sábado, junio 9

Leante, Murdoch y un poema de verano

I. Viejos amores


Sucede de pronto. Al estar inmersos en lo cotidiano aparece la sospecha de que el pasado oculta un secreto importantísimo. Entonces, a partir de una suspensión de lo que venía siendo la vida se emprende un viaje mítico. Es el deseo de verse en la mirada del viejo amor. Indagar quién se es al recuperar un trozo de lo que se ha sido.


"Mira si yo te Querré" (2007), de Luis Leante, Premio Alfaguara de Novela 2007, documenta este tipo de hazañas.


Tal como afirma el acta del jurado, Leante posee fuerza expresiva y la historia, situada en la lucha de independencia del Sahara, está, efectivamente, bien contada.


Después de todo un periplo que incluye el matrimonio, el divorcio y la muerte de la hija, la doctora Montserrat Cambra deja Barcelona y se marcha al África en búsqueda de su primer amor.


Al terminar la lectura, en la que se entrelazan la historia de amor y la lucha independentista, queda la sensación de que faltó demasiado. Más allá de una técnica efectiva y de la acumulación de datos, da la impresión de que los personajes de Leante permanecen en la superficie.


La casualidad de haber leído "El Mar, el Mar" (1978), de Iris Murdoch, inmediatamente después, confirmó su mediocridad. Al lado del trabajo de Murdoch, la novela de Leante pareciera un simple apunte.


En lo que coinciden ambos textos es en la tesis de que quien busca, es raro que encuentre. Montserrat busca a su antiguo amor y no advierte que lo tiene enfrente. Por su parte, la trama de Murdoch aborda la otra posibilidad. Un famoso director teatral, que se ha pasado la vida buscando, decide retirarse a una pequeña aldea para escribir sus memorias.


Entonces la encuentra. Justo cuando no la buscaba reconoce a aquella joven en una aldeana avejentada que en nada se parece a su recuerdo. El hallazgo, espantoso en un primer momento, se transforma en encuentro consigo mismo y con su historia.


Las reflexiones de Murdoch en torno al cuerpo, al amor, al sentido de la existencia, parecieran empequeñecer en cada página los vanos intentos de Leante.


¿Qué sentido tienen la limpieza de la prosa o haber ganado un premio importante cuando el autor no es capaz de crear y sus textos carecen de sustancia?, ¿cuál era el objeto al sacar a Leante del anonimato? Los Alfaguara parecen alejarse cada vez más de la literatura. Así es el mercado.


Pienso en autores que, como Murdoch, no se conforman con contar una buena historia y penetran hasta el último resquicio de lo humano; también en quienes, desentendidos de la historia, juegan con las formas o con el lenguaje, o develan el mecanismo oculto de la narración. ¿Ganarían ellos un Premio Alfaguara? Lo dudo.


II. Nuevos poetas


Es jueves por la noche y en la Galería Regia está a punto de arrancar, por cuarto año consecutivo, el ciclo "Versos Veraniegos", organizado por la Dirección de Cultura de Monterrey y Conarte.


Después de las palabras de bienvenida de los organizadores, Nancy Garza lee un texto en el que realiza un recorrido de motivos, imágenes y preocupaciones presentes en lo escrito hasta ahora por Gabriela Cantú, quien es la poeta invitada esta noche.


Siempre es grato atestiguar los primeros pasos de una escritora, la manera como empieza a construir lo que serán su universo creativo y su obra.


Pero esta noche sucede algo más. Gabriela lee un poema de imágenes delicadas como si no estuviéramos presentes y estuviera ella sola, leyendo en su casa. El público guarda silencio y la atmósfera se llena de sus palabras. Cuando termina de leer, el hechizo se rompe. ¿Cómo fue que sucedió?, ¿en dónde estábamos?


Acostumbrada a eventos en los que el público habla en voz alta o se sale a mitad de lectura, el del jueves me recordó que la palabra posee una fuerza que en ocasiones, a pesar de la falta de respeto, con todo y la avalancha de libros mediocres y de premios inútiles, se impone.


Esto mismo sucede con el film "Iris" (Recuerdos Imborrables, 2001), donde Richard Eyre retrata a una Iris Murdoch bonachona, al tiempo que morbosea con el asunto del Alzheimer. Basta leer alguno de sus libros para entender que la Iris de la película no tiene nada qué ver con la escritora.


La palabra nos salva del intento de las grandes empresas fílmicas y editoriales de simplificarlo todo, nos ubica y nos restituye las verdaderas dimensiones de lo humano, se impone en un evento de poesía o en la soledad. Como la imagen del primer amor, integra lo aparentemente perdido.


Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, del periódico El Norte. Monterrey, México



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