sábado, abril 14

Ciudad Juárez y las nubes

Pues nada, que me fui a Ciudad Juárez en plan familiar y con ánimos de descanso. Unas de esas vacaciones que te cargan las pilas, te sacan punta como a un lápiz y te dejan lista para lo que sigue.


Antes de salir, ya con todo empacado, me planté frente al librero hecha una interrogante: ¿Cuál libro llevo?


Me decidí por "Nubosidad Variable", de Carmen Martín Gaite. El título combinaba a la perfección con mi estado de ánimo y el olor de los libros de Anagrama me encanta.
Minutos antes de subir al avión, abrí por primera vez la novela y entré como Juan por su casa. Eso tiene la literatura de Martín Gaite, te provoca sentir cómoda desde la primera página.


Mariana y Sofía, protagonistas de la novela, empezaron a escribirse cartas cuando mi avión despegó y continuaron a lo largo de mi estancia en la frontera, cómodamente instalada en la casa de mi hermano que, junto con el resto de su familia y como haciendo competencia a la escritura de Martín Gaite, no canta mal las rancheras a la hora de hacerte sentir el saborcito cálido de la convivencia.


Los momentos inolvidables son así: la literatura y la vida se acomodan y encajan.
Pero vayamos a la novela. ¿Qué pueden tener en común una psicoanalista y un ama de casa metida en las letras? Antes que nada, y esto va también para mis amigotas, la escritura. Hablo de ese placer tan, digamos, literario, de contarnos la vida a través de poemas, lecturas, cartas.


Mariana y Sofía escriben, se escriben, y eso provoca que la historia se convierta en un continuo contar que cuentan. La vida se presenta entonces como un caos, una avalancha de experiencias que es necesario poner en orden.


Meter en cintura a la vida no es fácil. Sofía llega de madrugada, ve el desorden en la cocina y se siente plena al saber que sus hijas disfrutaron. Hay platos con pedazos de pizza, botes de cerveza, colillas. Da las buenas noches al marido, se sienta a intentar escribir lo que recién experimentó y no duerme en toda la noche.


Carmen Martin Gaite


Adicta a los amores atormentados, Mariana envidia la capacidad de Sofía de sacar jugo a lo que le pasa. Ella necesita adrenalina y por eso su vida es como un deporte extremo que, sin embargo, también se resiste a ser escrito. Igual se desvela intentándolo.


Por ahí de la mitad de la novela y viendo que la historia avanzaba a paso de tortuga en los raros casos en que avanzaba, aun cuando los personajes escribían sin parar, me pregunté para dónde iba Martín Gaite. Me sucede también con las novelas de Clarice Lispector, te meten en cierta atmósfera de la que no deseas salir, aunque a la historia no le encuentras pies ni cabeza.


Sin embargo, si algo seduce de este tipo de escritoras, entre quienes habría que mencionar también a Cristina Rivera Garza, es que cuentan a su manera lo que les da la gana.


A ver, me dije una noche, vamos a ver. Esperé el momento adecuado, busqué un lugar cómodo y me hundí en mi novela. Casualmente, Sofía había amanecido de buenas y se sentía tan a gusto como yo. Entonces advertí que de eso se trataba el asunto: de escribir estados de ánimo.


"Nubosidad Variable" es una novela que cuenta, no una historia (la de los eventos que provocaron el alejamiento y posterior encuentro entre dos mujeres), sino la manera en que ellas van construyendo esa historia a partir de sus estados anímicos.


Recordé entonces a un amigo de Tijuana, quien insiste en que no sólo somos muchas personas, sino que el mundo no es todos los días el mismo y nuestra propia historia cambia a partir de la manera, siempre diferente, de ir acomodando las cosas.


Martín Gaite hace de la variación de las nubes (las protagonistas están siempre intentando entender sus formas) una metáfora de la complejidad que somos y lo inciertas que resultan nuestras apreciaciones de la realidad que, sin embargo, queda atrapada en los libros.


Aunque el resultado sea más un rescate del ángulo desde el cual observa alguien. Lo importante es que queda una huella: la marca de una mirada que de pronto nos asombra. Es entonces cuando cerramos el libro y nos ponemos a ver desde ahí lo que nos rodea. Y nuestro propio mundo nos parece extraño, diferente, nuevo.

Publicado en la columna "Literespacio" de la sección Vida del periódico El Norte. Monterrey, México

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