declaró en entrevista para EL NORTE, "todos me decían muchas majaderías, yo no supe qué pasó, buscaron a quién echarle la culpa (...) según esto por respaldar al gobierno en los hechos de la Plaza de las Tres Culturas".

Sin embargo, en julio de 2006 se desclasificaron documentos que ponen en evidencia la participación de Garro como informante de la Dirección Federal de Seguridad de Díaz Ordaz, actividad a través de la cual, se dice, denunció a personalidades como Leonora Carrington, Rosario Castellanos, Leopoldo Zea, Eduardo Lizalde y Carlos Monsiváis, entre otros, de instigar el movimiento estudiantil.

En su libro, Lopátegui asegura que "ponerla como traidora de los intelectuales" fue parte de un complot orquestado por Echeverría con el fin de "asesinarla política y socialmente". Según ella, los documentos desclasificados son una gran mentira.

Contrario a este punto de vista, Christopher Domínguez considera que Garro habría querido comprar protección para ella y para su hija Helena a cambio de seguir informando a la policía política de lo que ocurría en los círculos intelectuales involucrados con el movimiento.

Al jugar al doble agente, Garro habría terminado por ser una espía espiada.

IV. El resto es monumental

La obra de Garro anterior a su autoexilio revolucionó a la literatura hispanoamericana.

"Los Recuerdos del Porvenir", publicada en 1963, es una novela cuyo narrador es el pueblo de Ixtepec y en la cual los diferentes tiempos históricos se empalman y fusionan, logrando una síntesis de nuestras dos herencias.

Por su manejo de elementos fantásticos es considerada precursora del realismo mágico, y es la primera novela que problematiza la época posrevolucionaria valiéndose de un lenguaje poético.

Antes de esta publicación, reconocida con el Premio Villaurrutia y considerada su obra cumbre, Garro había publicado en 1958 "Un Hogar Sólido", libro que reúne seis piezas de teatro muy alejadas del realismo costumbrista del momento. Esta serie de textos inauguró un teatro moderno que rompía con el espacio y el tiempo realistas y se adelantaba a su época.

Garro publica en 1964 una colección de cuentos bajo el título "La Semana de Colores", entre los que destaca "La Culpa es de los Tlaxcaltecas", texto lleno de intertextualidades donde aborda la caída de Tenochtitlán, propone la abolición del tiempo cronológico y disecciona las dos cosmovisiones mexicanas, que se entrecruzan y fusionan.

A partir de los cuentos de "Andamos Huyendo, Lola" (1980), publicados en el tiempo del autoexilio, Garro deja atrás la magia y los juegos temporales para iniciar una nueva etapa creativa en la que la realidad sórdida y descarnada sustituye a la fantasía.

Los personajes habitan ahora una realidad clausurada y en las atmósferas apesadumbradas y asfixiantes se instalan la angustia y el terror de la persecución.

A esta época pertenecen "Testimonios sobre Mariana" (1981), "Reencuentro de Personajes" (1982), "La Casa Junto al Río" (1983), "Y Matarazo No Llamó" (1991), "Inés" (1995), "Busca Mi Escuela y Primer Amor" (1996), "Un Corazón en un Bote de Basura" (1996), así como dos novelas publicadas en la Editorial Castillo de Monterrey: "Un Traje Rojo para un Duelo" (1996) y "Mi Hermanita Magdalena" (1998).

Garro pasó los últimos cinco años de su vida en Cuernavaca, Morelos. Murió el 22 de agosto de 1998. Ningún escritor acudió a su entierro.

sábado, agosto 16

Con el ego intacto


Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey

Philip Roth es adictivo. Tomamos sus libros y no podemos dejarlos. Una de sus peculiaridades es la huella personal que va dejando por todas partes.

Hay algo de él mismo en sus novelas. Eso sucede con todos los autores, por supuesto. Pero en el caso de Roth, ese "algo" nos seduce. Queremos saber más. Pasamos a la siguiente novela en espera de que se nos revele otra pequeña porción de él mismo.

Quizá es su narcisismo extremo, la manera como se percibe a sí mismo a la hora de escribir. No lo sé. Pero siempre que lo leo se presenta ese doble gancho: la urgencia de saber qué sucede con los personajes, con la historia, y el deseo de conocer algo más de quien está detrás de todo eso. Manipulándonos. Atrapándonos en sus telarañas.

