sábado, julio 19

Sophie Calle



Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey

La primera vez que tuve noticia de Sophie Calle fue a través de la revista de psicoanálisis Me Cayó el Veinte. Me habían pedido que diera un curso sobre pensamiento creativo y de inmediato empecé a elaborar un programa cuyo tema central era la creación artística.

¿Cómo entendían los creadores sus procesos? Mi cuestionamiento se alejaba del contenido del curso, pero había encontrado un buen tema.

Fue entonces cuando di con un artículo sobre Calle en la revista. A través de él me enteré de que Sophie había pedido a un grupo de ciegos que describieran su imagen de la belleza.

A partir de ese material armó una exposición que incluía retratos de los ciegos, una cartulina con la frase que había respondido cada uno de ellos y una fotografía que intentaba representar las imágenes descritas.

El trabajo en su conjunto significaba, más que una respuesta, una pregunta. Tratándose de una artista visual, era claro su interés en relación a su particular proceso de creación. ¿Qué es la mirada?, ¿cuál es su relación con el lenguaje?, ¿cómo es que creamos el mundo mientras pretendemos captarlo?

Todo eso parecía preguntarse Calle.

SE OBSERVA AL OBSERVAR

Durante años, Calle se dedicó a fotografiar sus objetos personales con el fin de exponer su intimidad. En un momento dado decidió buscarse en otra parte y dirigió la mirada hacia afuera: observarse en el acto de observar.

Empezó a seguir a gente desconocida. Los fotografiaba sin mostrar sus rostros, registraba sus objetos, los lugares que frecuentaban, sus rutinas y a partir de ello imaginaba sus identidades.

Ella misma se había hecho seguir por un detective que debía enviarle un reporte diario acompañado de fotografías, seguramente con el interés de mirar a quien la miraba.

Uno de sus proyectos surgió cuando encontró en la calle una libreta de direcciones. Después de fotocopiarla y regresarla a su dueño, empezó a entrevistarse con la gente cuyos teléfonos aparecían en la lista.

Con el material recabado Calle escribía un artículo semanal en el periódico acerca de la cotidianidad y la vida interna que, imaginaba, poseía este personaje anónimo.

El tipo, que mientras tanto había salido de París por motivos de trabajo, se sintió ofendido al enterarse del proyecto y exigió públicamente que Sophie Calle publicara en el periódico una foto de ella misma desnuda.

El año pasado Calle representó a Francia en la Bienal de Venecia. En esta ocasión su exposición partió de un mail con el que su pareja dio por terminada la relación. La última palabra de la carta es el título de la obra: "Cuídate".

Calle imprimió el mail y pidió a 107 mujeres (pintoras, cirujanas, antropólogas, psicoanalistas, bailarinas, cantantes, publicistas, actrices) que le ayudaran a interpretar el mensaje y, con ello, a despedirse de su amante.

Su exposición mostró su dolor, lo transformó, lo tradujo, y, como es su costumbre, lo llevó al terreno de lo público.

SU VIDA, LA OBRA

No hay manera de establecer un límite claro entre la vida de Calle y su obra, la cual cuestiona constantemente el acto de creación, al tiempo que problematiza los límites entre la ficción y la realidad, entre lo teatral, lo performativo y lo estrictamente biográfico.

Lo primero que leí de Paul Auster fue su "Trilogía de Nueva York". Además de su manera de estructurar las historias en torno a un concepto central, lo cual acerca su literatura a los procesos creativos de la plástica contemporánea, me llamó la atención encontrar la obra y las ideas de Calle por todas partes.

Más adelante, en "Leviathan", una de las novelas más sólidas de Auster, Calle se convierte en personaje. Su vida, su personalidad y su obra, traducidas a palabras y atribuidas a la artista ficticia Maria Turner, se mezclan con las de Benjamin Sachs, el protagonista, y dan lugar a la tragedia que se anuncia desde la primera página.

Cuando Calle supo que Auster escribía un personaje basado en ella, se trasladó a Nueva York y, adoptando la identidad de Maria Turner, le pidió a Auster que le "ordenara" acciones a realizar, dado que era él quien la creaba en ese momento.

Temeroso de las responsabilidades que recaerían sobre él, Auster se negó a realizar tales órdenes y fue en ese momento que apareció la frontera que ambos se afanaban en borrar. Sucede que en "este lado", la gente puede ser dañada "en realidad", puede incluso morir. Para siempre. De manera definitiva.

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