lunes, mayo 16

Lamento invisible o de cristal

Últimamente a la Mujer Loba le da por salir a la terraza para llamar a la luna. Escapa de la cama y se va de puntitas para no molestar, aunque sé que en el fondo lo hace así para evitarnos. Una vez afuera se deja llevar por la inercia y ladra.

Nos despierta ese llanto sin llanto. Acaso una pregunta sin respuesta, un deseo que en vano intenta ahogar al envolverse en él como si nadara, como si de verdad el mar se abriera negro en las macetas o en los árboles del estacionamiento.

A veces pienso que lo que quiere es confundirse con su aullido, o que su aullido se transforme en su pata o en su hocico abierto. Otras veces parece cubrirse con él, como si se tratara de un saco.

Más tarde su ruego se vuelve inaudible o de él sólo se percibe el contorno, como si fuera una pelota transparente o una pompa de jabón. Quizá desea atrapar a la luna, meter esa luz al llanto, a la burbuja solitaria del ladrido como diciendo ven, luna, entra a mi boca redonda y grande.

Yo la veo de lejos y pienso: pobre. Y regreso a la cama.