domingo, noviembre 14

Tal como sucedió con las torres gemelas


A ver, vamos a ver:

Mi amigo epistolar opina que a nuestra edad el amor se vuelve un contrincante y que la causa de eso es la memoria. Argumenta que "uno es nuevo siempre que se enamora" (en este sentido, la historia es siempre inédita) y que "ejercer la conquista" es lo mejor que puede ocurrir a alguien (la conquista es aquí una condición deseada).

Yo le había enviado el artículo de abajo, y el poema de Anne Carson que publicó Cristina Rivera en su blog:

And what do they want?
So too a friendship
begins before the first meeting

an empire
before the first conquest.


Y aquí estoy, pensando en imperios, pensando si no me equivoco al decir que pensar es la mejor manera de atender al cuestionamiento. “Razonar en vez de disfrutar”, dirá mi amigo en un tono que me hace ver que he pasado por alto un detallito que es una "condición de posibilidad".

De aquí en adelante, todo adquiere la forma de una nueva pregunta.

De acuerdo a Zizek, el error de Marx fue pensar que era posible una productividad frenética, “ilimitada en su expansión”, haciendo a un lado la causa que le da su impulso: la plusvalía. No hay productividad sin plusvalía, dice Zizek, porque la plusvalía es la “condición de posibilidad” del capitalismo.

Zizek compara este idealismo erróneo de Marx con la melancolía, donde está presente el objeto de deseo, pero falta cierta característica que lo hace deseable. El amor sin conquista, o el imperio antes de la conquista a que se refiere Anne Carson, puede, desde esta perspectiva, ofrecer una opción en la diferencia, pero ésta no dejaría de ser melancólica.

Si vamos más allá, y nos mantenemos en la línea de Zizek, entonces resulta que no hay imperio sin conquista. Por otro lado, mi amigo sugiere la posibilidad de que la deconstrucción que lleva a la resignificación del amor se relaciona, más que con la eliminación de la construcción histórica, con la puesta en olvido de las experiencias previas en la historia personal...

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