martes, abril 19

El diálogo se escribe con zeta

Abro las persianas del depa y dejo entrar al cielo nubladón: venga, paséle. Enciendo la computadora, pongo mi disco de viejas canciones italianas: Millennium Italia. Enseguida preparar un café, sentarse a trabajar. Estoy aquí, plena en la escritura de mis pequeños comentarios. También estoy, no lo niego, metida a calzador en los pendientes del día, lo mundano. Tres posts en el blog, un par de memos, Vasco Rossi en las bocinas canta: liberi, liberi. Con impunidad.

Enciendo mi Marlboro Light de la mañana.

Superando los obstáculos: ahora es la voz de Tiromancino y yo okey, me digo, superándolos. Estoy llena de palabras. Palabras como polvo flotando, como hojas de papel, como la canción mexicana que mezcla ambas imágenes: un entramado de aire sosteniendo la mañana.

Es tan frágil el momento, la evocación del diálogo en la fragilidad del instante. Y el alma ahí, contenida, bebiendo apenas, comiéndose una palabra con catsup. Sabe rica y ella, incrédula, sonríe. Se dice: regreso, regresé.

Y así.