sábado, octubre 13

Fuensanta

Literespacio / Fuensanta
Dulce María González
13 Oct. 07
EL NORTE

Para Genaro Saúl Reyes

"Pues sí", dijo Fuensanta Zertuche antes de dar un trago a su café, "soy todo un personaje". Ahí estábamos, desayunando a mitad de la semana del Encuentro de Escritores. Como si nuestra mesa fuera el ojo del huracán, un espacio de inmovilidad en el corazón de esta ciudad efervescente.

Y si no podía creer que la tuviera enfrente era quizá porque su personalidad y la seguridad con que habla de su vida y su trayectoria confirman de alguna manera lo que había escuchado de ella en la Facultad, o el respeto de actores y directores hacia su trabajo cuando, más adelante, me dio por investigar la historia de nuestro teatro.

¿De dónde salió esta regiomontana tan aguerrida, tan rebelde, tan dueña de su destino?, me preguntaba mientras ella me contaba que es abogada y que de bailarina de ballet pasó a actriz y vedette, que se fue a la Ciudad de México a principios de los 60 y ahora desea regresar a su tierra.

Hija del maestro Francisco Zertuche, Fuensanta, quien debe su nombre a la legendaria musa de López Velarde, nació entre libros, conoció de cerca a Diego Rivera y Octavio Paz, y recibió la influencia de una madre feminista y líder de izquierda.

De acuerdo con su propia narración autobiográfica, todo empezó cuando Luis Martín la invitó a participar en una obra de teatro en Monterrey. Se enamoró del escenario y ya no pudo dejarlo.

"Hay dos cosas en las que me pierdo y caigo hasta el fondo", dice, "los hombres y el teatro". Y se pone a contarme de esa pasión incontrolable que la llevó a las pantallas de cine, a los espectáculos de cabaret, y la mantuvo 20 años trabajando con Juan José Gurrola en el escenario.

Una anécdota interesante, a través de la cual se puede apreciar la rara mezcla de inteligencia y belleza que llevó a Fuensanta a avanzar en sus trayectorias como vedette y actriz profesional, es su encuentro con Eva Müller (famosa vedette fallecida en los 70) en los pasillos de una academia de baile.

En ropa interior y con aquellos cuerpazos, se detuvieron para saludarse. "Fuensanta, yo te admiro mucho", dijo Eva, y Fuensanta, de manera instintiva, observó su cuerpo y lo comparó con el de su compañera. "¿Por qué?", preguntó al fin. "Porque siempre traes un libro en la mano", respondió la Müller.

"Tengo mucho kilometraje", asegura Fuensanta en el café, orgullosa, antes de responder a mi pregunta sobre su participación en la legendaria cinta "Fando y Lis" (1969), de Alejandro Jodorowsky.

Entonces me cuenta lo que he leído en artículos y entrevistas, que fue su maestro de teatro por tres años, que un día la vio de arriba abajo y le preguntó: "¿te interesa actuar en una película?" Despacha el asunto con rapidez y mejor se pone a hablar del film que hizo aquí con Víctor Sacca en el 93. "Eso es más reciente", dice.

Pronto advierto que el trabajo que la marcó como actriz fue la obra "Roberta", dirigida por Juan José Gurrola y basada en una adaptación de Juan García Ponce de la novela de Pierre Klossowski. Se estrenó en La Casa del Lago en el 74, pero fue en París donde tuvo su mejor acogida, durante una temporada bastante larga en el 77.

"En Francia, llenábamos el teatro", dice, "yo me quedaba en bragas dentro de una caja de espejos, que habían diseñado Fiona Alexander y Alejandro Luna, y la gente tenía que asomarse a verme a través de unos orificios; pero se desesperaban y se ponían a trepar por la caja para verme desde arriba." Claro, comento, el asunto del voyeurismo en Klossowski, un erotismo en triángulo donde el observador es una especie de director de escena que lo controla todo a partir de su mirada.

"¿Les interesa aquí Klossowski?", pregunta asombrada, y en ese momento soy yo la que se asombra de su pregunta. Le comento que lo leí en la Facultad y que hace un par de años presentaron en Marco una serie de cortos de Pierre Coulibeuf basados en sus ideas estéticas. "Me estás hablando de otro Monterrey", dice.

"Esta ciudad es muchas ciudades a la vez", digo, "ya da para eso". Y enseguida, con honestidad: "Que no te sorprenda encontrarte de pronto a la ciudad asfixiante que dejaste, pero piensa que ahora hay otras opciones".

Cuando nos despedimos, agradecí en silencio a Magda García Quintanilla que me hubiera avisado que Fuensanta estaba en la Ciudad, a Óscar Montemayor por recordarme su trabajo y animarme a que me entrevistara con ella.

Quizá de verdad se arriesgue Fuensanta a regresar a su origen, lo cual significaría una buena noticia para el teatro de nuestra ciudad, para los actores regios en formación, para nuestro entorno literario y artístico ahora tan vibrante, tan lleno de energía, tan en el inicio de un nuevo ciclo.