sábado, junio 24

Columna

Literespacio / Futbol y tragedia
Dulce María González
El Norte

Hace un par de días me recordó un amigo que los momentos de crisis tienen relación con el cambio, con el reacomodo, con la adquisición de una nueva conciencia a través de la cual experimentar la vida y el mundo.
"Hay gente que se queda igual para siempre", me dijo, y recordé la importancia de las revoluciones personales y sociales, a través de las cuales nos es posible eliminar lo envejecido y abrirnos al presente con esperanza, con la sensación de que todo empieza de nuevo.
Las mejores imágenes para nuestro momento de transición son proporcionadas por los medios. Aprovechando el desorden general, hambrientos de rating, los medios imprimen más velocidad a los sucesos, mayor intensidad y dramatismo a los diferentes eventos políticos y sociales en los que inevitablemente nos encontramos inmersos.
En los noticieros, por ejemplo, vemos las diferentes reacciones al último juego de la Selección Mexicana en el Mundial. Gente vestida de verde en Alemania, gritando, vociferando, saltando con sus pelucas en la cabeza, sus sombreros. La bandera del País pintada en el rostro en esta explosión festiva de nacionalismo futbolero y teatral.
Y el simulacro se extiende a las oficinas, a los bares, a las casas donde alcohol y alharaca de por medio, la gente se reúne a gritar, a desahogarse, a festejar. A través de la pantalla penetramos las diferentes atmósferas y de pronto una siente que está viviendo un momento de excepción, un espacio fuera del mundo que, por su naturaleza escénica, nos recuerda el Carnaval.
Pero lo más interesante sucede cuando la transmisión se va a comerciales. Una imagina que descansará del espectáculo, que podrá respirar en la comodidad de la pausa consumista, mercadotécnica, llena de imágenes predecibles y clichés tranquilizadores.
Error. No hay tal descanso. La pausa consiste en spots preelectorales en los cuales los candidatos se atacan unos a los otros. Inmersa en su propio simulacro, en su singular manera de teatralidad, la lucha por el poder político subyace a la efervescencia futbolera. La dinámica entre ambos fenómenos provoca que el momento de transición resulte más complejo e interesante.
Si los análisis sociológicos están en lo cierto, la actuación del equipo mexicano frente al de Argentina impactará el proceso electoral, al menos en lo que se refiere a los indecisos. Un buen papel de nuestra escuadra apoyaría la propuesta de continuidad, una actuación catastrófica inclinaría al cambio. Pero, ¿qué es en realidad una catástrofe?
La tragedia griega nació para experimentar emocionalmente, a través de la catarsis, los procesos de transición. Y es en el momento catastrófico en que el héroe (representante del viejo orden que ya no responde a las necesidades del presente, o del nuevo orden que no se comprende aún) perece, cuando se inaugura lo nuevo, el porvenir.
Nuestro problema actual es que no hay tales héroes. Y sin embargo nos los creamos en la cabeza, son los reyes del Carnaval. "Andamos gateando para elegirnos un padre", dice mi amigo. Yo agregaría que lo hacemos aún sabiendo que tal padre no existe, fingiendo ignorar que en nuestro sistema político ese padre no ejerce el poder total, gracias al Cielo, ya que existen otras dos instancias que lo regulan y limitan.
Sin embargo, el simulacro nos da la oportunidad de hundirnos en la pasión trágica, de experimentar en carne propia ese desorden que precede a lo nuevo. Sin pasión no hay tragedia, afirma Nietzsche, ni mucho menos renovación.
Por el contrario, continúa, "el héroe que tiene que defender sus acciones con argumentos y contraargumentos corre peligro de perder nuestra compasión, pues la desgracia que, a pesar de todo, le alcanza luego, lo único que demuestra precisamente es que, en algún lugar, él se ha equivocado en el cálculo. Pero una desgracia provocada por una falta de cálculo es ya más bien un motivo de comedia".
Por mi parte, intento asumir, con todo y su dosis de angustia y descontrol, el instante del cambio, de las crisis, de la transición. Ya habrá tiempo para la comedia de las faltas de cálculo.

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