Su capacidad de penetrar las motivaciones humanas es despiadada. Y nunca deja un hilo suelto. Irónico, incapaz de hacer concesiones, Roth construye sus tramas con precisión, sin reparar en nada ni en nadie. Un escritor admirable con quien no me gustaría toparme en persona. Ni por equivocación. Dios nos libre.

De la serie de novelas autobiográficas protagonizadas por Nathan Zuckerman, alter ego del autor, Mondadori acaba de publicar la traducción al español de "Sale el Espectro" (2008). Según asegura Roth, la última de la serie Zuckerman, puesto que el personaje está acabado.

Cuando supe esto, que Roth escribe sobre un Zuckerman derrotado, me entró la curiosidad. Tomando en cuenta el inmensurable ego de Roth, la suya era una declaración extraña. Así que me dispuse a investigar. Y no dormí durante dos noches seguidas.

Después de 11 años viviendo en las montañas, aislado del mundo, dedicado a escribir, Zuckerman regresa a Nueva York en el 2004, unos días antes de las elecciones, cargando consigo las debilidades de su edad y las secuelas de un viejo cáncer de próstata.

El personaje, de 71 años, sufre de impotencia sexual e incontinencia urinaria debido a una cirugía (eso lo sabíamos desde "Pastoral Americana", que no pertenece a la serie, pero en la que aparece Zuckerman como narrador) y su memoria ha empezado a fallar (esta información es nueva).

El caso es que el joven ambicioso y tenaz de "La Visita al Maestro", el escritor famoso constantemente asediado por sus lectores de Zuckerman de "Desencadenado"; el hombre destrozado por la angustia y el estrés de "La Lección de Anatomía" (todas ellas publicadas por Random House en un solo volumen de bolsillo en el 2007), es ahora un anciano que no encaja en la ciudad, no desea saber del mundo y debe llevar un repuesto de pañales cuando sale a la calle.

¿Y cómo le va a este Zuckerman debilitado por la edad?, ¿qué hace al colocarse de nuevo en el mundo? Para empezar, se topa con un personaje de su adolescencia, una mujer que fue la musa de su maestro y a quien habíamos conocido en la primera novela de la serie. La chica es ahora una anciana enferma y vive en la pobreza.

Los objetos del maestro que la anciana guarda en su cuarto funcionan como metáfora de las transformaciones que el propio Zuckerman experimenta a su regreso. ¿Qué ha quedado de la grandeza del maestro, un autor a quien ya nadie lee? Un sillón desvencijado, una lámpara, un par de zapatos.

Sin embargo, y en contra de lo imposible, al llegar a la ciudad Zuckerman rejuvenece en su interior. Aparece el deseo que tanto trabajo le costó domar. Y se enamora. De una mujer 40 años menor.

Pero no es solamente en este aspecto donde se manifiesta de pronto, sorpresivamente, su vieja personalidad arrebatada. También se enfrenta a un joven enérgico y ambicioso, capaz de cualquier cosa con tal de conseguir la aprobación de sus maestros, a quienes detesta. Alguien muy parecido a como era él mismo cuando tenía esa edad.

La enfebrecida atmósfera de las elecciones aporta dinamismo, pasión, al escenario donde se desarrolla la lucha de Zuckerman por la vida. Una aventura a la que, en esta ocasión, ha llegado sin armas.

Sin embargo, tal como sucede con George Plimpton, personaje de la novela (un escritor que al empequeñecerse en sus textos adquiere una fuerza tremenda), al final de la lectura queda la sensación de que el triunfo de Zuckerman, que Roth describe como derrota, es la novela misma. En ella, Zuckerman (¿Roth?) se expone y hace otro tanto con sus contrincantes, a quienes desarma. ¿De quién es, entonces, la derrota?

"¿Es el fin de Zuckerman?", preguntan a Roth en una entrevista publicada en La Vanguardia. El autor responde con un lacónico "sí". Y caemos en la trampa.

sábado, agosto 2

La vigilancia y el gato

Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey

Todo empezó con un pequeño gato que vino a morir entre mis macetas. Sucedió el miércoles. Salía en ese momento hacia el Colegio Civil Centro Cultural Universitario, donde se presentaría el nuevo libro de Enrique Vila-Matas dentro de la Cátedra UANL-Anagrama.

