martes, abril 5

Il paese delle farfalle


a) Ocuparse
La primavera es bella en Bordano del Friuli, santuario de mariposas. El aire de las montañas, aún frío, contrasta con la brillantez del sol. La gente sale a las calles a comprar el pan o a visitar “negocios”. Los veo de lejos, metidos en sus ocupaciones mientras me ocupo observándolos.

Marijose pasa todo el día con los amigos. Van al lago en bicicleta o se juntan en el bar para jugar calcietto. Demasiada adultez para una mexicana de once años.

Fuera de que hay dos nuevos bebés en el pueblo (Federicco, de Elisa y Danielle, y Filippo, de Angela y Giuseppe), la novedad es que Sharon y Nicole no han ido a la escuela con el pretexto de que Marijose vino “especialmente a visitarlas”.

El pueblo te atrapa, la calidez de la gente te impide volverte en otra dirección. Y como prueba está el capuchino de la mañana, la conversación con Marta y Stefano: un instante para ocuparse de la vida más allá de la vida de preocupaciones a que la ciudad nos tiene habituados.

b) Despreocuparse
Apenas me tranquilizo, descubro que vengo arrastrando un cansancio viejo.
Días de levantarse tarde, de dormir la siesta. Ajum.

c) Ocuparse (de otra manera)
La Mujer Loba disfruta pasear por el pueblo. Bebe café en algún bar, imagina que se tira a leer bajo las montañas. Pero en Bordano este sueño es imposible: invariablemente se acerca alguno a la mesa. El tal "alguno" parla hasta que se le acaba la saliva, cuenta anécdotas, ofrece bebidas y he aquí que la Mujer Loba acude a esa otra transformación: la animala italianizada.

Entonces se deja ir, parla mucho ella misma, deja correr la tarde con el libro cerrado. También esto es dejarse habitar por la palabra.

d) Y de otra manera más
Si acaso es verdad eso que dice Sloterdijk, si al indagar nuestro interior descubrimos que, más allá de atribuciones, somos un vacío por ocupar, entonces el vacío que somos en las vacaciones se va llenando de palabras de manera, digamos, natural.

Marijose y yo nos fuimos a la cama temprano con la intención de leernos en voz alta: una página ella, otra yo. “¿En que idioma leemos?”, le pregunto, y responde con el italianismo acostumbrado: “mejor en español", dice, "el italiano me da fastidio”.
Empezamos la nueva novela de Tabucchi.

e) Pista de despegue
Marijose tuvo un sueño que no desea perder. En él iba y venía de Japón. Bastaba cerrar los ojos para viajar. “Tenemos una mente muy fuerte”, le dijo Pache en el sueño. Ahora vive la angustia de que el sueño desaparezca.

“Piensa mucho en lo que sucedió”, le digo, “para que se fije en la memoria”. Ella asiente con seriedad y enseguida deja que se le pierda la mirada. Entonces caigo en la cuenta: cree en mí, estamos viviendo esa época. Procuro que sea ésta una tierra clara, que le sirva de punto de partida, de plataforma de despegue.

f) Preparando el vuelo
“¿Qué estás leyendo?”, pregunta, temerosa de que haya avanzado sola en nuestra novela de Tabucchi. “Leo mi libro de filosofía”, respondo. “¿Filosofía?”, pregunta con cara de sorpresa, y enseguida: “me lo pasas cuando lo termines”. Y aunque sé que no se lo daré a leer (no entendería, se aburriría y empezaría, quizá, a sospechar), sé también que itentaré decir algo que comprenda: haré la reseña.

Pienso en lo inevitable: la partida.
Algún día leerá sus propias cosas.

g) Más italianismos
Señala un suéter que no le gusta. “No pienso metérmelo”, dice.

h) Folclorismo y realidad
Abro la puerta y me encuentro con un grupo de turistas. Están del otro lado de la calle y señalan la casa con la mano o toman fotografías. ¿Cuándo fue que vine a caer de este lado del folclorismo italiano?

Más tarde, acaso al ver una imagen de ese pueblito típico en las montañas, los turistas pensarán que la mujer que salía en ese momento era una friulana de provincia.

Así se ponen a veces las cosas con el mundo… con las interpretaciones de la realidad.

i) Il marocchino
Cada tarde llega al bar con su sonrisa grande. Y aunque tiene un carácter muy agradable, carece del atributo más importante: no tiene nombre. Todo el mundo se refiere a él como “el marroquino” y cuando le hablan directamente es igual: “comme vai, marocchino?”

Coloca la mercancía en una de las mesas (suéteres, zapatos, chamarras) y se sienta a ver la televisión. Sólo cuando ponen música se “arrabia”, pues no lo dejan escuchar el National Geographic. El "marroquino" es el parroquiano más culto del bar.

j) Domingo luminoso
Éramos cerca de diez personas sentadas en la terraza del bar, había un sol calientito y platicábamos de cosas sin importancia. Yo esperaba a Marta, la argentina, a quien había prestado el original de la novela para que la leyera durante la noche. De pronto llega y exclama de lejos: “Buona pasqua, Mercedes luminosa”.