martes, enero 11

Conversaciones telefónicas

Cuando el diálogo no tiene un motivo lo dejamos fluir como al aire. Y sucede a veces que nos descubrimos desprendidos de nuestras palabras. Como si fuéramos otros, o como si la conversación fuera un tercer personaje y nosotros ahí, viéndonos a los ojos mientras las palabras se entrelazan y juegan entre ellas; sin voltear a vernos, desentendidas de este resto que somos: lo que sobra, el exceso de los seres mirándose a distancia.

La conversación es su propia cosa, dice mi amigo esta mañana, es su sí mismo, tiene su propio selbst.