sábado, febrero 12

La máscara, otra vez

Rescato ahora una conversación con Eliot Benítez acerca de este tema de la "máscara". En realidad, en aquél momento hablábamos de lo público y lo privado. Y por ahí llegamos al asunto de lo “personal”. La cita va así:

Quizá lo apremiante es ahora la Persona. Sabemos que era la máscara del teatro romano. Que los griegos no hablaban aún de persona y que tenían restricciones sociales y conceptuales respecto a la diferencia entre lo público y lo privado. Pero el concepto cobra vida con el aliento (el pneuma, o sea, aquello “del Espíritu”). Y “la máscara se vuelve rostro”, escribió Octavio Paz. Y la persona se torna la Persona, la diferencia entre lo público y lo privado en la vida “interna” de lo humano. Cada uno con nuestra “internalidad”. ¿Y detrás de la máscara, es decir, de la Persona? El alma y el espíritu individuado.

Al hablar anteriormente de la “máscara”, me importaba el cuestionamiento de lo que hay detrás de esa máscara que es la persona. Hay quién da por hecho que detrás de la máscara personal hay un sustento totalmente definido, una certeza en terrenos del Espíritu. Mis alumnos de apreciación de las artes suelen llegar a la facultad con las ideas hechas, pensando cantidad de verdades inamovibles acerca de sí mismos. La escritura no permite tales comodidades (mucho menos la experiencia estética a que apelamos en el programa académico). El ejercicio de la ficción, tarde o temprano, da lugar a ese cuestionamiento del pneuma, lo que no es persona y sin embargo nos hace personas, quizá cuando al narrar descubrimos que es posible sostenernos como otros. Inevitablemente terminamos cuestionando aquello que nos define más allá de lo personal, de esos "personajes" nuestros, los mismos que, al ser sobrepuestos o borrados (el rostro vacío que decía antes), dejan al desnudo lo otro: "el alma y el espíritu individuado".

Hablamos, por supuesto, de dudas, de preguntas.