jueves, diciembre 16

La pasión, según Battiato

a) L’animale, de Franco Battiato, es una de las canciones más hermosas del mundo; acaso la que asegura Joaquín Sabina que quería escribir cuando joven. L’animale es tan suave como una pantera caminando: su entrada de violines, el piano, la voz del cantante diciendo vivir no es difícil, etcétera.

La belleza de la letra, y de lo que en ella se confiesa, nos lleva de la mano en una reflexión en la que se habla, primero, del resucitar: vivir no es difícil, dice Battiato, pudiendo después renacer. Enseguida viene el reclamo: finges cuando estás a mi lado, me das siempre la razón, tengo ganas de decirte que estaría mejor solo. ¿Y por qué sigue con ella?, nos preguntamos. Pues porque dentro de sí lleva un animal que no lo hace feliz, que lo convierte en esclavo de sus pasiones. El animal no se detiene, no se da por vencido, el animal la quiere a ella.

Es como si él confesara a ella que, de ser un poco más humano, la dejaría. Hay alguien que no es él mismo dentro de él mismo, un amo que lo doblega y lo deja sin voluntad. De ahí su adicción a ella, su falta de voluntad. Ah, l’amour, me digo, parafraseando la famosa aria de Bizet, qué hermoso y qué terrible.

b) ¿Y por qué el amo que lleva dentro ese él de la canción es un animal y no un demonio o su más profunda identidad?, pregunta la audiencia. Pues por el afán de creernos que los animales son lo que no somos y que en realidad somos, responde un nefasto muy dado a las nefasteces.

c) No está de más recordar con Derrida que nuestra división acostumbrada entre hombre y no-hombre es como oponer a una pelota todos los juguetes del mundo. No porque no haya diferencia entre lo humano y lo no-humano, sino porque lo no-humano es un universo de divisiones posteriores. ¿O no encontramos cantidad de fracturas entre la mosca y el caballo?