martes, marzo 8

Amanecer con lobos

A medianoche pienso en el amanecer. Amanecen los árboles con nosotros que renacemos de nuestras muertes. Todo amanece y en esto no hay posibilidad de elección: sucede. Aunque nos guste lo negro, o digamos que ya es costumbre, he aquí que aparece lo blanco, sin previo aviso. Así son las cosas en el planeta Tierra, no hay necesidad de argumentar.

A la Mujer Loba le disgustan este tipo de reflexiones, especialmente por la hora. Pensar en el sol cuando es de noche la enferma. Sobre todo porque, recordemos, es una wannabe: en lugar de cazar víctimas se queda a fastidiar.

¿Qué clase de loba eres?, le pregunto, porque tampoco me tiene contenta su costumbre de deambular por la casa, no descanso y por la mañana ahí te voy como zombie: llevo a la niña a la escuela mientras ella duerme a pata tendida en mi cama. La Mujer Loba es así. En lugar de aventuras, televisión. En vez de sangre, clamato. ¿Quién la aguanta?

Dice que de día nada más se disfraza, que soporta como una mártir las horas del mundo. Con lentes oscuros y pensando en vampirear. Yo sé que no, yo sé que lo dice porque en este momento ella está así, medio animala. Mañana, cuando termine de transformarse por ahí de las once, disfrutará su café con leche y dirá que es hora de trabajar.

Nos hacemos reales cada día, dice Lefty: placer con placer, dolor con dolor. A lo mejor es eso. Aunque no lo podría asegurar.