sábado, octubre 23

Los días raros

En ocasiones la muerte nos cerca demasiado. Después de haber vivido semanas placenteras, días ruidosos y largos como un tren, noches que dejamos correr con la alegría de quien se siente inmortal, recordamos que todo eso es transitorio.

He ahí la bofetada de realidad que significó para mí el tema del Encuentro de Escritores o el libro de Clara Janés que leí y releí antes de presentarlo en la Feria. A propósito de Variables Ocultas (Vaso Roto, 2010), de la escritora y traductora española, había revisado El Lenguaje y la Muerte, de Giorgio Agamben, y El Libro Egipcio de los Muertos. Demasiada realidad para un mortal sin deseos de complicarse.

La muerte a que nos enfrenta el poemario de Janés no se relaciona con la experiencia de perder a alguien ni con el recuerdo de que moriremos. Se trata, simplemente, de la muerte. La desaparición a secas. La nada. Puertas y pasajes en el oscuro trayecto que aseguran los egipcios. Pruebas del alma en su viaje hacia las estrellas. El difícil recorrido a través de las cavidades de la ausencia y el descenso hacia las raíces del lenguaje.

¿Qué otra cosa somos, comenta Agamben siguiendo a Heidegger, sino esta conciencia de la muerte, fuertemente relacionada con el lenguaje a través del cual nos comunicamos?

Fue quizá por todas estas experiencias literarias tan intensas que la presentación del libro Ivaginaria (Ediciones Posdata, 2010), de Elia Martínez Rodarte, significó un respiro, una variación de tema significativa y brillante, aunque en el fondo era lo mismo.

Jueves por la noche en la Galería Regia. Como es mi costumbre, llego tarde, perdiéndome con ello los comentarios de Carmen Alanís. Gabriel Contreras habla de la libertad de expresión en el terreno de la moral y del sentido de la sexualidad humana.

La autora agradece el trabajo de los presentadores. Extrañamente, nadie aborda el ángulo literario de los textos de Elia, que es la parte gozosa que nos engancha a sus lectores.

Aquello estaba curiosamente lleno de vida, de gente, de firmas y abrazos.

Otra cosa rara es que tanto el poemario de Clara como el libro de Elia fueron publicados en editoriales regiomontanas. Además, las vivencias relacionadas con ambos textos se complementaban. En ocasiones la vida se pone extraña, compleja, interesante.
Publicado en El Norte