sábado, agosto 2

La vigilancia y el gato

Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey

Todo empezó con un pequeño gato que vino a morir entre mis macetas. Sucedió el miércoles. Salía en ese momento hacia el Colegio Civil Centro Cultural Universitario, donde se presentaría el nuevo libro de Enrique Vila-Matas dentro de la Cátedra UANL-Anagrama.

Ya antes de salir estaba nerviosa. Vila-Matas es uno de esos escritores que se cuentan con los dedos de la mano. Inteligente en extremo, brillante, capaz de mostrar ángulos insospechados de la realidad.

Sus libros enriquecen las experiencias personales y provocan que el mundo se renueve. Pero en ocasiones sucede que acudimos a un evento, escuchamos en persona al autor y la magia desaparece.

Eso temía al salir de casa, que Vila-Matas resultara un engreído, un monstruo devorador cuyo apetito de renombre fuera capaz de echar abajo el placer con el que leo sus libros.

Entonces lo vi. Al gato. Tirado sobre un charco de sangre. Subí al carro y encendí el radio para ver si así lograba limpiar el disco duro que tengo en la cabeza y, por lo regular, valiéndose de este tipo de imágenes, no me deja en paz.

Antes del evento saludé a Christopher Domínguez. No recuerdo una palabra de lo que hablamos. La imagen del gato se sobreponía a la de su rostro, que en cierto momento imaginé cubierto de sangre. "Me dio gusto saludarte", dijo él en cuanto pudo, acaso pensando que estaba yo drogada o algo, y se largó.

Sentado entre el público, Vila-Matas observaba a la multitud. Sus acompañantes conversaban animadamente entre ellos, mientras él permanecía callado, atisbando desde algún lugar oculto dentro de él mismo, con gesto de que alguien acababa de sacar una pistola.

"En la entrada de mi casa hay un gato muerto", le dije a mi amigo Óscar David apenas se sentó a mi lado. "Qué horrible", respondió, y puso cara de que no deseaba escuchar una palabra más sobre el asunto. Vila-Matas había subido al segundo piso y desde allá observaba a la turba con el mismo gesto de precaución extrema y de temor. ¿Cuándo empezaría el evento? Empezaba a dolerme la cabeza.

Cuando al fin inició la presentación, ya había juntado yo suficiente saliva para pasarme un par de aspirinas, sin descuidar por ello mi vigilancia de Vila-Matas, quien a su vez nos vigilaba a todos desde una nueva posición sumamente vulnerable: la mesa de presentaciones.

Christopher Domínguez realizó a continuación un recorrido exhaustivo de los libros de nuestra estrella, mientras ésta se ocultaba de nuestras miradas lo mejor que podía: intentando no ver a nadie en particular.

Enseguida sucedió ago asombroso. Vila-Matas empezó a leer un texto que escribió especialmente para esa noche y nos tomó por asalto. La vigilancia, el acecho, la posibilidad del atentado con arma de fuego, todo eso quedó atrás mientras Vila-Matas nos conquistaba y tomaba posesión del terreno.

En total congruencia con su actitud anterior, Vila-Matas habló de sus estrategias para desaparecer. Fundir sus palabras con la de los otros, copiar, plagiar, realizar adaptaciones enriquecedoras, inventar, escribir lo de otros, retorcer lo copiado, citar frases falsas, quitar palabras a las citas reales. Todo ello a partir del deseo de "ser los otros", de "no ser nadie".

Citar para no ceder a la "ocurrencia vulgar", para no repetir sin saber. Robar, modificar, destrozar para dar a las palabras un nuevo fin. Anotar lo que no se nota, "lo que pasa cuando no pasa nada".

Mi temor a perder el placer de leerlo se había desvanecido. Estaba ante un ladrón fascinante, encantador. Literalmente.

Vila-Matas es alguien que sabe decir a la perfección sus encantamientos. Su precaución extrema oculta ese poder.

Para mi desgracia, cuando terminó la presentación regresó la imagen del gato. Al llegar a casa tomé el nuevo libro de Vila-Matas, "Dietario Voluble" (más parecido a un blog que a un diario convencional), y lo abrí al azar.

"Se puede pensar todo tipo de cosas sobre ella, sobre la muerte", dice Vila-Matas (vaya usted a saber a quién está parafraseando), "pero está claro que parece imposible que logremos aminorar el escándalo que su famosa guadaña arrastra siempre consigo: la obscenidad absoluta del sufrimiento humano".

Siguiendo sus consejos, y como una manera de mencionar la grandeza de la vida de un gato, y de su muerte, yo agregaría a esta cita (parafraseando a otros, claro) que es precisamente el sufrimiento lo que nos recuerda la extrema vulnerabilidad que, al parecer, Vila-Matas tiene siempre presente. Esa grieta profunda, animal.

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