viernes, diciembre 24

Spots navideños

a) La buena educación

En la Facultad de Medicina no hay clases el 24 nada más porque Dios es grande. Cuando el resto de la humanidad se encuentra gozando de las vacaciones, o se dedica a gastar su aguinaldo en las compras, en la Facultad se presentan los exámenes finales. De ahí que hace apenas una semana veíamos en el salón de calses los cortometrajes que los alumnos elaboran como parte de la evaluación del curso.

Los muchachos de uno de los equipos no dejaban los celulares. Faltaban diez minutos para que finalizara la clase y el compañero al que le habían encargado terminar la edición no llegaba.

Fingí que no me daba cuenta cuando uno de los alumnos interceptó en el pasillo al muchacho que nos ayuda en el departamento y que se dirigía al aula para recoger los aparatos. Cuando estaba ya bastante harta, y ellos casi se daban por vencidos, llegó el susodicho editor abriéndose paso entre la gente, con la caja del DVD en alto. Todo el mundo regresó a su sitio y apagamos de nuevo las luces.

En la pantalla, una pareja hace el amor. Vemos los movimientos, escuchamos los gemidos, las respiraciones, y de pronto un corte. Entra música a todo volumen, imágenes microscópicas de la fecundación, de la división celular y enseguida un letrero: “Infancia”. A partir de aquí, la música se enlaza a las imágenes para mostrar lo que ese niño siente, lo que teme, lo que imagina; todo ello echando mano de óleos, fotografías, tomas de calles abandonadas o pompas de jabón flotando en un parque.

En el salón se hizo un silencio extraño cuando terminó la proyección. Los del equipo me veían a los ojos y yo no sabía qué hacer, ni mucho menos qué decirles. Pero al caminar hacia el estacionamiento había la sensación de que el aire estaba muy limpio.

b) La mejor

Hay otros que como muestra de agradecimiento después de todo un año o un semestre de trabajo te niegan en público (fuck), o dicen alguna grosería (complejo de inferioridad o qué sé yo).

c) Cena con Handel

Son las 9 de la noche y no hay nadie en casa. Pienso: qué dicha. Reviso las películas que no he visto y elijo una. Recuerdo que tengo salsa de espagueti congelada y pongo a hervir agua para la pasta. Abro una botella de vino y, cuando me dirijo a la tele con mi copa y mi plato, escucho, como en película de terror, el sonido de unas llaves, enseguida las voces de Andrés y Marcela que vienen entrando. “Qué rico huele”, dicen, “qué hambre”. Regreso a la cocina con resignación de madre mexicana. Enciendo la estufa.

Mientras preparo de nuevo la cena, me persiguen. Se colocan a ambos flancos, hablan y cuentan y vuelven a contar, dan un paso atrás cuando les indico con gestos francamente explícitos que me están estorbando. Sirvo el espagueti, el vino y, en el momento en que me escucho preguntándoles qué música desean para la cena, caigo en la cuenta de que no la estoy pasando tan mal que digamos. Les voy a poner mi favorita, me respondo a mí misma, previniendo un desastre musico-ambiental, y corro por “El Mesías” de Handel.

d) Carta

Abro el correo y encuentro una carta de mi amigo X. Dice que al hacer limpieza se topó con unos papeles que le llevé hace años. Eso lo puso nostálgico. Se me viene el momento como si fuera ahora mismo. “Recién había muerto papá”, le respondo, y al escribir la frase recupero esa presencia, o quizá ambas, con música de Battiato.

e) Crónica

Recibo un mail de un exalumno que dice “Feliz Navidad”. Pero al abrirlo no encuentro ningún mensaje a propósito de la época, sino una reseña de su recorrido por el centro de la ciudad. Me dice que fue ahí por un motivo práctico y de pronto se encontró caminando las calles con asombro, en una suerte de descubriendo. Describe su visita a una tienda de música y cuando se topó con el cidí justo, el que estaba esperando: Fleetwood Mac. Me pongo a escuchar ese cidí preciso mientras releo la crónica.

f) Palomas

Llamó mi amiga Y y me citó en el restaurante del Museo Metropolitano. Caminaba hacia allá cuando me di cuenta que, si la mañana estaba tan transparente y las calles tan maravillosas, era por culpa de la tarjeta de Navidad de mi exalumno. Me había contagiado.

Cuando cruzaba la placita Hidalgo vi a mi amiga a lo lejos, estaba en una de las mesas al aire libre, bajo los arcos. Ella también me vio y me hizo una seña con la mano. Aceleré el paso y con ello asusté a las palomas que se echaron a volar. A veces la vida parece película, pensé, y me puse a buscar la cámara en las aristas de los edificios.

g) Hospitalidad

La posada del gremio de escritores se llevó a cabo en el patio de Gargantúas. Los invitados se repartieron en tres mesas grandes: la de los jóvenes, la de los no tan jóvenes, y la de Hugo Valdés y sus pupilos.

Cuando hacía fila para la cena, escuché que Xavier Araiza preguntaba a María Belmonte si le parecía que todo iba bien. Sus hijos servían bebidas en ese momento y sólo entonces me di cuenta que era toda una familia la que se afanaba en atender a un puñado de necios.

h) Afecto

Mi amigo Z envía todo un tratado sobre la risa. Es una respuesta a un mail anterior donde le hablo de los beneficios de “tomarse en serio”. Mi amigo me reprende en su carta y yo me siento “la de la gran seriedad”. Esa noche sueño que quién me increpa es Nietzsche. Durante un par de días me entrego a la tarea matutina de leer la carta con bastante pena. No atino a responder nada.

Al tercer día Z me envía un nuevo mail donde me dice que quizá lo que escribió sobre la risa es frívolo. Este hombre es de los míos, pienso, recordando lo que he escrito yo misma cuando no recibo respuesta de X. Estoy tan contenta que de pronto me siento naive, casi estúpida.

i) Descubriendo el hilo negro de la época

Los regalos llegan puntuales y una se pone cursi.