lunes, mayo 8

Otra vez el viento

Tengo un amigo al que quiero mucho. Lo considero una de las personas importantes de mi vida. Aunque vivimos en la misma ciudad, nunca nos vemos. Se podría pensar que el motivo es el trabajo, o la falta de tiempo, o los horarios que no coinciden. En realidad no nos vemos porque cada uno anda en su mundo.
Sin embargo, nos escribimos constantemente. Lo extraño es que lo siento más cerca que a otra gente con la que me encuentro a diario.
Quizá porque nos contamos la vida escribiéndola, muchas de las cosas que me dice se han quedado grabadas en mi mente. Es como si algunas imágenes de su memoria formaran parte también de la mía.
Está la imagen de sus hijos frente a la ventana, contando carros; la de su mamá diciéndole cómo es la lluvia cuando vives en el campo y muchas más, todas ellas sencillas y luminosas. También hay videos: un aniversario de bodas en un restaurante italiano, un partido de fut bol en la playa. Alguna vez me dijo (en realidad lo escribió) que los humanos nos vamos quedando en otros. Un poquito de mí en ti, inevitablemente.Me recordó a un personaje de “Amrita”, de Banana Yoshimoto. Se trata de una mujer que supuestamente recordó una vida pasada. Eso le cambió la existencia: le pesaban esos recuerdos ajenos. Ya no sabía quién era ella ni cuál era su verdadera memoria.
A mí me sucede lo contrario, una especie de alimentación enriquecedora. Quizá porque se trata de los recuerdos de alguien que quiero.El caso es que ayer, al descubrir este blog, me llamó un amigo de larga distancia. “Entra al chat”, pidió. Después me quedé pensando que conocemos a profundidad nuestras vidas, a pesar de que nunca nos hemos visto en persona.
¿Dónde ocurrirán en realidad la amistad, el amor, las emociones?¿Cuál es el lugar de la mente y cuál el del cuerpo en todo esto?
Los momentos más intensos suceden a veces en espacios que no se pueden tocar.