sábado, febrero 19

Escenarios

Liter Espacio / El mundo ambiguo
Por Dulce María González
El Norte

Hace un par de años se hizo muy popular un videojuego llamado Tomb Raider, una serie de aventuras protagonizadas por la famosa Lara Croft, cazadora de tesoros.

Lo primero que el jugador debe hacer antes de lanzarse a la montaña o a la selva es, como se dice vulgarmente, "aprender a manejar el monito". Para ello, es necesario mover a Lara dentro de los límites de su casa, que es el espacio de "entrenamiento".

Recuerdo que Marijose pasaba horas jugando. Hasta que nos dimos cuenta que en realidad no avanzaba en las aventuras, puesto que Lara nunca salía de casa. La pobre mujer corría por los pasillos sin intención de hacerlo más tarde para huir del peligro, nadaba en la alberca sin que ello significara que después lo haría en un río.

El espacio de "entrenamiento" era utilizado a manera de casa de muñecas, pero al paso de unas cuantas semanas la pequeña se aburrió. En la casa de Lara siempre es de día, me dijo, y hay muy pocos muebles: faltaba atmósfera.

¿Qué es aquello que nos provoca recogimiento interior al entrar a una iglesia barroca?

El arte arquitectónico siempre me ha parecido, además de interesante, misterioso. La experiencia subjetiva de un espacio no reside precisamente en la construcción, sino en la atmósfera que resulta al colocar ciertos límites.

Espacios cálidos o asfixiantes, o sublimes. Como si al entrar a un edificio el aire cambiara o como si los muros fueran capaces de cercar una entidad invisible que reconocemos como algo íntimo, una parte de nosotros que sólo ahí somos capaces de identificar.

Quienes se quejan de la frialdad del internet muy probablemente extrañan las atmósferas físicas, paradójicamente inmateriales que, salvo raras excepciones, sólo la especialidad concreta es capaz de crear.

Quizá por eso me sorprendió la exposición fotográfica "Mapas Abiertos", en especial lo que se refiere al tema de "Escenarios", que actualmente se exhibe en la Cineteca de Nuevo León.

La primera impresión cuando una ve las fotografías de los escenarios teatrales es la atmósfera. Sin embargo, al poner atención a los detalles, advertimos la presencia de las lámparas o los soportes de los muros falsos.

Los espacios muestran su artificialidad y quizá es eso lo que sobrecoge: presenciar la manera como el adentro y el afuera se mezclan en un espacio íntimo y, no obstante, artificial y público.

Recordé una escena de la película "Y la Nave Va" (1983), de Federico Fellini. Un barco navega en medio de la tormenta y de pronto, al alejarse la cámara, vemos las lámparas, los abanicos, la manera como se manipula la enorme manta que simula el mar. Esto nos aleja de la historia y nos lleva a tomar conciencia de algo que habíamos olvidado: se trata de una película.

Sin embargo, en el caso de las fotografías expuestas en la Cineteca, el hecho de que se muestre lo que hay detrás no provoca extrañamiento, sino integración.

Y eso es lo interesante, puesto que revela el entorno en que vivimos actualmente: un escenario en donde las fronteras entre lo público y lo privado, lo interior y lo exterior, resultan dudosas y terminan por desaparecer, provocando la vivencia de atmósferas artificiales como si fueran reales y viceversa.

¿Quién de nosotros no ha dicho (y creído) que se sentó en una mesa de "fuera", refiriéndose a una terraza artificialmente exterior en un restaurante "dentro" de un mol?

Yo había visto "France Boutique" (Francia, 2003), de Tonie Marshal, y quizá por eso, al salir de la sala de cine, las imágenes resultaron impactantes.

Aunque se trata de una comedia ligera, "France Boutique" retrata, precisamente, la artificialidad de nuestros espacios. La historia se desarrolla en un canal de ventas por televisión, de manera que los personajes interactúan en diferentes sets, provocando un caos espacial a partir del cual el espectador pierde toda perspectiva.

No es solamente que, a mitad de un diálogo en una cabaña invernal, por ejemplo, de pronto veamos a un mozo atravesando la ventana en ropa de verano y cargando unas cajas, lo cual podría compararse con la escena en la película de Fellini, en tanto que la magia de la ficción desaparece.

En este caso, los escenarios artificiales son el espacio propio de la historia, el lugar en el cual los personajes conviven. No se trata de develar la ficción, o de señalar una distancia entre ésta y la realidad, puesto que la ficción escénica ES la realidad que habitan.

El viaje a tierra de piratas en Disneylandia, los falsos canales de Venecia en Las Vegas, las terrazas "exteriores" de un mol, el falso adoquín en ciertas calles de nuestra ciudad, o las imitaciones de piedra o madera en nuestras casas poseen el mismo tipo de ambigüedad que un reality show que de pronto sentimos artificial de tan público, o las noticias en la televisión, ante cuya contundencia reaccionamos como si se tratara de una película de acción.

Más allá de que la fotografía o el cine sean o no capaces de captar lo que llamamos "realidad", resulta interesante observar el otro lado del fenómeno: nuestras actitudes y experiencias, la dificultad que tenemos actualmente al intentar situarnos en el espacio que habitamos o ante el dudoso objeto contemplado.