Ya antes de salir estaba nerviosa. Vila-Matas es uno de esos escritores que se cuentan con los dedos de la mano. Inteligente en extremo, brillante, capaz de mostrar ángulos insospechados de la realidad.

Sus libros enriquecen las experiencias personales y provocan que el mundo se renueve. Pero en ocasiones sucede que acudimos a un evento, escuchamos en persona al autor y la magia desaparece.

Eso temía al salir de casa, que Vila-Matas resultara un engreído, un monstruo devorador cuyo apetito de renombre fuera capaz de echar abajo el placer con el que leo sus libros.

Entonces lo vi. Al gato. Tirado sobre un charco de sangre. Subí al carro y encendí el radio para ver si así lograba limpiar el disco duro que tengo en la cabeza y, por lo regular, valiéndose de este tipo de imágenes, no me deja en paz.

Antes del evento saludé a Christopher Domínguez. No recuerdo una palabra de lo que hablamos. La imagen del gato se sobreponía a la de su rostro, que en cierto momento imaginé cubierto de sangre. "Me dio gusto saludarte", dijo él en cuanto pudo, acaso pensando que estaba yo drogada o algo, y se largó.

Sentado entre el público, Vila-Matas observaba a la multitud. Sus acompañantes conversaban animadamente entre ellos, mientras él permanecía callado, atisbando desde algún lugar oculto dentro de él mismo, con gesto de que alguien acababa de sacar una pistola.

"En la entrada de mi casa hay un gato muerto", le dije a mi amigo Óscar David apenas se sentó a mi lado. "Qué horrible", respondió, y puso cara de que no deseaba escuchar una palabra más sobre el asunto. Vila-Matas había subido al segundo piso y desde allá observaba a la turba con el mismo gesto de precaución extrema y de temor. ¿Cuándo empezaría el evento? Empezaba a dolerme la cabeza.

Cuando al fin inició la presentación, ya había juntado yo suficiente saliva para pasarme un par de aspirinas, sin descuidar por ello mi vigilancia de Vila-Matas, quien a su vez nos vigilaba a todos desde una nueva posición sumamente vulnerable: la mesa de presentaciones.

Christopher Domínguez realizó a continuación un recorrido exhaustivo de los libros de nuestra estrella, mientras ésta se ocultaba de nuestras miradas lo mejor que podía: intentando no ver a nadie en particular.

Enseguida sucedió ago asombroso. Vila-Matas empezó a leer un texto que escribió especialmente para esa noche y nos tomó por asalto. La vigilancia, el acecho, la posibilidad del atentado con arma de fuego, todo eso quedó atrás mientras Vila-Matas nos conquistaba y tomaba posesión del terreno.

En total congruencia con su actitud anterior, Vila-Matas habló de sus estrategias para desaparecer. Fundir sus palabras con la de los otros, copiar, plagiar, realizar adaptaciones enriquecedoras, inventar, escribir lo de otros, retorcer lo copiado, citar frases falsas, quitar palabras a las citas reales. Todo ello a partir del deseo de "ser los otros", de "no ser nadie".

Citar para no ceder a la "ocurrencia vulgar", para no repetir sin saber. Robar, modificar, destrozar para dar a las palabras un nuevo fin. Anotar lo que no se nota, "lo que pasa cuando no pasa nada".

Mi temor a perder el placer de leerlo se había desvanecido. Estaba ante un ladrón fascinante, encantador. Literalmente.

Vila-Matas es alguien que sabe decir a la perfección sus encantamientos. Su precaución extrema oculta ese poder.

Para mi desgracia, cuando terminó la presentación regresó la imagen del gato. Al llegar a casa tomé el nuevo libro de Vila-Matas, "Dietario Voluble" (más parecido a un blog que a un diario convencional), y lo abrí al azar.

"Se puede pensar todo tipo de cosas sobre ella, sobre la muerte", dice Vila-Matas (vaya usted a saber a quién está parafraseando), "pero está claro que parece imposible que logremos aminorar el escándalo que su famosa guadaña arrastra siempre consigo: la obscenidad absoluta del sufrimiento humano".

Siguiendo sus consejos, y como una manera de mencionar la grandeza de la vida de un gato, y de su muerte, yo agregaría a esta cita (parafraseando a otros, claro) que es precisamente el sufrimiento lo que nos recuerda la extrema vulnerabilidad que, al parecer, Vila-Matas tiene siempre presente. Esa grieta profunda, animal.