domingo, septiembre 11

Sucede siempre y de nuevo: sábado

Una vez que dejo a Marijose en su clase de italiano, me voy al café de siempre. A la vuelta del Instituto Dante y detrás de Catedral. Pido mi expreso doble.
Como cada semana, se me ha acumulado el trabajo. De manera que, mientras la pequeña practica conjugaciones y dibuja a Pinocho, yo me ocupo de los textos pendientes. Subrayo, pienso, veo pasar una mosca.Este café es más bien fresa y quizá por eso me encanta. Hoy han puesto música griega y el sol cae de lleno sobre las macetas del pequeño patio interior. Aquí me entrevistaron hace un par de meses para el programa “Entrelíneas”. Mientras preparaban todo, Perla y yo conversábamos en una de las mesas bebiendo café: un momento sabroso. Desde entonces vengo aquí a trabajar, me concentro en el español mientras mi pequeña recupera su segunda lengua. Cada una a sus cosas.
Estoy conteniendo el impulso de escribir. Los compromisos y los demasiados textos pendientes me fuerzan a aplicarme en los temas, a olvidar por unos días la escritura-escritura. Alejada del mundo que se parte en pedazos, de mi personal rotura y mis trozos de mundo colgando, intento concentrarme en un artículo de la revista “Litoral”. La autora es Mayette Viltard y está hablando, casualmente, de Lacan y de Dante. Recién acaba de citar a Eluard:
Qué rostro vendrá, caracol sonoro
A anunciar que la noche de amor toca el día
Boca abierta unida a la boca cerrada…
Entonces sucede.
El momento es fugaz, una combinatoria de música, sol a través de la vitrina, deseo contenido y la lectura de una frase que habla del momento mismo y dice así:
Que el cuerpo resuene en la experiencia viva de la letra no está a la orden del día.
Y sin embargo.