sábado, octubre 15

Literatura, política, la FIL y el Encuentro


A punto de cerrar la semana más importante en nuestro Estado en materia literaria, y después de hacer un breve recuento de lo sucedido durante los últimos días, se hace evidente el buen momento de las letras locales.

Y, aunque en esta ocasión el Encuentro Internacional de Escritores, a excepción de unos cuantos casos, como el del maestro Miguel Covarrubias, no incluyó la participación de los creadores más representativos de aquí, la Feria Internacional del Libro equilibró las cosas a través de eventos que hicieron sentir su presencia.Además de las presentaciones a cargo de escritores regios como Minerva Margarita Villarreal, Felipe Montes, David Toscana, Hugo Valdés y el joven crítico Víctor Barrera Enderle, entre otros, se presentaron las nuevas publicaciones de los narradores Héctor Alvarado y Luis Felipe Gómez Lomelí, una antología bilingüe de poetas nuevoleoneses a cargo de Leticia Damm, los últimos 5 títulos de la Colección Árido Reino en materia de poesía, así como los primeros libros de Antonio Ramos y Óscar David López.

A ello se agregó la tradicional serie de lecturas "Días Feriados", dedicada a mostrar el trabajo de autores locales de mediana trayectoria. Y, para cerrar con broche de oro, en estos días se otorgó el premio para narradores menores de 25 años a Óscar David López y se anunciaron los resultados de los dos premios de narrativa más importantes del País, en los cuales Héctor Alvarado y David Toscana resultaron galardonados con las preseas a mejor novela inédita y publicada, respectivamente.

Y, aunque los más jóvenes, acaso por los afanes de negación propios de su edad, insisten en declarar que en Nuevo León no se escribe literatura de peso apenas les ponen un micrófono enfrente, los resultados saltan a la vista, acaso ayudándoles a reconocer que, más allá de lo que puedan fantasear, un escritor no surge de la nada.

Por otro lado, la efectiva representatividad de nuestra literatura en la FIL y el fracaso en este sentido en lo que se refiere al Encuentro Internacional de Escritores, nos hacen caer en la cuenta, una vez más, de que la promoción de los artistas debe correr a cargo de profesionales y de ninguna manera abandonarse a las manos inexpertas de los propios creadores.

Pero lo que sucedió en el Encuentro, organizado por el gremio de escritores a través de sus representantes, no es nuevo en nuestro País.

Según documenta Guillermo Sheridan en "Poeta con Paisaje, Ensayos sobre la Vida de Octavio Paz" (Era, 2004), en 1933 se fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, primera organización gremial en México con estructura de sindicato.El propósito de la LEAR, comenta Sheridan, era intervenir en decisiones relacionadas con las políticas culturales y el manejo de los presupuestos dedicados a ese rubro." Juzgar literariamente las aportaciones de la LEAR", asegura, "sería una pérdida de tiempo".

Años más tarde, del 17 al 24 de enero de 1937, la LEAR organizó el Congreso Mexicano de Escritores y Artistas, reunión internacional de intelectuales en la cual brillaron por su ausencia tanto los temas literarios como los escritores locales más representativos del momento, tal como sucedió en el Encuentro de Monterrey.

En su lugar, los congresistas se encargaron de discutir temas como "el escritor como víctima indirecta de la explotación capitalista", la necesidad de pactar con "todo gobierno de sentido progresista", etcétera. Se propuso, además, la creación de la Casa del Trabajador Intelectual y de un sindicato en forma. ¿Qué relación tiene todo eso con la literatura?, me pregunto.

Advertir el inconveniente de repetir experiencias fallidas de hace más de 70 años nos ayuda a ubicarnos. En un mundo dominado ya no por el enemigo fascista o el expansionismo soviético, sino por el mercado, la literatura y el arte cobran en sí mismos un valor subversivo.

Escribir poemas sin ningún interés utilitario ni de consumo, textos en los cuales se reflexiona acerca de los problemas fundamentales de lo humano, es abrir una grieta al sistema hegemónico contemporáneo al aportar otro ángulo de lectura del mundo, otra escala de valores, una visión más humana.

En todo caso, y tomando en cuenta la opinión de quienes aseguran que el escritor está obligado a incursionar en terrenos ajenos a la creación, haría falta ser más abiertos, proponer otro tipo de estructuras políticas más acordes con la realidad actual y las complejidades del mundo.

Haría falta, también, dar a la creación literaria su lugar, sobre todo tomando en cuenta la fuerza que la literatura de Nuevo León ha mostrado en los últimos 10 años. Haría falta ser más conscientes, más cuestionadores, menos dados al lugar común.

Haría falta preguntarnos qué gana la literatura cuando los escritores, en lugar de crear, se ocupan de organizar eventos, desplazando con ello a los profesionales del área. Habría que cuestionarnos cuál es la importancia de que los creadores se pongan a discutir sobre presupuestos públicos. Habría que preguntarnos si vale la pena tomar el lugar de los políticos, los luchadores sociales o los administradores de cultura.

"Tienen razón los del Encuentro", comentó un conocido crítico a una conocida narradora local en plan de broma.

"El mundo está muy mal, el capitalismo avanza cada día, la justicia social es una burla y nosotros nadamás nos quedamos viendo. No podemos seguir haciéndonos los tontos", agregó, "hay que juntarnos a tallerear".

Publicado en la columna Literespacio del periódico El Norte. Monterrey, México.