lunes, junio 27

Las otras y ella, la otra, esta misma

- ¿Y que me dices de ti? -pregunta la Mujer Loba-, ¿qué has sacado en claro de tu escritura?
-¿Cómo?
- Cuestionas a otras y no preguntas por ti misma.
- ¿Te refieres a “El turno del escriba”?
- No –susurra ella, maligna-, hablo de lo tuyo: de tu propio narrador, de la que escribe ahora mismo.
- Yo soy yo –aseguro.
- Y, entonces, ¿quién soy yo misma?
- La Mujer Loba.
- ¿Y la que dice ser “yo”?
- Me confundes.
- Exacto, amor, no existes.
- Y sin embargo aquí estoy, escribo.
- Eres otra que no es ella.
- Pero existo.
- Sólo aquí, cariño, eres ésta. Una que también está partida: una parte es “yo”, la otra soy yo (me refiero a la Loba; o sea, yo, la Noctámbula).
- Me confundes.
- Exacto, corazón, de eso hablo(as).
- ¿Cómo en un sueño?
- No, querida, los sueños son de otra naturaleza.
- ¿Hablas de escritura?
- Sí, de palabras: de estas palabras que son lo escrito. De lo que eres y soy. De esto que no es ella, la otra, la que ni siquiera es quien firma.
- Basta.
- Yo sólo decía, digo. Yo, la Noctámbula.