sábado, noviembre 13

Dar oportunidad al amor

Para mis amigas del taller de lectura

I La mujer y el lenguaje


¿Cómo hacer para que el amor no se convierta en un campo de batalla?, ¿de qué manera alejarnos de los juegos de poder, de las dinámicas de conquista con sus vencedores y vencidos?, ¿cómo desandar la construcción cultural, evitar repetir la "historia de amor" que condiciona nuestra manera de relacionarnos?

En "El Albergue de las Mujeres Tristes" (Alfaguara 1997), Marcela Serrano despliega un racimo de historias desdichadas. Un albergue paradisiaco, a la orilla del mar, es el pretexto para unir a este puñado de mujeres en busca de la tranquilidad, a través de cuyas anécdotas la autora expone su idea de que el amor, tal como lo conocemos, ya no nos hace felices.


Llama la atención la recurrencia del tema en la narrativa escrita por mujeres. Hay una conciencia de que los viejos códigos de entendimiento han caído en desuso, y que la época actual es de transición y desajustes. Si al principio se trataba de liberarse del yugo patriarcal, ahora, cuando apenas hemos dado el primer paso, no tenemos idea de cómo relacionarnos con el otro cuando lo vemos de frente.

Todo indica que para construir algo nuevo es necesario deconstruir lo envejecido. Es por eso que constantemente, y aunque resulte chocante, me da por citar "Lo Anterior" (Tusquets, 2004), de Cristina Rivera Garza, un texto donde la autora se aboca a la empresa de escribir lo que aún no es una "historia de amor", en un intento de desandar el camino, de llegar al punto cero de la construcción. Quitar los ladrillos del gran edificio del amor es aquí un asunto de lenguaje que conduce a una serie de negaciones: no escribir una historia en absoluto, romper con la lógica narrativa, etcétera.



El resultado es una historia en pedazos, una no-historia. Quizá por eso al final de la lectura nos topamos con el Génesis. Pero en este nuevo inicio es la mujer quien se apodera del lenguaje y nombra. Su gesto es "un movimiento de pura compasión. La trayectoria de un inicio. Un intento de conversación".

¿Por qué la compasión?, me pregunté la primera vez que leí el libro, y recordé que en esta no-historia, la protagonista había rescatado a un hombre que moría de sed en el desierto, hermosa metáfora para esa parte que difícilmente vemos las mujeres: la problemática del otro, del hombre, para quien las cosas tampoco resultan sencillas actualmente.


Apropiarse del lenguaje, sin que ello implique arrebatárselo al hombre, significa entrar al mundo de lo simbólico. Dicho en otras palabras: para que la mujer participe en la construcción del mundo es necesario que nombre, que diga lo suyo, que establezca una comunicación real con el otro. Entonces cruzar los dedos y pensar que sí, que es posible otra manera de amarnos.



II Autoras regias


Durante la presentación de la antología "Versos Veraniegos" (Conarte, 2004), publicación que reúne el trabajo de las poetas regiomontanas que participaron en el ciclo de lecturas con el mismo nombre, Miguel Covarrubias dijo algo que en un primer momento me pareció desagradable, aunque más adelante tuve que concederle la razón: el libro es valioso porque aporta un documento que nos habla de la poesía regia escrita por mujeres y, también, porque señala sus preocupaciones y perspectivas.

De acuerdo con el maestro Covarrubias, la mayoría de las poetas regias incluidas en el libro escribe textos que abordan el mundo emocional, el imaginario, y que poco o nada atienden a cuestiones de carácter intelectual.

No es mi intención hacer aquí una crítica de la temática de nuestras poetas, pero sí considero importante destacar una reflexión que a todas luces nos sitúa, a quienes escribimos en esta ciudad, en la evidente repetición de la "historia de amor" de la que hablaba.

¿Desde dónde partir hacia la reflexión, ahora sí crítica, de nuestras perspectivas y nuestro lugar en el mundo?, ¿de qué manera apropiarnos del lenguaje?, ¿cómo construir ese diálogo entre iguales? O, visto desde el lado opuesto y como me preguntó uno de mis hijos anoche: "¿de qué manera se acerca uno a una chava intelectual, directa, sin misterios?".

Me viene a la mente la novela de Coral Aguirre, y con ello incurro en otra reiteración chocante. El caso es que en "Larga Distancia" (Conarte, 2004) hay una historia lineal, sí, pero se trata de un texto que habla, precisamente, del fracaso de la "historia de amor". Las mujeres de esta novela son mujeres sin misterio, dado que todo queda al desnudo al final, todo abierto. Y lo que se muestra con esta apertura radical es el vacío, la nada que queda después de romper con todas las reglas y códigos vigentes.

 
Si todo está destruido, si la hermana se acostó con el cuñado, y todas las mujeres de la novela se traicionan, y todo se viene abajo, entonces tenemos ante nosotros una historia en pedazos, una posibilidad de empezar de cero.

Alejandra, la jovencita que escapa de la casa de esas mujeres derrotadas, será acaso quien nombre el mundo. Coral Aguirre no quita un ladrillo después del otro, como hace Cristina Rivera, ella le pone una bomba a la construcción y deja que suceda la fuga, que al menos una de las mujeres escape hacia la diferencia, hacia la posible construcción de una historia inédita.

Y, sin embargo, a pesar de tanto planteamiento teórico, después de tanto hablar sobre el asunto, me pregunto si de verdad será posible hacerlo: volver a nombrar el mundo, aprender de nuevo a querernos.


Publicado en la sección Arte del periódico El Norte. Monterrey, Mx 

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