sábado, febrero 3

Seguir la pista


I. La memoria

Después de leer "El Libro Negro", de Orhan Pamuk, una no puede pasar la página como si nada hubiera sucedido. Su vastedad nos obliga a regresar constantemente, a intentar comprender los detalles, el sentido de las anécdotas.


Una compañera del taller de lectura volvió a leer el libro para subrayar los enlistados de objetos, calles, oficios; otra fue enumerando las historias, una más leyó de corrido los artículos que uno de los personajes publica en el periódico y que se insertan en la novela.


Por mi parte, la he pasado identificando personajes literarios y la manera como sus historias determinan la del protagonista. El autor nos contagió su obsesión de entender el universo a partir de las interconexiones de objetos, identidades, anécdotas. Estamos "empamucadas".


Si la memoria de un escritor contiene una cantidad infinita de memorias, si a través de su voz escuchamos las voces de todos los autores que éste ha leído y que a su vez leyeron a múltiples autores, entonces, ¿cómo saber quién escribe en realidad? O, dicho en palabras de Pamuk, ¿cómo hace un hombre cualquiera para ser él mismo?


En este sentido, la importancia de la lectura no consiste solamente en ampliar nuestro conocimiento del mundo, sino en la posibilidad de apropiarnos de la memoria de los otros y vislumbrar, al fin, de qué materia estamos hechos y cuál es el sentido de nuestros actos.


De las leyendas de las Cruzadas a las terroríficas anécdotas de nazis hitlerianos, de las aventuras por obtener el cofre de la muerte en "Piratas del Caribe" a los diabólicos proyectos de "Pinky y Cerebro", en las imágenes e historias que hemos creado los humanos todos somos Mehmet el conquistador y el mundo, nuestro mundo construido de mundos, nos aguarda.


II. Las señales

El protagonista de "El Libro Negro" se la pasa buscando señales. ¿De dónde vienen sus palabras, sus gestos, sus ideas, los personajes literarios que ha leído y los que él mismo cree haber inventado al escribir? La indagación lo lleva a abrir una puerta que conduce a otra, y así hasta el infinito.


Tenemos, entonces, que así como el protagonista de Pamuk descubre que detrás de los artículos que escribe un periodista están las palabras de un místico hurufí, detrás del tigre de bengala que aparece en los sueños de guerra del protagonista de "Caracol Beach", de Eliseo Alberto, está la pantera sanguinaria de los sueños de un niño en "La Pantera", de Sergio Pitol.


Detrás del intento de acceder a un mundo previo al lenguaje en "Lo Anterior" de Cristina Rivera Garza, está la historia de "La Pasión según GH", de Clarice Lispector. Y detrás de esta última, la "Metamorfosis" de Kafka.
Detrás de la imagen de los bosques de alminares de cemento, con la que Pamuk describe a Estambul está la de los bosques de mármol, con la que Gabriele D'Annuncio describe Venecia en "El Fuego". Y detrás de ella la vegetación de mármol con la que Taine describe esta misma ciudad en "Viaje por Italia".


Leer es una llave para abrir puertas y entrar al infinito juego de espejos del lenguaje.


Colegio Civil

III. Nuestra memoria regia

Es claro, entonces, que en el proceso de apropiarnos de las memorias que conforman nuestra memoria necesitamos pistas, señales. Acaso elaborar nuestros propios listados de objetos, libros, personajes, edificios.
De ahí la importancia de la labor de rescate que en últimas fechas viene realizando la UANL. No hay mejor destino para un monumento tan valioso, tan cargado de nuestra memoria como lo es el antiguo edificio del Colegio Civil, que convertirse en centro cultural.


De la misma manera, la colección "Lecturas Universitarias, Nuestros Clásicos", de la Dirección de Publicaciones de la UANL, nos da oportunidad de apropiarnos de autores nuevoleoneses como Raúl Rangel Frías, Pedro Garfias o Felipe Guerra Castro.


No se trata de tomar la herencia local como lo más importante de nuestra memoria, sino de completar este ejercicio en el espejo donde lo propio y lo ajeno van tomando su lugar en nosotros o, dicho en palabras de Pamuk, donde ser otro y ser uno mismo nos va llevando a entender la memoria infinita que somos.


Publicado en la columna Literespacio del periódico El Norte. Monterrey, México

2 comentarios:

Óscar David López dijo...

Ya bajéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee


:d







actualizaaaaaaaa

Dulce M González dijo...

Listo. Servido está usté. Un abrazo