sábado, febrero 17

Cucarachas de papel

Literespacio / Cucarachas de papel
Por Dulce María González
El Norte


La semana pasada asistí a una reunión donde se hablaba del arte, la literatura y los nuevos medios. Me llamó la atención que una fotógrafa extranjera de reconocida trayectoria se lamentara de ser "antigua", ya que, aseguró, no se siente a gusto trabajando con material digital.

Cuando me pidieron mi opinión, comenté que en mi terreno no hay tal conflicto, puesto que para un escritor no existe nada como un libro. Todos coincidieron entonces en que, al igual que la fotógrafa, soy una creadora de ideas antiguas.

Nunca ha sido mi intención parecer moderna; sin embargo, esa noche me dio por explicar la manera en que las nuevas tecnologías, efectivamente, han transformado los procesos de producción, promoción y difusión literaria e, inevitablemente, salí en defensa del libro.

No se trata solamente de la sensación de textura y grosor del papel al pasar la página, ni siquiera del olor de la tinta o la belleza estética del diseño y el tipo de caracteres. El libro es un objeto simbólico importante, la evidencia de una conquista.

Sabemos que la invención de la imprenta dio lugar a una revolución en la cultura. A partir de Gutenberg, leer y escribir dejó de ser un ejercicio reservado a una minoría para convertirse en la posibilidad de adquirir conocimiento para la mayoría.

Ya entrada la modernidad, o más bien su decadencia, empezaron los malos augurios. Con la invención de la radio se predijo el fin de la música viva; con la televisión, el fin del cine. Como en una gigantesca conspiración, todo ello acabaría con el libro.

Sin embargo, éste último no murió, como tampoco la magia de la música en un concierto o de la proyección cinematográfica en una sala pública.

Más allá del pensamiento de ruptura que caracterizó al Siglo 20 y que aún arrastramos en nuestro desdén hacia la tradición, en este mundo posmoderno de la "next generation" cualquier cosa de hoy es ya "antigua" y, por lo mismo, susceptible de ser aplastada como cucaracha. No obstante, todos conocemos la resistencia de las cucarachas.

En efecto, y como explicaba la noche de la reunión, las nuevas tecnologías han transformado las dinámicas de producción y difusión literaria. Para empezar, porque los creadores nos hemos habituado a los procesadores de palabras, al grado de que nos es difícil prescindir de ellos al escribir un texto, el cual presentamos ahora de manera impecable, sin las ancestrales tachaduras y correcciones a pluma.

Los contenidos viajan de manera instantánea a través del correo electrónico y el intercambio de textos e ideas se ha ampliado gracias a los foros de discusión y listas de correo alrededor del mundo.

Tenemos además la posibilidad de publicar en la red textos singulares, complejos o arriesgados en los que ninguna editorial grande se interesaría por su escaso valor comercial.

Paradójicamente, todo lo anterior no ha provocado la desaparición del libro, sino su difusión.

En el terreno de la literatura, la posibilidad de leer las opiniones de lectores especializados que escriben desde rincones alejados nos lleva a descubrir a autores a quienes el mercado ignora y de cuyas obras, por desenvolverse en ámbitos reducidos o locales, nunca hubiéramos tenido noticia.

La búsqueda de libros "raros" y autores desconocidos, así como la aparición de sitios especializados en la red es resultado de esta dinámica. Sin olvidar el fenómeno Amazon, consistente en la venta de libros de autores de consumo masivo a través de librerías virtuales.

Desde mi punto de vista, la enorme posibilidad de producción, venta e intercambio de opiniones y textos en la red significa, no una amenaza al libro, sino una posibilidad de difundir a autores "raros" y proyectos editoriales alternos, así como de poner límites a las grandes empresas que, si antes equilibraban su producción entre los textos propiamente literarios y los de lectura fácil, ahora publican casi exclusivamente estos últimos.

En la mayoría de los casos, y contrario a los pronósticos, el consumo de objetos literarios seudoconcretos (lectura de textos en la pantalla) por lo general estimula y promueve la producción y difusión de objetos concretos, ancestrales, resistentes como las cucarachas, llamados libros.

Así sea.

3 comentarios:

Aterrizaje dijo...

Completamente, desaparecen los discos de vinilo, los cassettes, los CDs anye el USB y los archivos mp3, la música que ninguna disquera produce se autogestiona en espacios como http://www.myspace.com/subjectives donde está la música rara.
El libro no desaparece, aunque haya bibliotecas y hemerotecas virtuales, las salas de cine y el teatro tampoco desaparecerán a mi juicio. Lo que disminuye es el público, al menos en un país como México, aunque en el metro defeño es común ver gente leyendo libros entre una y oyta terminal o puntos intermedios. Felicidades por el libro que presentas este jueves. Espero estar presente.

Dulce M González dijo...

Gracias por tu comentario, Aterrizaje. Te estuve leyendo y vi que te interesa el jazz. Buen blog. Saludos

La maldita dijo...

Así crece, entonces, la nostalgia.

El recuerdo de cuando escribíamos cartas en hojas de máquina o unas arrancadas de las libretas que les quedaron unas en blanco porque no nos las acabamos en la escuela.

Obviamente que el teclear agiliza el trabajo, pero es más rico que te duela la muñeca y te salga una ampolla en el dedo en el que se apoya más fuertemente la pluma, así se siente que una se esforzó más.