sábado, septiembre 17

Traducciones en el literespacio


Literespacio / El Hamlet regio y adiós a los dioses
Por Dulce María González
El Norte
Desde que inicié la lectura de la adaptación que Alessandro Baricco realizó el año pasado a "La Ilíada" de Homero, supe que sería un ejercicio incómodo, tomando en cuenta los comentarios que el mismo autor hace a su texto a manera de prólogo.
La estrategia de Baricco, consistente en suprimir la participación de los dioses, provoca que emerja la novela contemporánea que siempre estuvo enterrada en el texto homérico. En "Homero, Ilíada" (Anagrama, 2005), versión realizada para ser leída en público y transmitida posteriormente por radio, la historia adquiere un ritmo veloz, dando por resultado que la anécdota, y por lo tanto la acción, aparezcan en primer plano. Si a lo anterior agregamos un tono narrativo que desconoce la exaltación poética de los grandes héroes, entonces tenemos una "Ilíada" totalmente accesible a los lectores actuales, para quienes es difícil pensar en la superioridad divina de nadie.
Sin embargo, lo que en realidad suprime Baricco al borrar la parte invisible del mundo helénico es su alma, el espíritu de la época, el sentido griego de la realidad. El interés de un mundo anterior a los primeros cuestionamientos filosóficos es precisamente su carácter indomable: sobrepoblado de fantasmas y divinidades, el aire que respiran los griegos es denso, atemorizante; de ahí la importancia de los grandes hombres, capaces de enfrentar lo invisible. En Homero, los demonios internos son colocados afuera, en los elementos de la naturaleza; quizá por ello "La Ilíada" acierta al traducir a palabras la pasión humana: la actitud soberbia de Agamenón, la cólera de Aquiles.
Sin el escenario sobrehumano, los héroes no parecen ser tan grandes y la Ilíada se convierte en una fenomenal novela de guerra, pero a los hombres que participan en ella la grandeza no se les ve por ningún lado. Y sin embargo, o quizá por ello, el lector actual la lee con aprehensión, como si no conociera el argumento. El ejercicio de Baricco resulta interesante, ya que ilustra, más que la forma de vida de una civilización que dio inicio a la cultura occidental, la actitud del lector occidental contemporáneo para quien una historia narrada con velocidad y plena de violencia es el mejor ejemplo del arte literario.
Actualmente, y esto se ha comentado mucho en los últimos tiempos, el mercado editorial pareciera haber suplantado la opinión crítica de los expertos, al convertirse en indicador no sólo de la calidad literaria de los autores, sino del sentido contemporáneo de la literatura y la estética. Es acaso a partir de esta nueva manera de medir la calidad que Baricco comenta con orgullo que a las dos lecturas de su texto, realizadas en Turín y Roma, "asistieron (pagando) más de diez mil personas, y que la radio italiana trasmitió en directo el espectáculo de Roma". ¿Cómo puede ufanarse de tal cosa el autor de una novela tan sublime como "Seda"? Es evidente que los éxitos del mercado vuelven loco hasta al más delicado de los actuales narradores jóvenes de Italia.
Volviendo a la adaptación de "La Ilíada", y reflexionando en torno a la producción de nuestros artistas, el texto me recordó una de las últimas obras teatrales de Sergio García. Hablo de la puesta en escena que el director regiomontano hizo de "Hamlet", representada hace un par de meses por alumnos de la Escuela de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras en el escenario del Aula Magna de la UANL. En la adaptación al texto de Shakespeare, García realizó una operación similar a la de Baricco: borró o, más bien, enmudeció a una generación entera de personajes (los adultos, con excepción del fantasma del rey Hamlet) con el fin de que emergiera la problemática de los jóvenes de la historia.
En este caso, la supresión de uno de los elementos acierta en su finalidad de sacar a la superficie una situación que no se veía con claridad por encontrarse inmersa en las complejidades de una tragedia enorme que incluye a todos. Sin la presencia de los padres, Hamlet, Ofelia y en general los personajes jóvenes, aparecen como esclavos de las historias de sus antepasados, siervos de su linaje, seres incapaces de tomar decisiones personales ni de vivir sus propias vidas, ocupados como están en hacerse cargo de los deseos y las pasiones de sus mayores. No obstante esta supresión de las intervenciones de los adultos, la adaptación de García no aceleró el ritmo ni cambió el tono. Y lo más importante, desde mi punto de vista, es que conservó en lo posible el lenguaje original. Simplemente provocó que se escuchara la voz de los jóvenes y con ello logró contar la misma historia, pero de otra manera, resaltando otras cosas. Una verdadera relectura en la que permanece el texto original a manera de soporte.
Baricco, en cambio, se atreve a decir que se ha quedado con lo esencial del canto homérico. Tomando en cuenta tal afirmación, su fracaso se hace patente desde la primera línea si enfrentamos su versión a la de Homero. No es lo mismo: "Canta, oh, diosa, la cólera del Pelida Aquileo", que: "Todo empezó en un día de violencia". Lo que se pierde en la adaptación de Baricco, además de la cordura y el respeto por nuestras obras fundantes es, precisamente y a todas luces, la esencia del texto original.