martes, julio 12

Una más sobre lo mismo (y basta)

Pensar en una posible crisis energética (esa idea romántica, dijo un amigo por ahí), provoca reflexionar acerca de nuestra forma de vida. Cada quién se preocupa por sus cosas cuando se tocan estos temas y de pronto me sorprende estar más interesada en las reacciones que en el supuesto problema apocalíptico. El hecho es que, para la mayoría, las cuestiones importantes de la vida (a perder) consisten en hacerse de objetos innecesarios y ver la televisión. Entonces me viene una imagen terrible: el sistema como una enorme solitaria, devorándonos.
En lo personal, me dolería que se alargaran de nuevo las distancias, el asunto de la comunicación, de la información. Fuera de eso, no es mala idea la formación de pequeñas comunidades socio-económicas ("relocalizarse", llaman los alarmistas a tal movimiento retro), tan alejadas de la forma de vida de los sistemas imperiales. (Ya sé, esto también es romántico).Un detalle que salta de inmediato a propósito del tema es la alimentación. En cada ensalada de fruta o de legumbres que comemos hay miles de kilómetros invertidos. Basta preguntarnos de dónde llegaron las fresas, el kiwi, el queso, la lechuga, el brócoli, etcétera. Hasta hace poco tiempo, este tipo de platillos con sus mezclas exóticas y abundantes era considerado “manjar de reyes”, precisamente por el viaje que debían realizar los alimentos antes de llegar a la mesa. Los humanos nos hemos convertido en monstruos hedonistas, pienso, y de pronto caigo en cuenta de que hablo solamente del 10 por ciento de la población mundial.
Asomarnos a ver el mundo con la conciencia que surge de la posibilidad de “perder” lo que tenemos, deprime. Hay quiénes no tiene nada qué perder y yo preocupada por los libros, los blogs, las películas, la información en la wikipedia, la oportunidad de leer las últimas conferencias de mis autores favoritos o de hojear los diarios del mundo.Vivir sin eso sería vivir sin pensar, pienso, mierda.