sábado, noviembre 10

Volverse japonesa

Literespacio / Volverse japonesa
Dulce María González
EL NORTE
10 Nov. 07


"I'm turning Japanese
I think I'm turning Japanese
I really think so".

The Vapors


Ha sido una semana muy oriental. Despertar, comer, pensar en el Japón. Permanecer en ese estado de cosas.

No hablo del moderno Japón de la informática y la tecnología de punta, sino del profundo espíritu que subyace a la modernidad en Oriente. Tampoco es el del filme "Perdidos en Tokio", de Sofía Coppola, en donde, a falta de mapas, los personajes se pierden ante la imposibilidad de la traducción.

Me refiero a un Japón que se abre a la experiencia y nos permite vivenciar de alguna manera sus códigos.

Es el Japón de "Dolls", de Takeshi Kitano, o el de "Café Lumiére", de Hou Hsiao-Hsien; el Japón de Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa, el de las películas de ninjas.

El Japón de las novelas de Yukio Mishima y Yatsunari Kawabata, y aun el de escritores contemporáneos, como Haruki Murakami y Banana Yoshimoto, capaces de mostrar el alma profundamente oriental que alimenta los cuerpos, las calles, el amor y la desgracia de quienes habitan las ciudades cosmopolitas, súper modernas, del Oriente contemporáneo.

Si hay algo que me seduce de la cultura japonesa es su interés por lo invisible. No precisamente lo que oculta un objeto, sino aquello que lo sostiene y le da forma. A partir de ese objeto concreto ser capaces de mirar el alma de las cosas. Como si el mundo entero fuera un poema por leer.

El caso es que en estos días me dio por el té verde (su ligero, casi imperceptible, toque amargo), por el sushi y el tempura, por los paseos al amanecer y la meditación, por el sudoku.

Todo empezó el domingo, cuando asistí al Aula Magna para ver "Viaje de Invierno", puesta en escena dirigida por Yoshi Oida, con poemas de Wilhelm Müller y música de Schubert.

Aunque el minimalismo tan japonés de la obra se prestaba a confusión, puesto que una cosa es abrir espacios de experiencia con elementos mínimos y otra muy diferente utilizar alfombras rotas -no obstante que, en un principio, la mala actuación de los cantantes me provocó risa-, las imágenes visuales de la puesta en escena me persiguieron durante la semana.

Yoshi Oida, conocido por su actuación en el filme "El Libro de Cabecera", de Peter Greenaway, se formó en las artes marciales y el teatro Noh; desde 1968 forma parte del Centro Internacional de Experimentación Teatral de París, bajo la dirección de Peter Brook, y es coautor, junto con Lorna Marshall de dos libros sobre arte teatral: "Un Actor a la Deriva" y "El Actor Invisible". Todo un "bricolage" de influencias, el tal Oida.

En caso de que sea verdad lo que asegura Wei Hui, joven escritora china que la pasa entre Nueva York y Shanghai, en el sentido de que "entre Oriente y Occidente existe una diferencia fundamental como la que hay entre hombres y mujeres", lo cierto es que de la síntesis de ambas culturas ha empezado a surgir una nueva posibilidad, y producciones como la de Oida son ejemplo de ello.

Sólo después de repensarlo pude advertir que la puesta de Oida era una experiencia similar a la de beber té sentada en una banca del parque de los condominios donde vivo, contemplando las espaldas de los "2,501 Migrantes" de Alejandro Santiago y percibiendo el olor a elote cocido que ofrecía un vendedor ambulante. Si agregamos que leía un libro de Kawabata, el momento se aclara en su complejidad.

¿Qué resulta de tales síntesis?, ¿qué significa pensar en japonés en una ciudad como Monterrey?, ¿en qué nos estamos convirtiendo los humanos?

Evoco la puesta en escena de Oida y comprendo que había un puente entre los poemas que se proyectaban en español sobre una pared, y las piezas en alemán que interpretaban los cantantes.

Había también un lazo entre el concepto (tan romántico y apasionadamente occidental) de amor que se representaba, y la forma tan oriental de evocar escenarios y paisajes a partir de una rama, un puño de hielo, un par de sillas solitarias sobre el escenario con sus coronas de muerto.

Algo nuevo estamos cocinando en este mundo, me dije, y me vino el deseo de que el planeta aguante lo suficiente para disfrutar el resultado de tales guisos.

"De pie en aquella cocina magnífica, ambiciosa e inteligente", dice Wei Hui en referencia a la mezcla Oriente-Occidente en el departamento de su amante, "una sensación de hambre biológica y psicológica, acompañada de cierta presión, empezó a bullir en mi estómago".

Quizá sea una buena opción escuchar el llamado de ese tipo de hambres, entregarnos al apetito y comer, volvernos un poco japoneses sin tener que salir de casa.

8 comentarios:

Óscar David López dijo...

Qué sorpresa: yo estoy viviendo en un Japón romántico y escénico: igual al de la suegro/a de la personaje de Kitchen de Yoshimoto.

Por cierto, anoche R y yo la pasamos genial.

=)



Òudi-Ló

Ofelia Pérez-Sepúlveda dijo...

Presente. Me gustó el artículo. Me gustó la áproximación a Viaje de Invierno. Me gustó cenar camarones al chipotle. Me gustaron casi todas las canciones. Me gustó el viernes.

Ofelia Pérez-Sepúlveda dijo...

Y los que no fueron es porque no son fantásticos.

Dulce M González dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ofelia Pérez-Sepúlveda dijo...

Os lo advierto. Una entrada más que sea censurada y dejo de postear los blogs. No la dejan a una entrar a mirosear agusto. ¿Qué decía? ¿Qué decía?

Dulce M González dijo...

Hola, Ofelia. El comment hablaba de lo bien que la pasé con los fantásticos, el problema es que el texto me pareció un poco engreído y fuera de tono. Y ya ves que soy tan poco reflexiva en estos espacios de charla, que mis comentarios se autodestruyen...


sorry, sorry, te lo comentaré en persona...

Óscar David López dijo...

Eh?

Pero debemos ser cuatro. Ro está dispuesto. Digo: sólo a la charla.
Jaja. Besote,

Òudi.

Dulce M González dijo...

Por supuesto!


Ro estaba incluido en mi comentario


:)