viernes, septiembre 16

La escritura en cartas

Porque la escritura es una carta, siempre.
A: J, sobre la necesidad:
Sí, hay toda una diversidad de posibilidades de vivir la literatura. A veces pienso que si pudiéramos dejar de escribir, si pudiéramos no escribir y de todos modos seguir viviendo, lo haríamos encantados de la vida (quizá nos dedicaríamos a ser felices sólo por el hecho de respirar).
La necesidad de escribir es lo más sencillo del mundo: lo hacemos porque no hay de otra. Hacerse una vida literaria es ya demasiado. Uno vive la vida como puede. En nuestro caso, sobrellevando esta necedad de tener que estar simbolizándolo todo, el intento de llenar ese hueco que sabrá dios de dónde salió.
A: D, sobre la ética:
Ayer estuve hasta la una de la mañana conversando con una amiga sobre el sentido de la ética en Lacan. Ahora leo tu texto y no lo puedo creer: claro que existen las leyes del azar, claro que, si uno se pone a buscar con disposición, encuentra.
Para Lacan, la única ética posible es actuar en concordancia con el propio deseo y hacerse cargo de las consecuencias. Ser quienes deseamos ser, hacer lo que nuestro deseo nos dicta, actuar sin traicionarnos.
La búsqueda del padre, o de la madre, o del amor, la búsqueda de ese vacío en torno al cual tejemos un camino: caminar nuestro camino, el camino elegido: experimentar el trayecto que nos da forma.
Eres muy claro al decir el tejido que eres. Muy claro. Muy incapaz de traicionarte. Lo llamamos: congruencia. No se trata de adoptar los estereotipos del periodista o el literato, se trata de vivir la vida haciendo lo que hemos elegido, siendo lo que hemos elegido, con todas las presencias, las ausencias, con todo lo que nos rodea. Vivir la vida de cierta manera, pero saber que esa manera es la nuestra.
A: F (que a veces es K), sobre los motivos:
Coincido contigo cuando, citando a Barthes, recuerdas que la escritura está dirigida a alguien. Considero, partiendo yo misma de Derrida, que este carácter de envío es propio de toda escritura: blogs, cartas, poemas y hasta los diarios estrictamente personales. Escribimos a partir de alguien, un otro que nos incita y a quien, en principio, nos dirigimos; aunque en el fondo ese otro sea un lugar capaz de ser ocupado por muchos. El deseo es canijo. Y mueve al mundo.
En cuanto a lo que piensen los demás acerca de cómo debe de ser un escritor, de qué cosas debe hablar, cuál debe ser su actitud o su posición, eso me tiene sin cuidado. Hay infinitas posibilidades para la vida cuando está construida de escritura.
Escribir es ordenar símbolos en torno a una ausencia, convocar a ese otro que nos impulsa a escribir, crear un lugar de encuentro construido de palabras, mi lugar de encuentro es como yo lo deseo y es para alguien. Recibir y enviar esas cartas a ese otro que toma el lugar de los lectores, que los simboliza y los representa.Hablas acerca de la forma. ¿Por qué habríamos de eximirnos del placer de lo estético? Escribir, acaso, por puro placer, por el deseo de gozar la belleza; en ocasiones olvidados un poco de lo que decimos, centrados en palabras que nos seducen, aunque nada digan. La nada es también gozosa.
El viejo sentido de la vida. Si está ahí, si casi lo tocamos y es bello, disfrutable y nos hace sentir vivos, entonces que los otros digan lo que quieran. Yo, tan campante.
A: mi Sócrates (que a veces es mi Platón), sobre la esencia:
No sé cuándo leerás esto y quizá por eso siento que ahora mismo escribo la novela, lo cual no es demasiado diferente, ya que siempre soy la Platona que escribe para su Sócrates. Siempre soy la que escribe para ti. En un secreto código donde yo no soy yo ni tú eres tú, el que no conozco, el de la vida real. Y sin embargo eres éste, el mío, aquél para quien escribo con una servidumbre que me enaltece.