sábado, agosto 4

Desaparecer en los libros

LITERESPACIO / Desaparecer en los libros
Dulce María González
4 Ago. 07
El Norte

Cuando alguien pide mi opinión acerca de la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda, suelo responder que desde mi punto de vista es una buena poeta. Sin embargo, generalmente tengo problemas a la hora de describir su trabajo.

Cualquiera puede lanzar palabras al aire. Decir que el trabajo de tal o cual escritor es interesante, conmovedor, o que no sirve para nada; que sus imágenes son hermosas, acertadas, falsas, pretenciosas o cualquier otro lugar común de esos que abundan en las conversaciones de café.

Pero cuando intentamos decir algo honesto, fincado en la experiencia personal con el material y, al mismo tiempo, en la reflexión distanciada del manejo de los recursos poéticos, las cosas cambian.

El proceso de lectura es un asunto complejo. Cuando se trata de un poeta de verdad, capaz de tocar las fibras íntimas de lo humano, el lector se apropia de sus palabras y el poeta mismo desaparece. Lo que leemos es nuestro y de nadie más. Nos pertenece por entero.

La experiencia poética es inmediata, intensa, fugaz, y deja una huella en nosotros. Es un instante pleno. Algo que no se piensa ni se analiza, simplemente se vive. Sólo en un segundo momento somos capaces de tomar distancia y reflexionar, por ejemplo, en cómo fue posible que el poeta provocara en nosotros tal cosa, a partir de cuáles recursos.

En el caso de la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda, en relación con mi experiencia de lectura, sucedieron en las últimas semanas fenómenos singulares.

Cuando me invitó a presentar su trabajo en el ciclo "Versos Veraniegos", organizado por Conarte, Ofelia me proporcionó algunos de sus libros.

Por mi parte, rescaté el texto que había escrito años atrás para la presentación de "De Todos los Santos: Herejes" (1995), las notas que hice para realizar la contraportada de "Cuartos Privados" (1997) y un artículo publicado en este espacio acerca de "La Inmóvil Percepción de la Memoria" (2000).

Sucedió que a partir de la lectura de los libros fui recordando, junto con la poesía de Ofelia que me resultaba muy cercana, detalles importantes de mis lecturas anteriores y de mi propia vida. Estaba recuperando a la que, años atrás, se había apropiado de esos poemas.

Enseguida me puse a leer lo que yo misma había escrito sobre los libros y me pareció que mis comentarios anteriores eran inexactos y torpes. Hasta que advertí que era imposible encontrar lo mismo de antes, que ahora veían otras cosas aunque los poemas no hubieran cambiado.

Lo anterior me da pie a hacer el primer comentario personal sobre el trabajo de Ofelia: sus poemas son capaces de permanecer, no sé si en el tiempo a secas (eso lo dirán los lectores del futuro), pero indudablemente en el tiempo de vida de una de sus lectoras.

La poesía de Ofelia no puede ser calificada como hermosa. Su trabajo nunca ha sido condescendiente. Lo que sí puedo afirmar es que los poemas poseen una buena dosis de precisión y crudeza al abordar situaciones de vida que también resultan muy claras.

Por otro lado, si hay un elemento que pudiéramos llamar "hermoso" en sus textos, éste no se relaciona con los temas, sino con el manejo del lenguaje.

La honestidad al abordar las emociones humanas se une a la estética de las palabras justas, del ritmo preciso y la claridad, como sucede en el poema "La Balada del Despechado", incluido en "De las Tantas Voces" (2006):

"Que se la lleven donde no pueda olerla, / donde no pueda ver cómo sigue tan sin culpa. // Que la dibujen / que me la entreguen en un papel / y yo pueda cortarla, / prenderle fuego, / apaciguar estas voces que me dicen: // Ve. / Háblale. / Páratele enfrente, / a ver si tienes ganas de ella, de su voz. // Por piedad, por lástima o sólo porque sí / que alguien venga y me salve, / que me cure."

O en este otro fragmento del poema titulado "Intermedio", incluido en el mismo libro:

"...que te siguen mis ojos por veredas y acequias / que ando yo en asuntos / de poblar contigo / una casa / y luego / breves territorios / donde vengan de Dios / tantos hijos / como flores de delirio..."

En una entrevista publicada en "La Rocka", Ofelia asegura que no concibe la imagen como entidad. Le interesan, en cambio, "la música, la respiración, los escenarios" que la llevan a recrear esas "historias de vida" que ella transforma en poemas.

Alejada de las convenciones poéticas y al mismo tiempo atenta a la tradición, la poesía de Ofelia Pérez Sepúlveda se singulariza por su voz tan personal y la inteligencia con la que se (nos) observa.

Después, en el libro, en nuestra lectura, se da el lujo de desaparecer para dejarnos solos ante sus palabras que, extrañamente, generosamente, dejan de pertenecerle.