viernes, julio 29

Operaciones estéticas

Leo un texto en Maníasmías sobre la cirugía estética. Sentado en la sala de espera de una clínica con este giro, el narrador observa a un puñado de gente más bien atractiva, que no tendría razón de estar ahí: “Pensé, esta gente se aburre, están cansados de ser como son. Dos cosas seguramente les sobran, efectivamente: tiempo libre y dinero, y una les falta: no saber cómo emplear las dos que le sobran”.
En el multicitado capítulo de Sloterdijk sobre la emergencia de la esfera íntima interfacial, dentro de la multicitada “Teoría de las Esferas”, el autor asegura que el acto de "imprimir un antojo estético" en los rostros de los individuos es "renegar del rostro natural". En Sloterijk, el capricho de la cirugía estética nada tiene qué ver con la auténtica “operación plástica del rostro”, entendida como el movimiento evolutivo a través del cual fuimos reconociéndonos como seres singulares a medida que nuestros rostros se aclaraban y se volvían hermosos. Para Sloterdijk, nos fuimos convirtiendo en humanos al mismo tiempo que nuestros rostros emergían desde los rostros animales gracias a la mirada de los otros.
Por su parte, en sus comentarios a propósito de este capítulo de Sloterijk, Lukas considera que “el cuerpo se ha convertido en una superficie moldeable, no sólo por las plastias diversas, técnica mediante, sino también artísticas --piercings, tatuajes, etc.--, en un intento banal de recuperar el interior que se ha vaciado de sentido”.
En lo personal, tengo demasiadas dudas al respecto. Porque en ocasiones me pregunto si habrá un sentido de peso en la voluntad de construir el propio rostro, por ejemplo; me pregunto si estamos en nuestro derecho de tomar decisiones caprichosas sobre el cuerpo, nuestra posesión más importante. Me pregunto, también, si el acto de transformarnos posee un valor estético real, o se trata de un simple antojo, como dice Sloterdik, o de una consecuencia del vacío interior, como opina Lukas, o de un pasatiempo del capitalismo tardío, como se deja ver en Maníasmías o bien, se me ocurre ahora mismo, si estamos ante una manera de negarnos con fines de aceptación, borrándonos para existir socialmente. Aún no tengo una respuesta clara.
Sin embargo, y por lo pronto, dejo que el tiempo siga construyendo en mí. Me dejo hacer por ese invitado. Que opere singularidades en mi piel, que penetre hasta los huesos. El tiempo hasta en la última molécula y en el espejo del rostro, con toda su geografía de belleza humana.