miércoles, junio 22

La carga del día

Me comentó que Mercedes carga algo. Dijo que eso se intuye. ¿Y es muy pesada la carga?, pregunté. Sí, respondió, mucho. Me quedé pensando toda la noche.
Hoy por la mañana recordé que ella, Mercedes, está siempre hablando. ¿Cargará palabras?
El peso de las palabras es relativo. Una las toma y se las queda. Después, un buen día, al ir caminando por el parque, las deja ir sin culpas, sin preocuparse.
Las palabras viejas se van, pero no hay dolor. Quizá porque se marchan voluntariamente, en páginas que una escribe y abandona ahí, donde sea, sólo para ver qué pasa o porque ya es hora de irse.
Las palabras viejas saben esperar. Llega un nuevo huésped y záz, desaparecen y aparecen en otra página. Muy ligeritas y renovadas, como si hubieran ido al gimnasio.
Una, que se ha quedado sin ellas, también sabe esperar. Entonces llegan otras y una se pone a escribir lo nuevo, a hablar de lo nuevo. Las palabras recién llegadas, recién nacidas, son frágiles; temerosas al principio, pero tampoco parecen tener antojo de peso o seriedad.
Acaso el peso consiste en que ellas se sienten bien así, siendo palabras. Entonces dejan de volar y toman su lugar en la página y por eso pesan, porque les gusta su lugar y ya no vuelan tanto.
Pero, insisto, el peso es relativo: éste que digo es un peso sin pesar, un estar donde están. Una estadía y un tránsito.
Sí, seguramente es eso. Ahí están los barcos con su carga que no todo el tiempo es pesada, pero siempre es carga. Contenido en el contenedor. Viaje. Aventura.
Supongo.