domingo, junio 10

Estos días

1) Lluvia cerrada en la carretera a Reynosa. Luis Aguilar habla sobre Abigael Bohórquez y enseguida pone un cedé. La presencia del poeta sonorense, su voz como un canto en la carretera. Después del espacio poético, nos bajamos a comprar cochinadas. Cocas, rufles, cacahuates. Para esta nueva atmósfera, la música de Felipe: Mecano en el Ipod. Ah, qué vida.

2) La lectura en un hotel de Reynosa y enseguida a McAllen. Buscamos un bar abierto a las 2 de la mañana. Del otro lado no hay afters. Okey, entonces un café sin cafeína, plis. La aberración de tomar una sustancia sin sustancia. Beberse la ausencia a tales horas.

3) "En cuanto al número uno", dice Freddy. El temor y el cansancio. Esto tan raro de ser una misma y que no haya remedio.

4) Otra lectura por la mañana. Los escritores de Tamaulipas y los de Texas y los colados (Luis y yo).

5) Las cervezas del terror. Contar historias. También al escribirlas hay riesgos, lo que no hay es "testigos presenciales". Narrar es vulnerarse, aunque se digan mentiras. ¿Existirá la verdad?, ¿al menos alguna verdad? Quizá es justamente la mentira lo que la hace posible. De que aparece, aparece. Como un fantasma. De ahí el repentino quebrarse de los escritores. Crac. Hundida.

6) La colección de carteles y la silla y el teléfono. Esto que es una misma no está tan mal. A ratos no duele tanto y hasta se disfruta. Lo había olvidado.

7) Al llegar a Monterrey pregunto al chofer del autobús si me puede dejar en Colón y Féliz U. Gómez. "Sí puedo", responde, "pero no quisiera, es un lugar peligroso". "Vengo del peligro", le aseguro, al recordar las bodegas de McAllen.

8) Ah, mi casa.


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