viernes, noviembre 2

Día de luz

Hoy celebro que estuviste aquí, entre nosotros. Celebro tu infancia y tus amigos, tus aventuras y tus viajes. La fortuna de que hayas perseguido sin tregua a la pelirroja que se convirtió en mi madre. Tu manera tenaz de buscar la libertad. Tus palabras inteligentes y sensibles, tus libros, y todo lo que sucedió en nuestros años.

"Somos la sangre de la gente que nos precedió", dijo Diana en el taller de anoche y cuánta razón, cuánto amor en tan pocas palabras.

Un poema del 2001; dedicado a Héctor Dino, Fernán y Ana Rosa. En especial, a la princesa del castillo:


A mi padre

Mi padre murió el jueves.
Hace una semana dejó el sillón frente a la tele
su bata roja
el viejo archivero del clóset
y el escritorio donde hacía las cuentas.

Yo abrazaba su cuerpo, caliente todavía,
y le decía al oído: no temas.

Después fue el tobogán de tenerlo
sin tenerlo
el misterio de sus labios blancos
su boca tan amada
la gente.

Pregunto a la casa dónde está mi padre
y la casa me responde adentro
en el río subterráneo de las sábanas
en la mesita de noche, quizá junto a su pistola
en lo profundo de sus ojos
donde la pregunta se pierde
en lo húmedo.

Se me ha metido dentro penetró tan hondo
hasta los huesos.

Su cuerpo ya sin vida, sin voluntad
estaba tibio.
Yo le tocaba el pecho
el cabello aún húmedo
los párpados cerrados para siempre.

Abracé a mi padre, me quedé con él aquella noche
se quedó en mis manos esa piel
que todavía era mi padre
ese calor de quien se está yendo.

Papá, le dije, no temas.

Y fue cerrar los ojos, verlo cómo se alejaba
se metía en el espacio, el pensamiento
adiós
adiós para siempre y al mismo tiempo
entra, quédate.

Yo le dije padre, te quiero
y él me escuchó.
Lo sé porque había sonidos dentro
en su cuerpo del que se marchaba lentamente.

Mi padre, el de los lentes negros
y la barriga al borde de la mesa.
El de la silla de cabecera
y los comentarios sarcásticos
y los días de hospital.
El que nos llevaba al mar cuando niños
a la Ciudad de México.
El de pantuflas cafés y zapatos negros.
El que se iba a Labores Nuevas en bicicleta
y hablaba de su hermano Ruy
como quien habla del más amado de los seres.

Mi padre, el rebelde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso poema.

Siempre, cada año por estos días vuelve a mi, parte de un poema que me confunde, pero aclara mis ideas. Gracias por acompañar esta ausencia, te mando un abrazo enorme...

-Me hubiese gustado despedirte con un canto, medio adiós y medio llanto.

Padre, hoy me acuesto hundido en tus recuerdos, hundo hasta el cerebro en tu presencia impalpable, pero diáfana y sutil.

Padre, hoy daría lo que fuese porque mi mano y mi mente sean capaces de sentir
lo que una escribe y escribir lo que otra siente.

Y atesorar tus palabras y tus gestos y tu amor. Y guardar sin desperdicios tus facetas prohibidas, tu otro yo, tu otra vida.

Y así, padre, cuando dobles esa esquina del futuro, en lugar de este vacío, te encuentres
a mi mano y a mi mente, prudentes.

Dulce M González dijo...
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