sábado, octubre 1

¿Y a cuenta de qué el homenaje a Sartre?


El Décimo Encuentro Internacional de Escritores "Literatura, Poder y Civilización", que se llevará a cabo del 6 al 8 de octubre en el marco del la FIL Monterrey 2005 en nuestra ciudad, se ha propuesto como un homenaje al escritor y pensador Jean Paul Sartre, a 100 años de su nacimiento.

Quiero pensar que, más que un homenaje a Sartre o el planteamiento de viejos lugares comunes en torno al poder, perpetrados por la nostalgia de quienes alguna vez asumieron el pensamiento radical de izquierda y pensaron que los panfletos resultantes (cuando los hubo) eran obras literarias, quiero pensar, decía, que se trata de una revisión de ese pensamiento y esa actitud literaria; de otra manera no entiendo el interés en un autor que, al paso de los años, ha perdido credibilidad y vigencia.

Jean Paul Sartre fue un fenómeno de su tiempo y, en este sentido, debe ser reconocido como el gran intelectual del siglo 20. Tanto su obra, como la influencia que ejerció sobre el pensamiento de su época, resultan innegables. Con todo el poder de su carisma y genialidad, Jean Paul Sartre logró erigirse como el representante único y sin parangón del pensamiento crítico de izquierda en un mundo en el cual había únicamente dos sopas a elegir: a favor o en contra de la derecha y/o la burguesía.

La obra de Sartre está situada en un contexto de héroes y villanos (señalados dependiendo del extremo desde el cual se observaba el mundo), la época de la Guerra Fría, una realidad en la cual ambos lados de la moneda se caracterizaban por su naturaleza dogmática y donde "militar" en la izquierda era creer en la "revolución", cuando este término poseía un significado único: preparar el día del gran cambio.

Ahora, cuando el pensamiento crítico de izquierda ha comprendido, al fin, que ni el mundo ni la historia se mueven en una sola dirección, que los humanos no marchamos muy bien formaditos hacia ningún lado, sino que debemos enfrentar un mundo caótico, formado por múltiples evoluciones regionales, fragmentarias, no sincronizadas, ahora, digo, el pensamiento totalitario de Sartre, de no situarlo en su momento histórico específico, se antoja grotesco.

"Si observamos la antigua situación desde el prisma actual", comenta el pensador marxista-nietzscheano Peter Sloterdijk en su conversación con Carlos Oliveira (Pre-textos 2003) "nos parece casi imposible que espíritus de la talla de Lukács, Kojève, Bloch o Sartre pudieran darse por satisfechos con unos modelos históricos tan homogéneos y primitivos". Más adelante, a propósito de Sartre, Sloterdijk dice que "por más absurdo que fuera en última instancia su compromiso, él no hizo más que equivocarse de socio: un intelectual francés se convierte en hipócrita cuando sobreviene el despotismo ruso".

¿Cómo enfrenta la izquierda contemporánea este problema, de qué manera resuelve el hecho de que sus grandes estandartes (Lenin, Castro, por poner dos ejemplos) se hayan convertido en aquello en contra de lo cual luchaban?

En su diálogo con Elizabeth Roudinesco (FCE, 2003), Jacques Derrida toma la misma posición de quienes piensan que las atrocidades que se hicieron en nombre de Marx no deben atribuirse a su pensamiento, sino a las personas que lo utilizaron para hacerse de un poder dictatorial.

"El mal totalitario", dice Derrida, "adoptó la forma, terrorífica, es cierto, de una corrupción del proyecto, o del 'ideal'. Pero la corrupción del propósito no es el propósito...". Y agrega que es necesario hacer un "trabajo de duelo" sobre ese "fracaso a medias" que es la "muerte de Marx".

Por su parte, en "El Frágil Absoluto" (Pre-textos 2002), libro en el cual realiza una relectura del Manifiesto Comunista, el pensador esloveno Slavoj Zizek considera que no es posible realizar la operación a la que se adhiere Derrida, ya que, desde su punto de vista, no hay Marx sin Lenin. "Tal defensa de lo auténtico", asegura, "es el modo más pérfido de traición". Desde su punto de vista, es necesario asumir los errores y "aceptar plenamente aquello de que se nos acusa".

En lo personal, me quedo con Derrida, no por su defensa del Marx "auténtico", sino porque se atrevió a proponer algo nuevo: el concepto de la "diferencia", que nos aleja de la situación de choque y nos coloca en otra parte, un tercer lugar, un nuevo ángulo desde el cual comprender lo que sucede en el mundo.

Alejarse de la situación bipolar abrió la posibilidad de ver la moneda desde otra perspectiva. Entonces caímos en la cuenta de que ambas caras eran idénticas. Como bien dice el dicho popular: los extremos se tocan.

Lo anterior me trae a la mente la novela "Esperando a los Bárbaros"(1980), de JM Coetzee, en la cual el protagonista, crítico mordaz del Imperio que rescatara de la calle a una mujer bárbara salvajemente golpeada y abandonada por los suyos, cae en la cuenta de que él mismo es la mentira que cuenta el Imperio en los buenos tiempos, mientras que su verdugo (fue castigado por su acción) es la realidad del Imperio en los malos tiempos. Ambos, el crítico y el verdugo, SON el Imperio.

En un mundo que aún creía en el modelo mesiánico, la figura de Sartre creció y se solidificó hasta convertirse en un gran monumento, precisamente, a lo establecido. Actualmente sabemos que el pensamiento de una época no puede ser representado por la imponente obra de un gran salvador, sino que consiste en una red de inteligencia, cuya diversidad y multiplicidad acierta al reflejarnos en nuestra complejidad.

Desde un lugar que ya no es el de la resistencia, sino el de la diferencia, el mundo deja de ser la partida de ajedrez que parecía. Sartre fue un transgresor en su momento, pero su transgresión ya no nos sirve para otra cosa que no sea develar esa doble cara de lo mismo. Salirse del tablero: he ahí un verdadero acto de rebelión, una transgresión contra lo establecido.

Y cómo no evocar en este momento aquella propuesta de Octavio Paz en "La Otra Voz, Poesía y Fin de Siglo" (1990) donde el poeta, visionario, propone el discurso poético como la diferencia, ese tercer elemento capaz de sacarnos de la confrontación, de esa lucha entre dos en la cual la humanidad ha perdido tanta energía, tantas vidas, tanta sangre.


Publicado en la columna Literespacio del periódico El Norte. Monterrey, México.