domingo, agosto 13

Escribir mientras se pueda

Escribir es la mejor manera de aterrizar para quienes andamos siempre en las nubes. Aun cuando, de alguna manera, te marchas a otra parte, de pronto adviertes que vas tomando peso, que te vas transformando en una persona concreta y fuerte: la que escribe.
Recuerdo que en un principio no entendía por qué la Orlando de Virginia Woolf tenía tantas vidas, por qué podía ser a veces hombre y a veces mujer. Hasta que escribí la primera novela.
En Orlando, el personaje vive sus aventuras y de pronto se sienta a escribir. Entonces la vida se detiene y ella se convierte en una persona de verdad: la que escribe.
Es curioso cómo los humanos cargamos de sentido a la vida. Si el sentido es escribir, lo que nos sucede carece de verdadera importancia. La vida se convierte en caldo de cultivo para una posible novela. Y en cuanto una se pone a escribir, generalmente le da a la vida tremendo patadón. El mundo, la gente, las circunstancias que unos días atrás nos quitaban el sueño, dejan de existir.
¿Y para qué?, me pregunto.
A principios de año pase más de un mes sin comer ni dormir, me urgía terminar una novela. Era como si me anduvieran persiguiendo. Finalmente acabé y ahora la tengo arrumbada en un cajón. ¿Cual era la prisa?
Casualmente, en estos momentos ando con una urgencia tremenda de escribir lo que escribo.
¿Y para qué?, repito.
Pos sabe, misterios del mundo.

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