sábado, abril 30

De esferas y desafuero

Liter Espacio / La misteriosa e increíble aparición del tercero
Por Dulce María González
El Norte

Observo desde mi butaca cómo va cayendo el telón. Ha finalizado una batalla más entre los negros y los blancos. ¡Ah, este tablero del mundo! Dicen que López Obrador es la tercera opción en el escenario político mexicano. Yo digo que es la pugna de siempre, aunque con variantes nuevas y complejas. Hay algo diferente en el panorama: una presencia de alcances inéditos.
Fue una contienda emocionante. Luke Skywalker contra Darth Vader. Nuestros héroes iniciaron la lucha con declaraciones subidas de tono en los medios. Luego tomaron las armas, la filosa "legalidad" y la implacable "justicia", y se batieron en duelo. Los espectadores echando porras desde un lado y desde el otro. Interesante.
Hasta que los seguidores de uno de los bandos se pusieron a hacer tal alboroto en las gradas, que el bando contrario se dio por vencido y de esta manera finalizó esta contienda específica. Suele suceder lo mismo en el futbol, en ocasiones la porra es decisiva. El asunto es que el estadio está en calma, hay un vencedor y un vencido, y todo el mundo hace preparativos para la siguiente batalla.
Aquí sigo, entre millones de butacas de un estadio vacío. Estoy en compañía de un libro, para variar, de Sloterijk. Es la teoría de las esferas, su obra magna, lo más hermoso e inteligente que haya leído y por eso me quedé aquí, para avanzar en medio de este silencio cargado de voces, esta energía.
Lo primero que hace Peter Sloterijk en "Esferas I" (Siruela, 2003) es situarse. Habla de lo desprotegidos que nos quedamos los humanos cuando Copérnico nos hizo ver que el mundo no tiene cáscara. Nada de envolturas ni de cielos protectores.
"Desde que los tiempos se hicieron nuevos de verdad", dice, "ser-en-el-mundo significa tener que aferrarse a la corteza terrestre y rogar a la fuerza de gravedad que no te abandone".
El proceso de globalización se puede entender entonces como el intento utópico del primer mundo de construir un cielo falso, un "invernadero" capaz de protegernos de los "horrores de un espacio sin límites".
Pero para que la construcción se lleve a cabo, enormes cantidades de gente deben ser evacuadas de sus viejos "cobijos de ilusión regional", y de esa manera quedan expuestas a las "heladas de la libertad". ¿Cómo se atreve?, me digo, y echo un vistazo al estadio donde me encuentro: una construcción mexicana; este tipo de atmósfera, de medio, de cáscara.
Sloterdijk está en Alemania y hace bien en pensar desde su sitio, reconsidero, un poco para justificarlo: es mi autor favorito. Pero yo estoy acá, leyendo; acabo de presenciar una contienda salvaje y, por lo mismo, no puedo dejar de ver lo siguiente: Para que Ellos puedan elaborar su sueño de protección cascaril, es necesario que exista este soporte que somos: la miseria de los países globalizados.
En este lado, las cosas son más complejas, o, para decirlo con la palabra de moda, "diferentes". Porque para sobrevivir tenemos que tomar decisiones en relación a ese sueño del Otro, el sueño de Ellos. Es por eso que, entre Nosotros, está el bando de quienes les creen a Ellos y están dispuestos a contribuir con su construcción utópica; muchos en este bando (que son muy idealistas y muy cristianos y por eso se sacrifican) están dispuestos a entregarlo todo, otros tienen miedo y otros más andan sacando ventaja.
En el otro bando tenemos a los que se resisten y quieren meter freno al sueño de los Otros, porque a veces sucede que la gente tiene sueños propios, y extrañamente los prefieren y quieren llevarlos a cabo. En este segundo bando también hay aprovechados, decirlo es una obviedad.
Por supuesto que estamos hablando de las porras. A los políticos ni quién los entienda, ellos tienen sus motivos, casi siempre personales. Pero su espectáculo nos sirve para pensar, para situarnos y darnos cuenta que estamos en este estadio mexicano. El espectáculo de nuestros protagonistas nos ayuda a entender nuestro medio y nuestra cáscara, y a veces nos provoca preguntarnos por nuestros propios sueños. En estos casos la gente se pone muy romántica, o se enoja o se deprime, o se lanza al ruedo.
En ocasiones (seguimos con la teoría de las esferas y con nuestros sucesos políticos del último mes), sucede el milagro de la creación de una nueva esfera y con esto llegamos a lo que comentaba al inicio. Es algo muy simple en realidad; sin embargo, se antoja milagroso: los espectadores de alguno de los bandos se dan cuenta de que existen, que son un grupo de gente aglutinada en torno a un deseo que en un primer momento parece ser de índole puramente política.
Pero después caen en la cuenta de que, sin proponérselo, han creado un cielo, una protección, una cáscara de sentido que los une y les da forma. Aparece entonces ese otro deseo de estar juntos.
"A cada forma social pertenece una casa del mundo propia", dice Sloterijk, "una campana de sentido a cuyo sonido los seres humanos, antes que nada, se reúnen, entienden, defienden, acrecientan, limitan".
De manera que, si algo nos queda claro después de este partido de fut entre nuestros líderes, es que, en efecto, existe una tercera entidad, una verdadera "diferencia", puesto que ésta se encuentra fuera del campo, siempre bipolar, de la batalla. Y es la presencia de esta tercera esfera quien ha decidido el marcador. Al menos así se vieron las cosas durante el partido.