sábado, agosto 27

Poesía a mitad del duelo





PUBLICADO EN LA SECCIÓN "ARTE" DEL PERIÓDICO "EL NORTE", DE MTY, MÉXICO

"Población de la máscara" (Almadía, 2010), de Francisco Hernández, es un intento de rellenar los huecos de la persona que somos, espacios vacíos de nuestro interior donde corre el viento, habitaciones que es posible colmar de objetos que, por alguna razón, hemos compartido con sus creadores hasta hacerlos propios.

Hay algo intenso en nuestro encuentro con el arte. Vamos al museo, recorremos con aprehensión una serie de piezas que no nos dicen gran cosa, y de pronto sucede: al colocarnos ante cierta imagen o tocar la superficie tibia de una pieza escultórica, el sentido del mundo se revela. Y a través de las yemas y los ojos entra ese instante de comprensión en el que es posible ver aquello que está más allá de los signos.

Este tipo de experiencia es lo que Francisco Hernández intenta compartir por medio de sus textos, que aparecen ante nosotros como piezas que se nutren de otras, peces chicos en el vientre de los grandes, una voz en primera persona que puede ser la de Andy Warhol, la de Toledo, o Marcel Duchamp, pero que también es la de Francisco Hernández y la nuestra.

En ocasiones son los objetos quienes hablan: "Bajé mi vista en el momento de este autorretrato", dice el mono araña de Frida Kahlo, "Frida sufrida, patrona ebria y dormida..." y otras veces quién habla es cierta parte del artista que quedó atrapada en el cuadro: "Mi cara, desde niño, es idéntica / a una lata de sopa Campbells."



Hay también cantidad de juegos interesantes. En el autorretrato de Carla Rippey, por ejemplo, Hernández revela el sentido de su poemario en voz de la artista, que a su vez habla de su propia obra, en un procedimiento que recuerda aquella famosa carta que se muestra intentando ocultarla: "Poner todas las cartas sobre la mesa. / Es decir, colocar un buen número de fotografías / estableciendo un orden o un desorden que conecte con la belleza o resulte / por esto o por aquello sorprendente."

O la síntesis de varias piezas de Duchamp en unos cuantos versos: "Soy una rosa de Francia diferente, / nacida en urinario que agusana..." O el anverso de una mascota en la que se refleja el reverso del artista: "Y mi gato envuelto por el viento cálido de los sedantes".

Al final, el poemario se abre ante el lector como dos espejos encontrados reflejándonos al infinito, mostrándonos las identidades de las que estamos formados. Me hubiera encantado que los poemas de Hernández, tan plásticos, tan inabarcables, vinieran acompañados de imágenes. Pero eso es ya pedir demasiado.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué hermosa invitación a leer este libro. Lo buscaré.

Dulce M González dijo...

Gracias, Iván