sábado, junio 14

La higiene imposible

Marijose y yo tenemos un proyecto en conjunto (el primero desde que diera inicio la mal-habida adolescencia de la infante), prueba de acercamiento entre mundos distantes e incompatibles: el de la escritura, los libros y el apego al café, por un lado, y el del piano, las espinillas y el apego a las amigas y a las fiestas, por el otro.

El proyecto consiste en lo siguiente: no introducir basura a través de nuestras bocas. Adiós a las cocacolas, los tacos mañaneros, las enchiladas, los fritos, las maruchans, las pizzas, los ganistos. Como casi nunca tengo tiempo para cocinar, el sushi nos sale por las orejas y el sudor nos huele a arroz chino. También vamos de vez en cuando a los restaurantes especializados en ensaladas, con el peligro de agarrar una amibiasis.

El siguiente paso es dejar de comer carne. Esto último por el amor a los animales y, también, por el intento de no ingerir tantos antibióticos y hormonas. La gente me dice que nuestro proyecto es inútil, que tendríamos que comer puros alimentos orgánicos.

El panorama es deprimente. Los osos bajan a la ciudad, muertos de sed y de hambre, mientras nosotras soñamos con subir a la pureza de las montañas donde, gracias a nuestra acción depredadora, ya no hay nada.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Hay, lo borré. Lo escibo de nuevo:

Lo más difícil de no comer alimento culturizado es la reacción de las masas.

Negativas, comentarios condenatorios, cuestionamientos absurdos. No sólo cuesta rehacer los hábitos, también hay que dar explicaciones.

Existen alternativas muy ricas para comer sano, aunque alimentarte de tostadas con aguacate frente a alguien que se empuja una macdonals se siente como botanear.

Una cosa curiosa que sucede cuando te comes sano es que, aunque no te sientas empanzado, cagas mejor.

Dulce M González dijo...

Ya me ando saliendo del carril. Juro que lo retomaré. Y sin dar explicaciones