La sesión del Centro de Escritores se llevó a cabo entre
altares. Un extraño final para el día tormentoso, para los primeros vientos
cortantes de la temporada y el frío que llegó recordándonos a los otros, los
que alguna vez estuvieron acaso en estos mismos salones: trabajando en las
oficinas o en espera del próximo ferrocarril
La Casa de la Cultura (antigua Estación
del Golfo) era una mansión abandonada. La gente de la administración no fue a
trabajar y al subir al tercer piso encontré que las salas estaban en penumbras.
En el Cripil, la gente del taller de Pedro susurraba. Más tarde llegaron los de
JJ Villarreal y se la pasaron igual: metidos en el salón de la mesa redonda,
silenciosos.
Los del Centro nos acomodamos entre los altares con sus fotografías, sus platos de frutas, su papel picado y sus flores. Encendimos la luz y nos pusimos a tallerear fingiendo que era una noche cualquiera, haciendo como que estábamos solos.
Los del Centro nos acomodamos entre los altares con sus fotografías, sus platos de frutas, su papel picado y sus flores. Encendimos la luz y nos pusimos a tallerear fingiendo que era una noche cualquiera, haciendo como que estábamos solos.
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