domingo, enero 23

Teresa's fault


Mi amiga Teresa me pidió una guía de Israel y unos minutos antes de llevársela me puse a buscar los lugares que le recomendaría para su viaje. Entonces descubrí que dentro había guardado papeles con anotaciones, direcciones o teléfonos de gente en la que no he pensado en años y que en aquellos momentos era parte de mi vida cotidiana. Había también tarjetas de presentación, anuncios que había recortado del periódico, y una postal que nunca envié: en ella aparece una perspectiva en contrapicada de la Acrópolis, en Atenas, y está dirigida a mi amigo Abed de Israel.

Muy cerca de la parte media del libro, y a manera de separador indicando un texto que aborda la historia de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén (uno de mis lugares favoritos), hay una fotografía. Estoy en el paseo adoquinado a la entrada del Mercado Karmel, en Tel Aviv. Tengo 5 kilos de más, el cabello cortito, una cola de caballo casi infantil, y una sonrisa enorme. Me viene de pronto el momento: es el día anterior al Shabbat y soy una mujer feliz.

Recién tomé un café de filtro en las mesitas al aire libre con un amigo colombiano del que no recuerdo el nombre, pero sé que es alguien de todos los días, uno de esos seres a quienes no ponemos mucha atención, pero que están siempre. Él me acompañó a las compras y tomó la foto. Llegamos ahí caminando a lo largo de Ben Yehuda hasta llegar al cruce con Allenby. Son las diez de la mañana, huele a especias, el sol está brillante.

Traigo mi sueldo de la semana en la mochila y después del café y las fotos iré a comprar ropa para la playa. Soy una mujer con un mundo propio: trabajo, amigos, aventuras amorosas, conflictos. Nunca pienso en México ni me pasa por la cabeza que algún día regresaré. Más bien estoy pensando en la ropa que me pondré para salir en la noche. Desde un puesto del mercado llega el tipo de melodía que escucho a diario: música árabe. Estoy soportando la urgencia de comer una grasosísima shwarma.