sábado, agosto 16

Con el ego intacto


Publicado en la columna Literespacio, sección Vida, periódico El Norte, de Monterrey

Philip Roth es adictivo. Tomamos sus libros y no podemos dejarlos. Una de sus peculiaridades es la huella personal que va dejando por todas partes.

Hay algo de él mismo en sus novelas. Eso sucede con todos los autores, por supuesto. Pero en el caso de Roth, ese "algo" nos seduce. Queremos saber más. Pasamos a la siguiente novela en espera de que se nos revele otra pequeña porción de él mismo.

Quizá es su narcisismo extremo, la manera como se percibe a sí mismo a la hora de escribir. No lo sé. Pero siempre que lo leo se presenta ese doble gancho: la urgencia de saber qué sucede con los personajes, con la historia, y el deseo de conocer algo más de quien está detrás de todo eso. Manipulándonos. Atrapándonos en sus telarañas.

Su capacidad de penetrar las motivaciones humanas es despiadada. Y nunca deja un hilo suelto. Irónico, incapaz de hacer concesiones, Roth construye sus tramas con precisión, sin reparar en nada ni en nadie. Un escritor admirable con quien no me gustaría toparme en persona. Ni por equivocación. Dios nos libre.

De la serie de novelas autobiográficas protagonizadas por Nathan Zuckerman, alter ego del autor, Mondadori acaba de publicar la traducción al español de "Sale el Espectro" (2008). Según asegura Roth, la última de la serie Zuckerman, puesto que el personaje está acabado.

Cuando supe esto, que Roth escribe sobre un Zuckerman derrotado, me entró la curiosidad. Tomando en cuenta el inmensurable ego de Roth, la suya era una declaración extraña. Así que me dispuse a investigar. Y no dormí durante dos noches seguidas.

Después de 11 años viviendo en las montañas, aislado del mundo, dedicado a escribir, Zuckerman regresa a Nueva York en el 2004, unos días antes de las elecciones, cargando consigo las debilidades de su edad y las secuelas de un viejo cáncer de próstata.

El personaje, de 71 años, sufre de impotencia sexual e incontinencia urinaria debido a una cirugía (eso lo sabíamos desde "Pastoral Americana", que no pertenece a la serie, pero en la que aparece Zuckerman como narrador) y su memoria ha empezado a fallar (esta información es nueva).

El caso es que el joven ambicioso y tenaz de "La Visita al Maestro", el escritor famoso constantemente asediado por sus lectores de Zuckerman de "Desencadenado"; el hombre destrozado por la angustia y el estrés de "La Lección de Anatomía" (todas ellas publicadas por Random House en un solo volumen de bolsillo en el 2007), es ahora un anciano que no encaja en la ciudad, no desea saber del mundo y debe llevar un repuesto de pañales cuando sale a la calle.

¿Y cómo le va a este Zuckerman debilitado por la edad?, ¿qué hace al colocarse de nuevo en el mundo? Para empezar, se topa con un personaje de su adolescencia, una mujer que fue la musa de su maestro y a quien habíamos conocido en la primera novela de la serie. La chica es ahora una anciana enferma y vive en la pobreza.

Los objetos del maestro que la anciana guarda en su cuarto funcionan como metáfora de las transformaciones que el propio Zuckerman experimenta a su regreso. ¿Qué ha quedado de la grandeza del maestro, un autor a quien ya nadie lee? Un sillón desvencijado, una lámpara, un par de zapatos.

Sin embargo, y en contra de lo imposible, al llegar a la ciudad Zuckerman rejuvenece en su interior. Aparece el deseo que tanto trabajo le costó domar. Y se enamora. De una mujer 40 años menor.

Pero no es solamente en este aspecto donde se manifiesta de pronto, sorpresivamente, su vieja personalidad arrebatada. También se enfrenta a un joven enérgico y ambicioso, capaz de cualquier cosa con tal de conseguir la aprobación de sus maestros, a quienes detesta. Alguien muy parecido a como era él mismo cuando tenía esa edad.

La enfebrecida atmósfera de las elecciones aporta dinamismo, pasión, al escenario donde se desarrolla la lucha de Zuckerman por la vida. Una aventura a la que, en esta ocasión, ha llegado sin armas.

Sin embargo, tal como sucede con George Plimpton, personaje de la novela (un escritor que al empequeñecerse en sus textos adquiere una fuerza tremenda), al final de la lectura queda la sensación de que el triunfo de Zuckerman, que Roth describe como derrota, es la novela misma. En ella, Zuckerman (¿Roth?) se expone y hace otro tanto con sus contrincantes, a quienes desarma. ¿De quién es, entonces, la derrota?

"¿Es el fin de Zuckerman?", preguntan a Roth en una entrevista publicada en La Vanguardia. El autor responde con un lacónico "sí". Y caemos en la trampa.

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