jueves, febrero 10

¿Quién es el yo que escribe?

Anoche, durante nuestra sesión semanal de revisión, Cuitláhuac leyó un capítulo de novela interesante y complejo. Al comentarlo, Coral dijo una frase memorable en el origen de la ficción: “Una se agota al hablar de sí misma”. Hace un par de meses di a los becarios del Centro un motivo similar: contar la propia hostoria es aburrido, por eso empezamos a ficcionar.

Una deja lo biográfico por agotamiento o por fastidio. Entonces se abre el mundo. No porque digamos las cosas de alguien que no somos, sino por la riqueza de imaginar que somos otra. Ser una misma (cualquier cosa que eso signifique), o ser la de enfrente: he ahí el dilema. Pero al narrar cuestionamos la propia identidad. Y descubrimos que es posible sobreponer planos.

Hace poco me escribía Carlos acerca de los diferentes niveles de persona. En el origen griego de la palabra “persona” hay una máscara. ¿Habrá alguien detrás de la persona, de la máscara? Uno de mis primeros libros se llama “Detrás de la máscara”. Es una serie de cuentos en donde quien narra es a veces hombre, a veces mujer, en ocasiones la narradora se llama Dulce, pero tiene una historia diferente. Pensaba (quizá es una idea disparatada) que al ponerme todas esas máscaras aparecería un rostro vacío.

Ahora pienso diferente: cada vez que escribo soy otra, aunque pretenda ser autobiográfica.

Esto me recuerda algo que dice Zizek en “El acoso de las fantasías”: no hay realidad, sino sentido de realidad. Y nuestro sentido de realidad está sustentado en una fantasía fundamental y personalísima: una ficción. Perderla sería caer en la locura, quedarnos sin piso.