domingo, mayo 22

Otra puerta

Tus cartas, burbuja, y esta otra de Vivianne, la colombiana, que me escribe desde Jerusalén. Al leer sus palabras recordé una escena que se quedó grabada para siempre. En un restaurante de la Marina, en Tel Aviv (creo que se llamaba “Safari”), me tocó atender una mesa donde se hablaba en español. De pronto me di cuenta que mis clientes eran escritores y escuché que un Encuentro los había llevado a la ciudad.
“Yo también soy escritora”, dije, al tiempo que retiraba un plato. Como decía mi abuela, se hizo la conversación. Les conté de la maravilla que era la ciudad, los lugares que no se podían perder, etcétera. Cuando me preguntaron qué hacía en Israel, respondí “no sé” y se me quedaron viendo. Querían saber mi hora de salida, pues deseaban regalarme sus libros. No van a regresar, pensé más tarde, pero volvió uno. Se llamaba Elkin Restrepo, era de Colombia, y traía un libro suyo autografiado. “Para Dulce María de Tel Aviv”, decía la dedicatoria.
Nunca más volví a saber de él. Hasta hoy, que me puse a buscarlo en Google. Esto de las puertas…

Va un poema del colombiano:

Museo

Está en el museo de Jerusalén.

Una sandalia de cuero
encontrada en una excavación
junto a un trozo de contrato matrimonial.

En él aparece el nombre de la desposada, Ruth.
Por la dote, pertenecía a una familia pudiente de Samaria
y tenía doce años.

Un estudio de la sandalia, explica
que sufría de una leve deformidad en el pié derecho.

Vivió en el siglo I antes de Cristo.

Lo poco que sobrevivió a su vida,
ahora es pieza única de museo,

pues tan frágil testimonio

corresponde a un lugar y una época
de los cuales se sabe poco.

Aquello sí era el olvido,
nada escapaba a él,

ninguna noticia acerca de algo
(de la época apenas vestigios),

la vida borrada por el mismo paso de la vida,

como si aquella otra no hubiera existido,

y como si del curso del mundo
apenas importara el instante presente.

Polvo, ruinas, silencio, lo demás.

Ningún monumento o memoria
que disputar a los cuidados de la muerte.