sábado, julio 7

Rosario Sanmiguel


El ciclo Santo y Seña, organizado por el Cripil Noreste, tiene ya dos años acercándonos a la obra de los autores de la región. Mediante un par de mesas redondas, los escritores locales somos invitados a discutir y analizar el trabajo de nuestros compañeros.


Pero el objetivo último del Cripil es la investigación y la documentación. Esto ha provocado que las mesas del inicio se hayan convertido poco a poco en sesiones de filmación. En este sentido, María Belmonte se las ha arreglado para realizar esta labor buscando hasta por debajo de las piedras.


Y es que, a lo que afirmamos los participantes cuando hablamos de memoria, es necesario agregar documentos que avalen. Los escritores somos muy dados a la fantasía y ya se imaginará usted lo que sucedería si se diera por cierto todo lo que se dice ante los micrófonos.


El caso es que las mesas del 28 y 29 de junio estuvieron dedicadas al trabajo de Rosario Sanmiguel, narradora de Ciudad Juárez, autora de "Callejón Sucre y Otros Relatos", publicado en 1994 por Ediciones del Azar y Conaculta y reeditado en el 2004 por El Colegio de la Frontera Norte, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y New Mexico State University.


La otra publicación, una novela titulada "Árboles o Apuntes de Viaje", fue editada en 2006 por Puente Libre Editores, proyecto independiente dirigido por Sanmiguel, en colaboración con la UACJ.


Cuando empecé a escribir narrativa, allá por los 80 y rodeada de hombres, como he comentado antes en este espacio, tenía un par de referentes míticos. Patricia Laurent estaba en aquellos años fuera del País y todavía no entraba de lleno en la literatura, mucho menos Gabriela Riveros, Graciela España o Cristina Elenes, que iniciaron después.


Pero Rosaura Barahona mencionaba constantemente a Cris Villarreal, que para entonces se había mudado a no sé qué ciudad del sur de Texas, y Minerva Villarreal hablaba de Rosario Sanmiguel.


Cuando María Belmonte invitó a Cris Villarreal al ciclo, no pude asistir. Ahora debía hacer un esfuerzo para ir a lo de Sanmiguel, si no deseaba quedarme sin nada.


Esa noche, Mario Anteo y su esposa Graciela irían a mi casa a ver una película y cuando les dije que debían esperar a que yo regresara del evento, Mario preguntó por qué me interesan tanto las autoras poco difundidas.


Suelen ser las mejores, respondí, pensando en que si Sanmiguel ha dedicado su vida a escribir, aunque pocos la conozcan, algo muy fuerte debe sostenerla. A ella y a su escritura. Pronto advertí que no me equivocaba.


No es solamente que Sanmiguel logre profundizar en los deseos, los odios, las pasiones o las miserias que mueven a los personajes de la frontera. Tampoco el placer de penetrar sus atmósferas y navegar en ellas, lo cual provoca en el lector esa nostalgia tan peculiar durante la lectura y, en especial, al cerrar el libro.


Es, quizá, que después se nos aparecen los personajes a mitad de la vida diaria. La cantante de tugurio con su flequillo, su manera de hablar y caminar, su pasión por el escenario. La anciana del ejido, rígida y dominante que pasó la vida enamorada del hermano, ahora anciano.


Y a todas horas la presencia de ese río que separa y une. La mirada desde ambos lados de la frontera que, al final, es una misma. Los barcos y los barqueros, los campos de algodón, las casas de adobe, los pueblos terregosos, la nieve, el calor quemante y la pisca y el Sol.


Acostumbrada a relatos politizados donde el fenómeno de migración es un cliché, fue grato encontrarme con esa otra parte: una forma de vida singular donde el amor o el rencor suceden entre nubes de polvo, plantíos, sudores y esperas a ambos lados del río.


Los años de escritura se le notan a Rosario Sanmiguel. A pesar de que la novela, publicada 12 años después del libro de relatos, tiene una estructura muy compleja y un manejo del lenguaje en el que los términos eruditos se entretejen con el decir cotidiano, el lector fluye a través de la historia sin problemas.


Unos días antes de las mesas, Minerva Villarreal me comentó que Rosario Sanmiguel es una persona muy singular. "¿Cómo te diré?", continuó, "la vida es muy importante para ella". Un extraño comentario que no comprendí en el momento, pero confirmé en la lectura: una siente que aquello es pura pulpa de vida.


El caso es que hace un par de días terminé de devorar los libros y continúo instalada en la nostalgia, esperando más de Sanmiguel desde este lado del río.

Texto publicado en la columna Literespacio de la sección Vida. Periódico El Norte. Monterrey, México. (www.elnorte.com)