lunes, diciembre 24

Hoy

Los escritores neoloneses y la Navidad
Por Margarito Cuéllar
Milenio

Literatos del estado cuentan cómo viven estas fechas y cuáles son sus deseos para el próximo año

Hay quienes son partícipes de la época, hay los grinch y uno que otro despistado.

Si los habitantes de la república de las letras fueran gente normal, común y corriente, que pone su arbolito de Navidad, sus luces de colores toda la noche o ya de perdido un nacimiento, no tendrían caso estas preguntas: ¿Qué haces en navidad? ¿Qué significado tiene este día para ti? ¿Cuáles son tus deseos para el 2008?.

Las respuestas vertidas son suficientes para tener una idea sobre lo que hace un escritor en Navidad. Y como se verá, hay quienes son partícipes de las convenciones navideñas, abundan los espíritus grinch y uno que otro despistado.

Leticia Damm, anfitriona del taller literario del Barrio Antiguo, poeta y traductora, cena guajolote relleno con su familia, intercambia regalos con hijos y nietos, asiste a posadas y trabaja si le cae chamba. Para ella la navidad es una buena manera de terminar el año y para mesurar los gastos época “con exceso de e-mails con buenos deseos, pocos de ellos originales”.

En 2008 espera tener motivos para reír, “antídoto de enfermedades de cuerpo y alma.”

Rosaura Barahona come uno o dos días antes con hijos, yernos y nietos; dedica la Navidad a leer y arreglar la casa. “Para mí la Navidad no significa realmente nada. Pero sigo la corriente por mis nietos. Mis hijos ya saben que para nosotros cualquier día del año es Navidad, si de vernos y platicar se trata. Nunca me han gustado ni las celebraciones ni los regalos obligados”.

Y como en su casa paterna le enseñaron que sólo hay que pedir salud, lo hace, ya que “todo lo demás se conquista”.

“En Navidad me la paso asustado y me acuerdo de mi difunta esposa que estaba súper loca, si no, ¿por qué quererme a mí? Para mí, Navidad significa ser como un gato callejero acorralado que renuncia al recuerdo de la selva y juega con ratones de plástico para que la tristeza no arrase con su instinto salvaje, que en este caso equivale a inocencia. Mis deseos para 2008 son tener trabajo, que alguien se interese en montar la obra de teatro que escribí este año, mandar mi novela a concurso y que gane; el cuarto deseo es secreto”, expresa Zacarías Jiménez, narrador y dramaturgo.

Dulce María González, narradora y coordinadora de talleres literarios, planea cada año leer los libros pendientes, organizar maratones de “cine en su casa”, escribir en cafecitos sin problemas de tiempo y realizar largos paseos por las mañanas.

Termina dejándose llevar por el espíritu navideño de la ciudad: “Me embriago de alcohol, tiendas y conversaciones entre foquitos de colores”. Veo a la familia y paso ratos agradables platicando nimiedades.

La Navidad para Dulce María es “pasarla como si estuviéramos de vacaciones en un planeta exhuberante pleno de adornos, de inconsciencia; una especie de limbo sin reglas ni horarios”. Desea en el 2008, “volverme una persona más simple, gozar lo que ofrece el mundo (el mío) en tanto termina, al fin, de acabarse”.

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